Regresamos a nuestro piso en Palermo y definitivamente no era el mismo, necesitaba tiempo para pensar, para terminar de encajar las piezas y saber cómo me sentía. No fue necesario hablar con Aimeé, parecía que lo entendía; ella se puso a hacer sus cosas mientras yo tomaba un bastidor para plasmar una idea que me rondaba la cabeza.
Los bordes del sillón, la lámpara y la alfombra de la casa de mis padres con la silueta de mi madre bordando, tal como lo recordaba cuando niño, tal como lo había presenciado ese mismo día. Deje toda mi frustración en ese cuadro, mis emociones se plasmaron intensas ahí mismo, arrebatándome lágrimas y sollozos que no pude contener.
Aimeé descansaba en la recámara, por lo que para no hacer ruido y despertarla me puse mis audífonos para sentarme en el sofá, abra
