Era una noche tormentosa y lluviosa. El grito de una niña se oyó desde el cuarto de una casa a las afueras de un pequeño pueblo llamado, keibech.
Una señora, ya de mediana edad, entro desesperadamente al cuarto de la pequeña niña que yacía envuelta entre las sábanas de su cama.
—¡Valían!, ¿te encuentras bien?—Grito mientras entro apresuradamente en la habitación. La pequeña niña sollozaba debajo de las sábanas. «Tía Astelle, tengo miedo», proclamo la pequeña lanzándose a los brazos de su tía.
Astelle era una mujer de cuarenta años, con cabello oscuro y ojos verdes. Antes de adoptar a valían, ella pertenecía al ejército del imperio athes.
—¡Pareces un hámster que se esconde del gato!—Exclamó con una sonrisa burlona. Justo en ese momento, un grupo de personas entraron preocupadas por los gritos de la niña.
—¿Qué está pasando?—Preguntaron entrando apresuradamente a la habitación de la pequeña.—¿Están bien? Nos asustamos mucho al escuchar los gritos.—indagó chrisma.
La tierna voz de un pequeño niño, se escuchó en la habitación, preguntando sobre la situación actual, el pequeño kyo, hijo de crisma y corcher. Era más que un amigo, un hermano para, valían.
Viéndola sollozar bajo las sábanas, el pequeño de cabellos rojizos y ojos grises, rápidamente intento consolarla mientras le daba un fuerte abrazo. La pequeña estaba sufriendo fuertes insomnios causantes de constantes pesadillas.
«¡no seas llorona, si prometes no llorar, dormiré contigo hoy!» Dijo el pequeño.
A pesar del consuelo recibido por su amigo, siguió llorando asustada. La escena era tan tierna, siendo una niña de cabello plateado y ojos dorados, parecía un ángel. Astelle estaba preocupada por las constantes pesadillas de la niña, asustada de lo que pudiera pasar en el futuro, intento tranquilizarla contándole un cuento muy popular en el imperio.
La miro como si estuviera viendo algo frágil a punto de romperse en mil pedazos, sintió la necesidad de protegerla, cueste lo que cueste.
—¡Valían!, debes prestar mucha atención, esta historia conlleva verdades ocultas!—Comunicó acariciando sus suaves mejillas.
… … …
Por otro lado, un niño con ojos rojos y cabello blanquecino, con ocho años de edad. Le contaba una historia a su madre enferma postrada en cama. El niño, con un rostro relajado, miro a su madre con descontento. Nean, era una señora de cabello blanquecino, con ojos negros y piel blanca. La pobre mujer llevaba dos años luchando con una enfermedad, la cual ningún doctor podía reconocer. Nean, intentaba sonreír cada vez que su hijo pasaba tiempo con ella, aun cuando se forzaba a tener un buen semblante, karyun, sabía muy bien sobre la enfermedad de su querida madre.
Después de sus lecciones de escritura, esgrima, control de maná y modales, solía visitar a su madre cada noche. Karyun, era un príncipe considerado digno de la realeza, aprendió a escribir y leer a muy temprana edad, sin duda alguna, tanto el pueblo, como los nobles del imperio, esperaban mucho de él.
Después de escuchar las historias de su preciado hijo, Nean quiso contarle un cuento antes de recostarse. El niño con grandes modales aprendidos en sus clases, imitaba la postura de un joven bien educado.
—¡La Srta. Seika, insiste en que debo aprender los modales dignos de la realeza!—Exclamó el pequeño niño con una bella y esbelta sonrisa dirigida a su madre. El niño agarró un libro de cubierta blanca con adornos dorados, para que su madre pudiera leerlo.
… … …
Mientras tanto, Astelle, encendió las velas para poder dar la iluminación a su vista ya cansada por la edad.
En ese pequeño momento, ignorado por todos. Fue cuando el destino empezó a andar.
Había una vez seis dioses que ayudaron a moldear el mundo con su sagrado poder. Crearon todo sobre la tierra, tenían el poder de controlar los elementos y convertirse en grandes criaturas míticas. El fénix, el dragón, el tigre, el grifo, la serpiente y el águila dorada.
Después de su creación, desearon el descanso eterno. ¿Pero quién podría proteger su legado? Fue entonces cuando debatieron sobre el futuro. Decidieron generar su última obra maestra. ¡El humano! Produjeron seis esculturas semejantes a ellos. Se decidió donarle virtudes para que fueran diferentes a los demás seres ya creados. Inteligencia, fertilidad, control de maná, emociones y los sentidos. Durante mucho tiempo el humano, reino con sabiduría siendo la especie dominante. Pero, con el tiempo, la oscuridad cayó sobre ellos, contaminó sus almas y esas energías producidas por ellos, fue el causante de toda la maldad humana.
—¿Entonces qué pasó con esos reinos?— pregunto Karyun intrigado.
La respuesta, más que directa, fue concreta.
—Lucharon durante años por alcanzar el poder. Muchas vidas se perdieron en batalla. Los dioses nos bendijeron. Pero ellos olvidaron su propósito en la vida.
—¡A veces lo que creemos que es nuestra bendición, resulta ser nuestra maldición!—Murmuraron ambas partes.
Dos niños ligados a un destino ya olvidado. Ellas no podrían protegerlos para siempre. Pero como advertirles. ¿Cuándo incluso ellas desconocían su destino? Rara vez el destino nos conecta con otros, después de décadas el mundo no estaba preparado para lo que se avecinaba.
En sus ojos las lágrimas caían al saber que pronto dejarían este mundo. Si solo pudieran cambiar el futuro, todo sería más fácil, si tan solo tuvieran más tiempo… Como un parpadeo, pasaron doce años y todo cambio…
CONTINUARÁ...