La tragedia había comenzado y ni el príncipe Shun, ni el emperador Heng tenían idea. Ellos seguían haciendo oración y no deseaban ser interrumpidos. Aquello no se iba a cumplir, porque de un momento a otro Jin entró corriendo con zapatos dentro del palacio, y sin tener ningún tipo de respeto al entrar en la capilla. —¡Padre, hermano! ¡Hay una emergencia enorme en el pueblo!, ¡tienen que venir rápido! —Las expresiones apesadumbradas de emperador y príncipe heredero se habían desfigurado a unas de molestia total. —¿Pero qué falta de ética y respeto es esta, Jin? Nunca te he criado con antivalores y tú osas a salir del palacio cuando te viene en gana y a pasar por encima de mí. Te desconozco por completo —regañó Heng, mientras Shun lo veía con mirada de desaprobación. —Padre, después me re