—Estamos por aterrizar Katyonak—Me remuevo en mi asiento y me enderezó. Me senté a leer una revista para dejar a Nikolai trabajar y me quedé dormida.
Maldito cambio de horario.
Miro por la ventanilla y veo la luz del día. Nueve horas de vuelo me han dejado desorientada. Miro a Nikolai que está de pie frente a mí. Se ha cambiado y ahora lleva un suéter n***o un poco más grueso y vaqueros desteñidos. Yo me había puesto unos vaqueros y un suéter manga larga blanco
—¿Qué hora es? —Pregunto frunciendo el ceño—Me muero de sueño—digo reprimiendo un bostezo y él sonríe
—Son las once de la mañana en Rusia, pero aun solo son las tres de la mañana en Nueva York —me informa y lo miro mal
—Esto es una mierda—me quejo
—Vamos a ponernos el cinturón—me ayuda a colocarlo y antes de tomar asiento enfrente de mi guarda su portátil. La azafata amablemente retira las bebidas dispersas en la mesa donde Nikolai estuvo trabajando
Mientras él se acomoda enfrente de mi aprovecho y me rehago el cabello con una cola alta y aliso mi suéter
—¿Ya sabes lo que debemos decir? —me pregunta y asiento tratando de organizar mis pensamientos un poco
—Nos conocemos desde hace un año y hemos ido y venido en una relación— Comienzo a recitar el mantra que llevo repitiéndome desde que subí al avión privado de Nikolai—Estamos muy enamorados el uno del otro—no puedo evitar torcer mi gesto—Y si tenías que casarte con alguien, seria con una mujer de la que estuvieras enamorado. Por esa razón nos casamos—concluyo y su expresión no me dice nada de que podría estar pensando
Fantástico
—Bien—dice después de unos segundos en silencio—No cometas errores y menos frente a mi tío Yuri—comenta muy serio
—No soy estúpida Nikolai. Tendré cuidado con él—protesto un poco a la defensiva —La que me preocupa en realidad, es la indiscreción de tú asistente
—No tienes porque—responde y mira alrededor antes de asegurarse de que sigamos solos—Ella sabe lo mismo que le dirás a mi familia—continua—De hecho. A parte de mi abogado, solo tú y yo sabemos del contrato—asiento omitiendo el conocimiento que tienen mis amigas
—Está bien—concuerdo
El avión aterriza y cuando nos preparamos bajar Nikolai me pasa una gabardina larga muy gruesa que me ayuda a colocar.
—Estamos a dos grados y no quiero que te enfermes—dice mientras me ayuda a colocarme un par de guantes— ¿lista? —pregunta antes de dejar un beso en mis labios y colocarse su gabardina antes de tomar el bolso donde guarda su portátil
Le damos las gracias por la atención a la tripulación antes de que la puerta se abra. Sigo a Nikolai el aire helado golpea mi rostro ¡j***r! Estamos a principios de marzo y es casi medio día, pero el frio es rudo.
No quiero ni imaginar cómo son sus verdaderos inviernos.
Nikolai con paciencia me espera y llegamos hasta el coche que está a unos metros del avión. Él conductor tiene la puerta abierta para nosotros y entro temblando como una hoja.
—¿Estás bien? —pregunta Nikolai. Asiento, pero no dejo de temblar. La preocupación se ve reflejada en su rostro. Habla al chofer que ya está en su puesto y este maneja algunos botones en el tablero rápidamente y segundos después puedo sentir algo de calor filtrándose a través de mi ropa
Los inviernos en Nueva York son de temer, pero claramente Rusia se lleva la palma y en definitiva, esto no son las deliciosas playas de República Dominicana, donde mis primos y yo solemos disfrutar de cocteles en la arena y salir a bailar bachata por las noches
¿En qué demonios te metiste Amatista?
