Cuando Eduardo llegó a la casa, tocó el timbre, fuera estaba el coche aparcado de Sabrina, por lo que ella estaba allí, necesitaba asegurarse que ella estaba bien, que su condición no había empeorado, no podía dejarse llevar por su enojo y descuidar la salud de ella.
Después de todo Sabrina tenía una enfermedad terminal. Él no podía dejarse llevar por su enojo.
Tocó nuevamente al timbre, viendo que nadie abría, podría estar durmiendo pero con el segundo timbre ya debió despertarse.
Sacó su móvil del bolsillo y le llamó a Sabrina, le daría la sorpresa de que estaba allí.
—Eduardo.—respondió con voz pastosa, como si acabara de despertarse.—¿Qué sucede? ¿Estás bien?
—Si estoy bien.—retrocedió unos pasos y miró hacia la ventana de la habitación de ella.—¿Cómo estás? Solo me sentí muy
