Punto de vista de Travis
Regresé a casa después de la patrulla en las primeras horas de la mañana, justo cuando la niebla matutina se levantaba del suelo. Tenía que estar en la estación a las ocho, que estaba a pocas horas de distancia, pero estaba acostumbrado a dormir unas cuatro horas en mis noches de patrulla. Normalmente me ponía al día los fines de semana ya que no tenía nada más que hacer. Claro, saldría con los chicos, pasaría el tiempo pescando con Juan o holgazaneando en la casa; sin embargo, la mayor parte de mi tiempo libre lo pasaba haciendo un montón de nada. Estaba literalmente congelado en el tiempo, esperando.
Y cuando eso se volviera monótono... esperaría un poco más.
Lo que estaba esperando… no podía decir exactamente que era. Sin embargo, los últimos días me había sentido mejor acerca de mi situación, aunque no estaba seguro de por qué. Era algo que no podía identificar y, por una vez, no iba a entrometerme. Estaba cansado de tratar de resolver todo la mayor parte del tiempo; Iba a dejar que esto sucediera.
Si me ofrecieran un buen día, entonces lo tomaría.
Me desperté el miércoles por la mañana después de mis dos horas y media de sueño sintiéndome algo descansado. Miré mi teléfono que había estado sonando junto a mi cama durante casi media hora. Sabía de qué se trataba antes de abrir el texto.
Viernes. En casa de Brad. Por favor trae cerveza... Aparento 21. ¡No es justo!
Le envié un mensaje de texto apresuradamente, queriendo sofocar a mi compañero de manada más joven, Zeke. Los chicos más jóvenes que compartían una pequeña cabaña estaban teniendo una fiesta con algunas chicas de la secundaria y querían desesperadamente que les comprara cerveza para la ocasión. Sacudiendo la cabeza, le devolví el mensaje.
Estaré allí, pero no puedo comprarte cerveza, hombre. Se realista. ¿Hola, soy policía... recuerdas?
Me reí mientras entraba en la ducha de cristal de la suite principal. Me sentí mal por ellos: los lobos más jóvenes todavía tenían técnicamente menos de veintiún años, pero parecían tener veinticinco durante más años de lo que era realmente justo. Sus identificaciones indicaban sus edades reales, lo que hacía imposible que compraran alcohol. No es que funcionara muy bien: el calor de nuestro cuerpo dificultaba mantener algo en nuestros sistemas por mucho tiempo, pero a veces los niños pequeños lo intentaban. Realmente no tuve ningún problema en comprarles cerveza; después de todo, eran responsables, trabajadores y habían experimentado más que la mayoría de los adultos a la edad de cincuenta años. Personalmente, no pensé que los seis dividiendo una caja o dos de cerveza fuera lo peor del mundo, especialmente porque rara vez conducían a ningún lado y solo se emborrachaban durante una hora como máximo.
Cody, Brad y Zeke compartían el alquiler de una pequeña cabaña entre Forks y La Push, no muy lejos de mí. Mi casa estaba a mitad de camino entre los dos pueblos, y Jake y Rose aún vivían en la cabaña que pertenecía a sus padres. El resto de la manada todavía residía en La Push, por lo que estábamos bien cubiertos si surgía una emergencia.
Mientras caminaba hacia el trabajo, me quité el cabello aún húmedo de los ojos. Estaba desgreñado y necesitaba un corte, pero cuanto más corto era, más viejo tendía a parecer y... bueno, sentía mi edad por dentro, y no necesitaba que me lo recordaran.
Silbé mientras sacaba la silla de mi escritorio y me dejaba caer. Juan no dijo nada mientras hacía clic en su computadora, ignorando mi alegre entrada como de costumbre.
—Buenos días— bromeé, asintiendo hacia él por encima de la pequeña partición. Gruñó una respuesta, mirándome.
—Buenos días, Trav. Estás de buen humor hoy. ¿Saliste tarde anoche?— preguntó, levantando una ceja hacia mí.
Tuve que reírme de mí mismo. Esa era la manera que tenía Juan de preguntarme si tenía patrulla. Una vez que él y mi madre se casaron, ella finalmente soltó los frijoles sobre nosotros convirtiéndonos gradualmente en animales gigantes. Él, por supuesto, sabía lo de Jake, y había adivinado que algo pasaba con todos nosotros. No puedo decir si estaba sorprendido o aliviado de saber que Isa y Jake no eran los únicos raros que andaban por Forks. Desde que Jake se había colocado frente a él cuando nació Rose, sabía que algo estaba pasando por estas partes. Me había hecho algunas preguntas a lo largo de los años, y yo se lo había dicho de buena gana. Sabía que éramos una manada, y sabía que manteníamos los problemas fuera del área... simplemente no sabía cuál era ese problema. Tampoco sabía lo que era su hija o su familia, aparte de la suerte de ser tan bonita. Él optó por no hacer muchas preguntas al respecto. Sin embargo, era mi familia ahora y cualquier pregunta que quisiera hacer, respondería. Él no era exactamente conocido como un chismoso de todos modos.
