Después de la cena, escapé de nuevo a mi habitación y traté sin éxito de hacerla más como en casa. No sabía cuánto tiempo estaría en ella, pero me volvería loca si no la hiciera al menos un poco mía. Subí algunas fotos de casa y de mi madre, saltándome las fotos de amigos. De alguna manera, mis amigos de casa se sentían como... traidores. Nunca me habían dicho que necesariamente debería hacer las cosas malas que hice en Phoenix. Sin embargo, tampoco me dijeron exactamente que no lo hiciera.
Había estado tratando de decorar mi habitación durante aproximadamente media hora cuando un automóvil se detuvo en la casa. Escuché la puerta principal cerrarse de golpe y fruncí el ceño; ¿Ahora que? Escuché conversaciones en la cocina, y luego, poco después, pasos que subían los escalones.
Me congelé cuando de repente una cabeza de cabello n***o oscuro y ondulado se asomó por mi puerta.
—Hola... Brooke— se burló juguetonamente, haciendo rebotar el resto de su pequeño cuerpo.
¿Por qué siempre dice mi maldito nombre así?
—Oh, Clara— respondí rotundamente, volviendo a la parte superior de la cómoda que estaba arreglando. Tal vez si la ignoraba se iría. Había sido un día largo y realmente no estaba de humor para recibir visitas.
—Así que esta es tu habitación— observó, revolviendo mis maletas sin empacar y montones de basura. La miré por encima del hombro.
—¿Y?
—Nada, es tan... sencilla. Quiero decir... ¿el color? ¿Aqua? ¿De verdad Juan?— ella se rió. Sus ojos oscuros se agrandaron y miró detrás de ella hacia la puerta abierta— Ooops, espero que no me haya escuchado
Le resoplé.
—Tienes una boca grande— le espeté antes de que pudiera pensar.
Mierda, ahora esta chica va a pensar que soy una completa perra y me odiará... buen trabajo
Esperaba que hiciera lo de 'chica popular' y me echara la bronca después de mi comentario, pero no lo hizo. Fue literalmente como si rodara por su espalda como el agua lo haría con un pato.
—Lo entiendo— reflexionó, recogiendo una foto en mi escritorio. Arrojó un largo rizo sobre su hombro, suspirando mientras miraba las fotos que estaba preparándome para colgar.
—Me lo puedo imaginar— dije en voz baja. Ella me miró mientras arreglaba las pequeñas chucherías en la parte superior de uno de los tocadores.
—¿No tienes muchos amigos en casa?— preguntó. La miré rápidamente, sorprendida de que me preguntara tal cosa. Esta chica tuvo las agallas de preguntarme algunas de las cosas que nadie más hizo.
—Tengo amigos— espeté, acercándome a ella. Arranqué la foto de mi antigua casa de sus dedos y la miré.
—Bueno, es solo que no tienes muchas fotos de amigos para poner— reflexionó— Parecía que no tenías amigos en casa. ¿Es por eso que te mudaste?—preguntó. Le di una mirada incrédula y ella se mordió un lado del labio. —Lo siento.
Resoplé y arrojé la foto sobre el pequeño escritorio.
—¿Por qué estás aquí, de todos modos?— Mi paciencia con esta chica entrometida se estaba agotando.
—Acabo de venir con mi mamá. Ella trabaja con Sara... tenían cosas de trabajo que discutir. ¡Quién sabe!— se rió. La miré de forma extraña de nuevo mientras caminaba de regreso a la cómoda. Prácticamente la había insultado dos veces desde que había estado aquí y, sin embargo, a ella ni siquiera parecía importarle. Ella estaba pasando de mí.
Clara continuó hurgando en mi habitación y yo continué arreglando las cosas como me gustaban. Solo quería que esto se viera y se sintiera como en casa.
De repente, un movimiento abajo me sobresaltó.
—¡Ay dios mío!— Jadeé, volando hacia la ventana. La cabeza de Clara se levantó de golpe.
—¿Qué es?— preguntó, moviéndose para pararse a mi lado. Observé, entrecerrando los ojos en la oscuridad del césped de abajo, mientras algo enorme y de color arena se retiraba entre los árboles. Agarré su brazo y jadeé, temblando ligeramente.
—¡¿Viste eso?!— susurré, mi voz temblaba de miedo. Acercó la cabeza a la ventana de cristal y trató de ver.
—¿UH no?— ella bromeó, parándose derecha.
La miré boquiabierta.
—Tenías que haberlo visto. Era como... ¡el lobo más grande que he visto en mi vida! Apuesto a que es el mismo que estaba aullando ahí afuera anoche... oh Dios...— Entré en pánico, todavía agarrando el brazo de Clara. Ella hizo una mueca y me sacudió. Ella negó con la cabeza y caminó hacia el escritorio.
—¡Oh, estoy segura de que no fue nada!
—Lo vi, Clara. ¡Era un lobo! ¡Un lobo enorme!
—Son solo lobos. Estás en Washington ahora. Simplemente me acostumbraría— respondió con indiferencia. La vi echar otro vistazo alrededor de mi habitación, sus ojos escaneando su entorno.
¿Por qué no estaba más preocupada?
—¡Pero, solo había un lobo gigante en mi patio trasero! ¡Era del tamaño de un oso! ¿Por qué a nadie más por aquí le molesta nada de esto?— Me enfurecí, mirando hacia atrás a la ventana en la oscuridad.
Ella resopló y sacudió la cabeza hacia mí.
—Brooke, vamos. Simplemente no vayas deambulando por el bosque por la noche. Nunca he sido atacada por nada, y he vivido aquí toda mi vida. Relájate— dijo con frialdad.
¿Algo molestó a esta chica?
—Bueno, estoy segura de que mi mamá ya casi ha terminado, así que me iré. Si alguna vez quieres pintar tu cuarto, me llamas y...
—¿Por qué querría pintar mi habitación? Me gusta como esta— le espeté.
Se detuvo a mitad de la frase, sus ojos oscuros se abrieron ligeramente.
—Lo siento. Estaba asumiendo que querrías cambiar este...
—¡Clara!— Una voz resonó en las escaleras. Se detuvo de nuevo, dándome una sonrisa torcida.
—Me tengo que ir. ¡Nos vemos mañana!— gorjeó, girando sobre sus talones. Salió de mi habitación y me quedé sola otra vez. Nerviosamente volví a mirar por la ventana, temiendo lo que vería.
No vi nada. Solo el patio trasero, cubierto de hojas y ramas que Juan aún no había recogido hasta ahora.
Esa noche en la cama, di vueltas y más vueltas.
Sin embargo, esta noche fue una pesadilla diferente. Soñé que me perdía en los bosques profundos y oscuros de Washington, incapaz de encontrar la salida.
La maleza se estaba volviendo más y más espesa a medida que caminaba para tratar de encontrar ayuda. De los árboles y los helechos parecían crecer manos amenazantes que tiraban de mi ropa, tratando de mantenerme atrás. Entonces, de la nada, un par de ojos amenazantes aparecieron en la oscuridad.
La luz de la luna brilló sobre ellos, haciéndolos brillar en la oscuridad. El animal tiró de sus labios hacia atrás para exponer una fila de afilados dientes como dagas que estaban esperando para desgarrarme en pedazos.
Grité y corrí, tratando de abrirme paso a través del denso bosque, pero fue inútil. El animal parecía moverse con total facilidad mientras me perseguía en la oscuridad. Me di la vuelta para ver si me estaba alcanzando y tropecé con la raíz de un árbol. Me di la vuelta justo a tiempo para verlo abalanzarse sobre mí, con las mandíbulas abiertas y los ojos brillantes.