Nikolai me atrae e intenta hacer que mi cuerpo entre en calor. El coche avanza saliendo del hangar privado y me refugio en los brazos de Nikolai para entrar en calor. Lugo de un rato me siento mejor. Suspiro de placer al sentir mi cuerpo caliente
—¿Mejor? —me pregunta. Me alejo y lo miro a la cara. Me ve con el ceño fruncido —debí traer algo más abrigado para ti. Yo estoy acostumbrado al clima y no me afecta tanto como a ti
—Estoy bien—digo sacándome los guantes—solo es como tú dices. No estoy acostumbrada a este clima. Solo dime que cuando lleguemos habrá una cama donde pueda dormir mínimo un par de horas más—sé que sueno como una mocosa malcriada pero no soy persona sin mis horas de sueño
—Mi cama nos espera. Pero no para dormir precisamente—me guiña. Le doy un manotazo lo cual lo hace reír. Es tan extraño oírle reír y me alegra ser yo lo que le provoca esa risa
—Tu solo piensas en eso—susurro mirando de reojo al conductor que no se inmuta
—No te entiende—dice—Así que relájate. Puedes decirme cosas sucias—bromea
El auto recorre las calles y veo como se detiene a las afueras de una casa residencial. El portón se abre y entramos a un estacionamiento cubierto
—Hogar. Dulce hogar—Anuncia Nikolai suspirando. Aunque no lo diga está nervioso por la reacción de su padre y yo también. Me pongo los guantes. Tomo el bolso de mano que traje y salgo del coche. Al salir del garaje me quedo sin aliento al ver la hermosa casa de campo frente mi. Es imponente y a la vez se ve cálida.
—Es hermosa—comento con asombro. Nikolai toma mi mano guiándome por el camino hasta la entrada principal.
—Mi madre amaba toda la propiedad— dice en tono duro
—Veo porque—respondo en voz baja. Nikolai no habla de su madre y no le culpo, yo tampoco hablo de mis padres. Llegamos a la entrada y esta se abre antes de que Nikolai ponga la mano en la manilla. Una mujer de mediana edad nos recibe, habla en ruso rápidamente y gesticula sorprendida. Estamos de pie en la entrada, saco de mi bolso de viaje un par de bailarinas negras y me quito los zapatos altos que llevo. Antes de venir hice mi tarea y aprendí algunas cosas. No quiero problemas.
Mientras me calzo las bailarinas dejo de escuchar el parloteo y al mirar al frente, me encuentro con la sonrisa de aprobación de la mujer y la ceja alzada de mi esposo. Esta le dice algo que no entiendo y el asiente.
—Smeni svoyu obuv' (Cámbiate los zapatos) —Dice la mujer dándole una mirada de censura a sus pies
—Da. Vera (Si. Vera) —Responde Nikolai rodando sus ojos
Se acerca hasta un armario cerca de la puerta principal y se quita las botas que lleva por otro par que están en el armario. hay zapatillas de deporte, botas como las que lleva Nikolai y otra variedad que no logro ver.
—Dame tus zapatos—me dice y lo hago para ver como los coloca en el armario se ve tan domestico que me dan ganas de reír— Vera. Podrías sacar a mi esposa de su miseria y hablar para que te entienda—esta ahoga una exclamación y me mira con sorpresa
—¿Zhena? —pregunta mirando nuestras manos con alianzas
—Da. mi esposa—resopla—El idioma—le dice exasperado
—Lo siento—dice dándome una mirada de reconocimiento—Soy Vera. Él ama de llaves de esta casa
—Me llamo Amatista—digo acercándome a ella y tendiendo mi mano la cual ella toma con una sonrisa
—Pasa querida. Ya casi está el almuerzo— dice mientras camina por el salón y la sigo
—La verdad. Es que Amatista tenía previsto dormir un poco—le informa Nikolai llegando hasta nosotras—La voy a llevar a descansar e iré a ver a papá
—Es lo mejor. Pero tú padre no está —Nikolai frunce el ceño —Salió un rato a las oficinas. Dijo que quería ver que todo estába funcionado bien
—Está bien— dice Nikolai encogiéndose de hombros—Vamos—me dice y lo sigo. La casa es moderna y gracias a Dios cálida. Subimos por las escaleras y me lleva por un pasillo antes de tomar a la izquierda y abrir una de las puertas
—Descansa y luego vendré por ti para comer algo ¿está bien?—pregunta quitándose su abrigo
—Esta bien ¿Crees que es mejor que enfrentes a tú padre solo? —pregunto llegando a la gran cama muñida llena de cojines en tonos blancos y azules claros que hacen juego con la colcha. Me saco el abrigo y lo dejo en un mueble cerca de la cama
—Créeme. Es mejor—pasa las manos por su rostro—Mi padre puede ser difícil. Déjame manejar esto por ahora—asiento—Descansa—dice antes de salir de la habitación y dejarme sola
Una vez sola me saco las bailarinas y me recuesto en la cama. No me quiero ni imaginar cuán difícil es el padre de Nikolai y menos como reaccionara al saber que su hijo se casó.