CAÍDA ONCE Tomaron la camioneta de Héctor y se dirigieron hacia el estadio Ciberpink. Las calles estaban llenas de gente que entraba, los autobuses bajaban filas enteras de fanáticos y los carros estaban estacionados en todas partes. Había ruido, música electrónica, puestos de perros calientes y de rosquillas, con gente emocionada gritando. “Nunca entendí todo esto de ser un fanático de los deportes”, admitió Héctor, saludando a la gente alrededor. Tony compró varios refrescos. “Oh, te lo has perdido todo. “¿Tu padre nunca te trajo a ningún juego?” “Mi padre me enseñó a hacer armaduras”. “Eso suena emocionante, pero eso es para ganarse la vida, ¿Correcto? Vamos para allá, puerta C, esos son nuestros asientos”. Héctor siguió protegido por el gordo voluminoso que empujaba a la gente a