Llegue puntual, él ya me esperaba, pidió una mesa para dos en un espacio algo privado, solo había otras dos mesas a parte de la nuestra, y una en una de ellas, había una pareja comiendo. Él había pedido vino para los dos, tinto, chileno, las copas reposaban en la mesa, aún vacías, se paro en cuanto me vio. Se abalanzó a mi asiento saludándome, abriendo la silla al mismo tiempo, yo me senté agradeciendo el gesto y saludando de vuelta. —Me tomé la libertad de pedir el vino —abrió la conversación. —Está bien. El vino era servido ahora por un mesero, con bastante maestría. Cuando terminó se retiró dejándonos las cartas Abrimos las cartas, y con franqueza, no sabía ni cómo pedir, había probado antes la comida árabe, sin embargo, nunca había estado en un lugar tan elegante que sirviera