El exterior

1038 Words
13 DE NOVIEMBRE DE 2018. Con nostalgia miré el calendario, con un círculo había marcado el día 13 de Noviembre, la fecha de mi cumpleaños. Y también había contado la cantidad de días que llevaba en esté infierno de mierda, exactamente 120 días de fingir ser alguien que no soy, 120 días de dejar que esos imbéciles me toquen de mil maneras y 120 días de pensar una y mil maneras de poder escapar. Está mañana que desperté Román me había dicho que tenía una sorpresa para mí, y estoy que brinco de la felicidad, ese imbécil de verdad piensa que estoy locamente enamorada de él. Lo que es estar encerrada en está maldita casa es totalmente un infierno y bueno, también he perfeccionado mis habilidades y sé podría decir que esos bastardos de mierda están comiendo de la palma de mi mano en esté momento, todo lo que pido es mío y por lo tanto los he hecho gastar una buena cantidad de dinero en cosas caras. —Te ves hermosa Annika –me halaga Amelia. Por el enorme espejo que había en la habitación miré mi reflejo y le sonreí. Para está noche me he vestido con un hermoso vestido rojo que me quedaba como una segunda piel y unos enormes tacones también rojos. Mi cabello estaba recogido en una cola de caballo alta, el maquillaje es perfecto y todo es gracias a Amelia. —Muchas gracias –conteste con las mejillas sonrojadas. Porque sí me veía hermosa. Pero me odié al pensar eso y con fuerza apreté las manos y me sentí mucho mejor al sentir el escozor que ocasionaron mis uñas en las palmas de mis manos. En todo esté maldito lugar he estado buscando un teléfono pero en ninguna parte había un ¡maldito teléfono! Esos hijos de perra los han escondido en no sé en qué maldito lugar. Los odió. Amelia dejó de peinar mi cabello cuando tocaron, por el espejo miré cómo dejó el cepillo en el tocador y caminó a la puerta, cuando la abrió no miré quien era y mucho menos pude escuchar con quién hablaba. Cuando Amelia regresó miré que sonreía. —El señor y el joven King la están esperando en la sala de estar –ella hablaba con una gran emoción, aún sigo creyendo que le lavaron el cerebro. Ya que recuerdo eso nunca le he preguntado cómo es qué ella llegó aquí. —No hay que hacerlos esperar entonces –con una emoción fingida salí de la habitación principal con Amelia siguiéndome por detrás. Por unos segundos me detuve al inicio de las escaleras, tomé una enorme bocanada de aire. —Annika no tienes porque estar nerviosa, recuerdo qué el señor King es tu marido. Oh sí, casi lo olvido. Esos hijos de perra me obligaron a casarme y por ser el hermano mayor Román tuvo la mala suerte de casarse conmigo y mi dedo anular está adornado con un hermoso anillo con una enorme piedra roja. Con mi sonrisa falsa la miré por encima del hombro. —Lo sé, pero no puedo evitarlo. En mi lugar me enderece y comencé a bajar las escaleras y mientras lo hacía la escuché reírse, pero no con maldad. Sin borrar la sonrisa de mis labios caminé a la sala de estar y ahí estaban ellos, Román y Renato se encontraban mirando por el enorme ventanal. Con la voz más dulce que pude fingir hablé. —Chicos ya estoy lista. En el momento en el que terminé de hablar la mirada ambos ya habían recorrido mi cuerpo y eso lo sabía porque sentí como la piel se me había erizado. Renato me sonrió, sonrisa que me dió un asco y Román tan sólo me vió, él no mostró ninguna emoción. Cuando hay personas no lo hacé pero cuando estamos a solas es lo más cariñoso que me da escalofríos nada más quedarme a solas con él. —Feliz cumpleaños Annika y déjame decirte qué te ves preciosa –Renato tomó mi mano y besó la muñeca exactamente el lugar donde sé encuentra mi pulso. Sin dejar la dulzura de lado me reí y me obligué a sonrojarme. —Gracias querido. Que asco. Con tristeza fingida miré a Román. —¿Y tú no me dirás nada? Román apenas sonrió. —Por supuesto que sí mi amor, sólo estaba esperando que mi hermano terminará de mimarte. Cómo no sé movió de su lugar, caminé hacía él y al estar frente a frente, lo tomé del cuello de su camisa negra de vestir y lo hice bajar un poco a mi altura. —Entonces dame mimos ahora tú. Ahogué un grito cuando Román me tomó en brazos y por instinto lo rodeé con mis piernas, gracias a Dios el vestido tenía una abertura en mi pierna derecha. Mi espalda quedó pegada a la pared. —Feliz cumpleaños mi amor. Y entonces me besó cómo un hombre hambriento, cuando sé alejó de mí sonreí, mientras me quejaba. —Roman mi maquillaje. El señor King me acarició las mejillas. —No te preocupes bonita, tu maquillaje no se arruinó. En el momento en qué me dejó en el suelo me paré de puntillas y le susurré. —Como eres mi esposo espero qué ahí afuera no mires a ninguna zorrita, porque sí lo haces dormirás en el sofá está noche. Y me alejé riendo. Tomé la mano de Renato y por primera vez en 4 meses salí de la propiedad King. Sin dejar su caballerismo de lado me abrió la puerta del copiloto y con bastante disimuló subí al coche y volví a reír cuando él me abrochó el cinturón de seguridad y el aliento se me cortó cuando Renato me besó en el único lugar donde soy débil, el cuello. —Renato está noche me gustaría beber hasta perder la memoria. La sonrisa en su rostro tembló un poco pero la sostuvo ahí. —Tal vez Muñequita. Cuando cerró la puerta pude ver qué sé acercó a Román que estaba fumando un cigarro. Por un segundo busqué con la mirada las llaves del coche pero me sentí tan mal por no verlas que quise llorar. Está noche lo voy a hacer.
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