Otra agónica madrugada se presentaba en el palacio de Ciudad Prohibida; una más con insomnio y desesperación. Los curanderos hacían todo lo que estaba a su alcance para reanimar al príncipe Shun, quien luego de despertar tuvo una fuerte crisis que le impedía respirar y sus signos vitales estaban demasiado débiles como para guardar reposo. Era una lucha constante entre la vida y la muerte. El príncipe Jin y el Emperador Heng esperaban con ansiedad y miedo el veredicto que dictara el médico jefe sobre si habían posibilidades para que sobreviviera o debían atenerse a lo peor. Padre e hijo estaban sentados en silencio, y Jin tenía unas ganas terribles de fumar un cigarrillo para calmarse, pero sabía que no debía hacerlo por respeto a su progenitor. Jin suspiró hondo, con la cabeza hecha un l