Nunca el ambiente habría podido sentirse más pesado, que cuando se está malherido en completa soledad y a merced de la suerte, es allí cuando se cae en la cuenta de las cosas que en realidad importan más. Yun tiritaba de frío, de rabia, miedo e impotencia. Aquella cueva apenas brindaba algo de cobijo y la negrura de la noche ni siquiera daba oportunidad de visualizar el mínimo. El príncipe había dejado a Siu dentro de la pequeña cueva y mientras la luna le brindaba algo de luz, él logró juntar unas cuantas ramitas, con lo que sus últimas reservas de energía le permitieron la movilidad. Pero desafortunadamente un cúmulo de nubes más negras que la misma noche, taparon la poca iluminación que pudo haber en los alrededores. Los árboles tampoco ayudaban, ya que al ser tan altos, a puras penas