5

1189 Words
"Dos pequeños mellizos dibujan sobre la modesta y vieja mesita que su madre ha destinado para ellos, la habitación que usan es bastante chica y los juguetes no abundan como desearían pero al menos han podido conseguir crayolas de colores en la escuela y sus maestras estuvieron de acuerdo en dejar que se las llevaran –aunque el niño de testarudo carácter se las hubiese llevado aun cuando le hubieran prohibido hacerlo-.   ― Milo, ¿Qué quieres ser cuando seas mayor? ― pregunta su hermana usando mucho color rosa en su dibujo.   ― No lo sé, solo quiero irme lejos de aquí ― responde sin ánimos, su padre le ha dado una buena reprimenda aunque Sophie y su madre no lo sepan.   ― ¿Por qué? ― pregunta inocentemente la niña.   Su hermano no responde, se limita a ver por la ventana la lluvia caer, la realidad para Milo es totalmente diferente a la de Sophie; él odia con todo su ser a su progenitor, detesta a su madre y le desagrada profundamente la situación en la que se ve envuelto pero la única razón por la que no escapa lejos de esos despreciables seres que dicen ser sus padres es la niña principalmente humana que colorea frente a él.   ― Quiero irme porque los odio ― susurra dejando su cuaderno de lado.   ― Bien, yo quiero ser una princesa, para tener un enorme castillo y un príncipe que baile conmigo siempre ― sonríe al enseñar su dibujo principesco.   ― ¿Por qué quieres eso? ― eleva una ceja divertido, ella siempre es su lado opuesto.   ― ¿Por qué no? Quiero ser una princesa ― gira emocionada.   ― Entonces, serás una princesa, te casarás conmigo y nos iremos en un carro costoso por el mundo conociendo todo lo que queramos ― se acerca a ella sonriente.   ― ¿Nos casaremos Milo? ¿De veras? ― pregunta sorprendida.   ― Sí, te prometo que vamos a estar siempre juntos princesa ― ríe mientras se lanzan las viejas almohadas."   ― Milo ― la voz de la joven lo hace voltear sacándolo de su mar de recuerdos pasados y distantes que se ha empeñado en olvidar.   ― Sophie ― susurra viéndola sin saber qué decir o hacer exactamente.   ― Dios, me has preocupado, hace tiempo no te veía ― ella se aproxima subiendo la escalinata hasta él.   ― Lo lamento, no era la intención ― se encoge de hombros.   ― ¿Cómo has estado? ¿Dónde has estado? ¿Te encuentras bien? ― pregunta la pelinegra.   ― Aquí y allá, he estado tranquilo al menos ― responde suspirando ― ¿Y tú? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué te has sentido mal?   ― Supongo que te diste cuenta, es solo que sucedió algo con un niño humano y no pude ayudarlo ― cierra los ojos con pesar.   ― Tienes la mala costumbre de sobre preocuparte por coas que no te competen ― añade negando resignado, nunca va a dejar de ser... ella.   Su hermana sonríe dichosa, sabe que se ha preocupado por ella pero su personalidad no le permite demostrarlo por lo que toma la iniciativa y se lanza a él en un abrazo que llevaba años sin ser dado. Todo lo que ha pasado, todo lo que han peleado, lo que se han odiado y querido a la vez está allí pero los hermanos siempre serán hermanos, no importa cuánto tiempo pase ni cuántos acontecimientos los separen, nunca dejas de amar a tu propia sangre, es imposible.   ― ¿Sabes que a pesar de todo te quiero? ― suelta de pronto con cariño, ansía poder hacerlo algo por su hermano, aunque sea hacerlo sentir querido.   ― No entiendo porque Soph ― responde por lo bajo, no cree ser merecedor de amor ni de nada más.   ― Ni yo, pero aquí estoy ― suspira separándose y viéndolo. ― Eres mi hermanito.   ― Y tú la princesa que deseabas ser, con un castillo y un príncipe ― suelta de pronto.   ― ¿Qué? ― sonríe sin creerlo. ― ¿De qué hablas? ¿Princesa?   ― Solías decirlo cuando éramos niños, dibujabas princesas con largos vestidos y castillos rosas ― ríe.   ― Y tu ibas a casarte conmigo ― ambos ríen. ― Te extraño Milo.   ― Siempre estoy cerca ― le sonríe para alejarse caminando a paso parsimonioso girando sobre su eje para verla antes de desaparecer. ― Yo también te extraño.   Si bien su relación no ha avanzado mucho desde que Armes desapareció al menos pueden verse, hablar de vez en cuando y poco a poco ir dejando atrás todos los rencores que alguna vez surgieron; para Evelyn la felicidad de Milo es primordial pero entiende que si el no hace algo al respecto por cambiar la situación entonces solo resta estar presente para lo que pueda necesitar, una vez el mestizo lo dijo, que no había nada más para él, que su vida había acabado hacía mucho tiempo ya y no se equivocaba.   Apenas la ojiverde pone un pie dentro de la mansión es jalada por su cuñada que divertida la lleva al salón principal donde una de las más importantes modistas de su entorno las espera sentada en el sofá charlando con Ivoh tranquilamente, la mujer la observa unos momentos de arriba abajo por encima de sus finos anteojos para ponerse de pie y acercarse a ella con una sonrisa aprobatoria girando a su alrededor con una caminata lenta y evaluadora, tomando notas en una libreta colorida.   ― Es un placer conocerte finalmente Evelyn, me encargaré de diseñar y preparar tu vestido de novia y el atuendo que tú y Calendra llevarán a la celebración del joven Kauris ― le sonríe. ― Debo decir que eres bastante bonita, más de lo que imaginé, una esbelta figura que podemos resaltar fácilmente, me encantará trabajar contigo.   ― Oh, gracias, el gusto será mío ― responde viendo a Ivoh sonreír.   ― No perdamos el tiempo, quiero que los vestidos que usemos en la celebración sean deslumbrantes ― agrega Calendra emocionada.   Mientras las mujeres charlan y Draco molesta a su hermana con comentarios malintencionados Ivoh se adentra en la cocina buscando estar solo y tranquilo, lleva la mano a su pecho, da una bocanada de aire sintiéndose pero que nunca y deja caer su cuerpo sobre la pared para deslizarse hasta tocar el suelo; cierra los ojos, una punzada se centra allí donde el malestar nace provocando que su cuerpo se contraiga en busca de alivio.   ― Amigo, tenemos que decirle a tus hermanos y a Evelyn ― Aléh se acerca ayudándolo a ponerse de pie, lo ha seguido apenas desapareció de la sala.   ― No, no tengo idea de porque esto ocurre y no quiero que se preocupen ― añade con dificultad.   ― Sabes que es por tu creador, tiene el poder de influenciarte y manejarte a su antojo ― Aléh lo observa.   ― Imposible, Milo dijo que fue armes quien me convirtió cuando era un niño y él ha muerto ― niega confundido, no cree que pueda estar con vida.   ― ¿Y si realmente no murió? Todas las condiciones que tienes y lo que sientes son síntomas propios de la influencia de un creador con su sirviente ― Aléh toma asiento frente a él ― Si es así, tienes que decirle a Evelyn.   ― Tiene muchos problemas por ahora, déjala, ya encontraré el momento para hablarle y explicarle ― cierra los ojos sintiéndose cansado, por primera vez necesita dormir.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD