A pesar de todas las emociones que despertaba en mí aquella relación imaginaria de mí hacia Ricardo, yo debía mantenerme sobria y ecuánime en mi comportamiento. ¿Lo deseaba? Sí, ¿anhelaba sentir su cuerpo? Sí, ¿Era una locura? Sí. Aunque todo era una respuesta afirmativa, había algo en mí que negaba esa idea de libertad que siempre soñé y que no había logrado expresar antes. De nuevo me sentía encarcelada, no podía ser quien quería, sino quien debía. Violeta la obediente, la sumisa, la infeliz. Esa era mi cruz. Durante el fin de semana, no tuve noticias de Mauricio. Era lógico que sus ocupaciones y distracciones eran superiores a lo que sentía por mí, y yo realmente tampoco lo extrañaba. ¿O si? ¿Se puede extrañar la rutina y la monotonía? creo que sí; ella, se nos convierte en simple