Masaje

1049 Words
—Si—respondió Avery mientras tragaba saliva, ella habría querido decir no, pero enseguida imagino que dar esa respuesta le traería graves consecuencias, ella no quería morir, quería vivir y salir de ahí y si para eso debia continuar y permitir que la utilizaran como a un objeto, por supuesto que lo haría, porque su vida era más importante, pero también se le cruzó por la mente una pregunta que la atemorizo. ¿Y si se arrepentía de seguir viviendo? Afuera un trueno irrumpió sus pensamientos, así que inevitablemente giro hacia aquella ventana, la cual los conejos habían cerrado para ambientar esa habitación. Minutos antes ella había visto parte de un cielo estrellado, pero de pronto y como si la naturaleza presagiara su destino, comenzó a llover. —Quitate las bragas—le ordeno la voz de un severo sombrerero y esas palabras la helaron, se quedó inmóvil por un segundo, esperando a que el hombre repitiera la orden, puesto que desconfiaba incluso de sus propios oídos— ¿Acaso no escuchaste? Avery sintió que la saliva le sabia a rayos y que los ojos se le llenarían de lágrimas en cualquier momento. Esperaba que la trataran mal, pero no de esa forma, no como si ella fuera una perra entrenada que tuviera que obedecer cada orden de su amo, pero aparentemente, así funcionaba ese mundo. De poco en poco, comenzó a quitarse las bragas que llevaba encima, la única tela que cubría su parte íntima, se vio obligada a alzar la cadera para lograrlo, pero una vez que deslizo la tela por sus piernas se sintió impotente al estar tan expuesta ante ese hombre que apenas si recordaba. El sombrerero sonrió complacido con lo que estaba viendo. Era la primera vez que veía a Avery de esa forma, pero al mismo tiempo estaba decepcionado de tener que compartir aquella imagen de su intimidad con más personas. Aquella cámara que estaba filmando el cuerpo de Avery estaba conectado a una emisión en vivo, hacia aquella sala llena de personas con máscaras de animales del bosque. La dinámica que se estaba llevando a cabo en ese lugar consistía en seguir reuniendo la mayor cantidad de dinero posible, aquella fortuna, por supuesto se acumulaba con el propósito de elegir al final del juego de la reina roja. El video sería transmitido durante un minuto, con la promesa de aumentar el tiempo de emisión mientras se siguiera donando dinero, aunque para placer del apostador que habría comprado a aquella dama Alicia, el video sería emitido sin audio para que pudiera hablar con su dama de la forma en que él o ella deseara. —Abre las piernas—expreso el sombrerero interesado en conocer su intimidad y por supuesto esa orden puso un poco más nerviosa a Avery, quien en realidad no sabia o mejor dicho, no recordaba si alguna vez se habría entregado a alguien, pero por la manera en como la habían tratado, casi como si fuera un tesoro, intuyo que posiblemente era virgen. Abrió las piernas, al principio con duda y vergüenza. Miro el espejo en el techo, pero ver la parte inferior de su cuerpo desnudo, no le agrado mucho, así qué cerro los ojos para evitar tener esa imagen en su mente y posteriormente avergonzarse de sí misma por seguir con ese absurdo juego. Avery había dejado de ser virgen hacía mucho tiempo atrás, de no ser por la droga que le habían administrado, habría recordado aquel evento, el cual en realidad no había sido para nada agradable y mucho menos placentero, puesto que su pureza había terminado en manos de un hombre que no conocía y por supuesto, que al igual que el sombrerero, había pagado muy bien por ella. Avery no lo recordaba, pero su vida había estado girando en torno a ese mundo desde muy pequeña, pero no porque se dedicara a vender su cuerpo, sino porque ella alguien importante o mejor dicho la hija de alguien importante. Uno de los requisitos que se solicitaba para aplicar como candidata a convertirse en la reina roja, consistía en tener una amplia carrera como una muñeca de sociedad. Estas chicas eran en realidad mujeres que pertenecían a la elite del bajo mundo de París, hijas, amantes y exesposas de mafiosos, políticos corruptos e incluso millonarios que habían conseguido sus fortunas a base de engaños y estafas. Avery tenía cierta reputación en su mundo, un curriculum amplio que las mujeres en su mundo le envidiaban, puesto que para alguien como ella, era fácil conseguir un pase a ese sitio y al juego de la reina roja. Para las mujeres como ella, ese absurdo y cruel juego tenía la opción de darles libertad y por supuesto la seguridad de saber que una vez que fueran coronadas como la reina roja, nadie las molestaría nunca. Lo hizo, abrió las piernas para mostrar lo que todo el mundo esperaba ver en una candidata, un pequeño tatuaje que le habían realizado a los quince años de edad, la misma edad en que había perdido su virginidad y había sido entregada como una muñeca de sociedad, una chica con la que podían hacer lo que desearan mientras se pagara bien por ello. El sombrerero no si impacto del todo al verla, por supuesto se excitó como cualquier hombre lo haría al ver esa entrada rica y caliente, pero al mismo sintió cierta repulsión al ver esa horrible marca porque sabia lo que significaba para esas personas y sabia en cierta medida lo que Avery había tenido que hacer a lo largo de su vida para conseguir ese tatuaje. Lamento mucho la vida de Avery, pero sabia bien que la mujer que él conocía, no era precisamente una mujer de la que se debiera sentir lástima, al menos no en su cara, ya que era suficiente con que ella misma se odiara. —Enciende el vibrador en tu mano—le ordeno y entonces Avery frunció ligeramente el ceño al mirar el labial que aún sujetaba en su mano. Oprimió todos los botones, pero solo uno de ellos ocasiono que este tuviera una vibración tenue, como para dar una masaje o al menos es lo que pensó Avery— ponlo sobre tu entrada, mi reina. Quiero ver como te tocas con él.
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