Capitulo X

993 Words
Las horas del día resultaron eternas para Debora, quien en ningún momento cruzó palabras con nadie. Para la inusual ocasión decidió colocarse un elegante vestido rojo, su cabello suelto con ondulaciones en las puntas y sus labios estaban pintados del mismo tono carmesí del vestido, decidió lucir igual que lo haría en una cena convencional, sólo esperaba que no fuera demasiado elegante ni extravagante para cenar con un vampiro. Debora bajó de su habitación para encontrarse con el encargado de conducir el carruaje que la llevaría hasta el lugar de encuentro pautado, el cochero yacía en espera de la joven Rousseau en la estancia principal del castillo, Debora frenó en seco al percatarse de la inesperada presencia de su hermano que platicaba con el empleado. -Iré a preparar el carruaje, señor. –Pronunció el cochero, abandonado la estancia después de una reverencia para el rey, dejando en privacidad a los hermanos. -Te ves bien. –Alagó con sinceridad Víctor, levantándose del mueble con sus manos en los bolsillos del pantalón. -¿Puedo saber a dónde te diriges? -Quedé a verme con Lucas en su hogar. Fue a causa mía que la velada de la noche anterior se interrumpiera, así que decidí recompensarlo. –Mintió Debora, ya había preparado la coartada con Lucaccio, así que no tenía nada que temer, o eso creía. - Bien, entonces no te entretengo más, espero que la pases bien. –Deseó Víctor con una sonrisa forzada, si de la verdad se tratara, Luca se lo hubiese informado. Debora siempre había sido libre de hacer lo que ella quisiera y Víctor nunca tuvo inconveniente con eso, pero esta vez las circunstancias eran diferentes, si bien era cierto que no todo lo que la menor de los Rousseau hacía contentaba a su hermano, jamás se vio en la necesidad de mentir. En cuanto Debora se marchó, el monarca se lanzó con prisa hacia la parte superior del castillo; tenía que averiguar qué tramaba su hermana. Cuando se vio rodeado por la soledad en la privacidad de su despacho, tomó el teléfono que figuraba sobre su escritorio y no titubeó en llamar al verdugo quien demoró en responder sólo el tiempo necesario, aunque para Víctor fue una eternidad, le comentó acerca de los planes de Debora, confirmando con desilusión que era una sarta de mentiras. -El carruaje acaba de partir, le pediré al cochero su ubicación y te la compartiré. Necesito que te percates de cada paso de Debora. –Dijo Víctor, más como una petición que una orden, al final lo que Luca hacía por él no estaba bajo su obligación como arquero del reino. (…) La mujer desvío en varias oportunidades el carruaje y el cochero no refutó el mandado de su rey y le envío cada una de las ubicaciones atraves del mensáfono. Debora yacía sumergida en su mente en la parte posterior del carruaje, no estaba segura de lo que hacía, quizás, le tenían una trampa y ella estaba caminando sin tropiezo hacia allá. Pidió que detuvieran el carruaje en una plaza que estaba casi desierta, no era un suburbio muy frecuentado y se bajó allí mismo. El cochero se negaba a irse y dejarla en la incertidumbre de un sector desolado sin embargo, no logró convencer a Debora que lo instó a marcharse. Su corazón estaba acelerado y sus manos temblaban ligeramente, por su cabeza pasaban un centenar de escenarios que predestinaban su muerte. Si el miedo no la tuviese tan cohibida se hubiese percatado de las personas que, desde la altura de un tejado, la observaban. -¿Cuánto más la harás esperar? -Cuestionó Kisha. -Los pálpitos de su corazón están enloqueciéndome, por su bien esperaré a que se calme. –Respondió Raymond, su amiga se rió serenamente. -Sufrirá un paro cardiaco antes de relajarse. –Dijo la vampiresa, el edecán hizo un gesto de desagrado con su rostro, la sangre de un muerto no era tan apetecible como la de un vivo. -¿Sugieres que la ataque ahora? -Te recuerdo que no estamos aquí para atacarla. –Raymond elevó los ojos tornándolos blancos, apreciaba a Kisha, aunque detestaba la fidelidad que sentía por El conde, especialmente por la causa. La femenina inhumana saltó del tejado, seguida de Raymond cautivando la atención de Debora que dirigió su mirada hacia su dirección. La velocidad con la que llegaron a su lado fue imperceptible para el ojo humano. -Alteza es un verdadero honor tenerla frente a nosotros. –Vociferó Raymond atestado de sarcasmo, esta vez fue Kisha quien tornó los ojos en blanco. Debora se esforzaba por conservar la calma, aunque en el interior deseaba huir a toda prisa de allí, y alejarse lo más posible de las criaturas pálidas e imponentes que estaban frente a ella. -¿Estás segura que vienes sola? –Inquirió Kisha, Debora lo juró. Se escuchó un quejido de parte de Raymond quien cerró sus ojos con fuerzas y bajó la cabeza, apretando con sus dedos el tabique de su nariz, ambas mujeres lo miraron. -Tienes que calmarte, en serio. –Espetó el edecán, El corazón de Debora bombeaba grandes cantidades de sangre que estaban deshaciéndose con la cordura de Raymond; y aunque Debora intentó calmarse, los latidos de su corazón volvieron a dispararse cuando los ojos del vampiro se abrieron dejando apreciar un par de iris carmesí, era espeluznante. -Creo que no es buena idea estar aquí. –Dijo Debora, marchando hacia atrás, estaba decidida a irse. -Claro que no es buena idea. –Articuló Raymond con irritación, su estabilidad mental había rebasado sus límites. Empezó a acercarse con provocación hacia la humana con Kisha deteniéndolo de hacer una locura. -¿Quién consideraría buena idea reunir a las víctimas con su verdugo? -A mí. –Debora se volvió en cuanto oyó la voz firme y vigorosa de un nuevo invitado a sus espaldas, si creyó que los dos primeros vampiros inspiraban temor, El conde seguramente lo superaba.

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