Luego de aquella noche, luego de aquel beso, los roces, las pieles, Ricardo se convirtió en mi pensamiento recurrente, en mi dosis de serotonina y oxitocina. Cada vez que su recuerdo visitaba mi memoria, se activaban en mí, todas las sensaciones y emociones vividas en aquel momento. Me sentía feliz, como nunca antes me había sentido. Era esa sonrisa tonta sin motivo aparente. Los suspiros, la piel erizada, mi v****a contrayéndose. Todo era realmente maravilloso. Estaba viva, me sentía viva. Mauricio entró a la habitación. Yo aún estaba en la ducha, salí envuelta en una toalla. Si es cierto que, nuestro instinto animal, nos permite descubrir algunos rasgos de apetencias sexuales, él debía percibir que mis ferormonas estaban a mil. Por primera vez, no quería dejarme ver desnuda por él.