—Sí, bastante tarde. Pero estoy acostumbrado— me encogí de hombros, bebiendo un sorbo de café solo.
Le sonreí a sabiendas y él negó con la cabeza con una leve sonrisa. Le había llevado algunos años, pero creo que estaba acostumbrado. Juan confiaba en mi hermana y en mí, y creo que rápidamente se dio cuenta de que nunca lo lastimaríamos. De hecho, creo que lo hizo sentir mejor acerca de mi elección de convertirme en policía sabiendo que no podría lastimarme tan fácilmente. Juan rara vez se preocupaba por enviarme a situaciones remotamente peligrosas. No conocía los detalles de la manada, como cuántos éramos, o cómo funcionaba la fase, pero... creo que sabía lo suficiente.
Tuve que reírme… a veces él seguía la política de información de Jake, 'solo lo que se necesita saber'.
—¿Todo salió bien?— Preguntó, fingiendo interés. Me reí para mis adentros, asintiendo.
—Sí, Juan, todo bien
Dio un sorbo a su café, dirigiendo su atención a un portapapeles frente a él.
—El turno se abrió el viernes por la noche. ¿Lo quieres?
Negué con la cabeza.
—No, tengo planes, pero gracias
Él me miró con escepticismo por un segundo antes de recuperar su habitual cara de póquer. Tosió una vez, tratando de enmascarar su diversión.
—¿Planes?
Asentí, haciendo clic en mis correos electrónicos en el escritorio rústico frente a mí.
—Sí, Juan, tengo una vida— respondí con voz monótona.
—Hay un uh... viaje de pesca que me olvidé?— preguntó de repente, mirando su calendario en su escritorio. Me reí, echando la cabeza hacia atrás. Dios, incluso Juan pensó que era un perdedor sin remedio. A veces íbamos a pescar los viernes por la noche después del trabajo, y claramente pensó que eso era a lo que me refería.
—No, algunos de los muchachos están teniendo una fiesta, pensé en hacer una aparición. Nada de pesca, lo siento.
Él asintió, luciendo algo aliviado de no tener que ir a pescar por alguna extraña razón. Normalmente nos gustaba pescar en las tardes de otoño; los peces se movían más lento por la noche.
—Parece que tenías algo planeado de todos modos. ¿Gran cita nocturna con mamá?
Sacudió la cabeza.
—No, eh... solo quiero estar en casa. La chica de Leilah está en nuestra casa ahora, y solo quiero estar cerca en caso de que necesite algo. Parece tímida
Asenti.
—Cierto... La hermana de Rina es Leilah, ¿verdad? ¿Cómo dijiste que se llamaba?
—Brooke— respondió, sin levantar la vista de su papeleo.
—Sí, ¿cómo va eso?
Él resopló para sí mismo, tomando otro sorbo de café.
—Bien, excepto que un lobo se acercó demasiado a la casa anoche... aulló o algo así... la asustó muchísimo
Mordí mi labio y traté de no sonreír mientras me miraba deliberadamente.
—Eso es muy malo— dije, sacudiendo la cabeza y siguiendo el juego— Ella tendrá que acostumbrarse a los lobos en estos lugares— le respondí con una voz arrogante.
Él asintió, tratando de no sonreír, estaba jugando.
—Solo espero que recuerden que es una niña pequeña asustada en un lugar nuevo y que se tomen las cosas con calma con los aullidos y correteos en el patio mientras se acostumbra a las cosas— murmuró, recogiendo el periódico. Me reí, recostándome en la silla de mi escritorio mientras comenzaba a planificar mi día.
Me sentí mal por asustarla y distraídamente me pregunté si debería retroceder cuando se trataba de patrullar por su casa
—Espera, Juan, ¿cuántos años tiene?
—Bueno… joven. Tiene dieciséis años.
—Oh... bueno, entonces es casi una adulta, perfectamente capaz de aprender a vivir con lobos a su alrededor
—Travis— se quejó, interrumpiéndome. Le sonreí.
—Lo siento. Me tranquilizaré. No quiero asustarla
—Gracias— asintió hacia mí, rodando los ojos poco después.
Me reí de sus payasadas que eran graciosas sin que él lo supiera; Juan podía ser tan entretenido a veces.