Jelena podía sentir la preocupación de Jerathel y sus demás querubines guardianes. La estaban siguiendo tras el auto de Lucifer, invisibles a la vista de los mortales, pero ella podía ver el brillo de sus poderosas alas doradas en el espejo retrovisor. Lucifer también era consciente de que el escuadrón de querubines los venía escoltando, pero lejos de molestarle, lo tenía un poco tranquilo, ya que también sentía la presencia oscura de varios demonios que claramente no eran secuaces suyos. Eran de Astaroth. No le mentía a Jelena cuando le dijo que el actual regente del infierno estaba esperando el momento indicado para atacarla.
-Mis cosas – recordó Jelena - ¡Y mi Kira! Debo ir por ellas.
-Enviaré a alguien por tus cosas, y por tu mascota – dijo el demonio sin apartar la vista del volan
