De un salto bastante acrobático, Jin bajó al otro lado y con seguridad se acercó para ver qué querían a esa hora. «¿Pero qué querrá ese señor? Definitivamente no podría ser sobre mi hermano, no es ninguno de los ninjas de palacio», pensó mientras su intriga crecía más. Se trataba de un señor de mediana edad que había dejado el carruaje un poco atrás de él; traía la ropa sucia, como si hubiera sufrido un accidente o algo por el estilo. —Buenos días, ¿en qué se le puede ayudar?, ¿de qué se tratan esas buenas noticias para el Emperador? —inquirió Jin con seriedad mientras guardaba su distancia. —Perdón, pero necesito hablar con el Emperador en persona, o al menos con alguien del Consejo para que le transmita el mensaje. Si me dejaran pasar cuanto antes sería mejor, es muy urgente —respondió