El príncipe Yun quedó solo en la habitación mientras su conflicto interno crecía con cada segundo. Una parte de él le decía que era lo mejor, ya que así la voz de los chismosos llegaría a oídos de su familia y sabrían que él estaba bien. Por otra parte, no deseaba armar un escándalo innecesario y menos cuando se sentía perseguido por seres diabólicos que amenazaban a diestra y siniestra. «Tendré qué esperar a que el universo actúe según lo que convenga. Necesitó llegar a casa pronto —se dijo Yun mientras se recostaba —Además... ojalá se me permita verla, necesito enterarme de todo no por boca de una enfermera, sino con mis propios ojos». A esos pensamientos rondando su cabeza, uno más se sumó a sus tormentos. Aquella incertidumbre de pensar si fue él quien falló buscando al Fenghuang, o