CAPÍTULO 4
—Mírate, por Dios.
Bajo la vista hacia su abdomen lleno de sangre. Hago una mueca pensando en lo mucho le debe doler y él actúa como si no pasa nada.
—Nena, estoy bien.
—Eso no luce bien, Stefan —respondo molesta—. ¿Dónde hay un botiquín? —pregunto, haciendo que Stefan suelte una carcajada que se escucha por toda la habitación.
—Nena —se acerca a mí tomándome de la cintura—, soy un hombre lobo, por si no lo recuerdas.
—Si lo recuerdo, pero esa herida no parece sanar —señalo la herida abierta en su abdomen, que para ser honesta se ve realmente mal.
—Se una forma de curarlo rápido —me toma más fuerte, probablemente manchando mi ropa de sangre, aun así no me importa—. Dicen que los besos—, se acerca a mi cara—. Puedo apostar que especialmente los tuyos —se acerca aún más—. Son la cura para toda herida —puedo sentir su aliento en mi rostro, se siente tan bien.
—Déjame decirte —hago que nuestros labios se rocen—. Que son la cura para el alma, idiota —frunce el ceño mientras me alejo de él.
—Soy un idiota que amas besar.
Se acerca a pasos lentos por lo que me alejo, tropiezo con la pared torpemente, lo que el aprovecha para rodearme entre sus brazos con fuerza. No tengo tiempo de hacer nada, sus labios reclaman los míos con posesividad mientras aprieta mis nalgas subiéndome hacia él, enrollo mis piernas en su cintura y dejo mi mano en su nuca profundizando más el beso.
Cuando nos separamos desliza su lengua por mi cuello suavemente, chupando y mordiendo a su paso.
—Pero soy tu idiota —dejo mi cabeza con la de él, mirándolo fijamente, mirando esos ojos que me quitaban y aún me quitan el sueño, rápidamente dedico mi atención a su herida.
—Mi idiota —murmuro tomando aire—, necesitas un baño.
—¿Qué insinúas? —me dice divertido.
—Que hueles realmente mal —le sigo el juego.
—Mira qué casualidad —se acerca a mi cuello, aspirando mi olor—. Tú también ¿Y si nos bañamos juntos, sabes, para ahorrar el agua?
—No, me gusta ahorrar el agua con chicos guapos —mala idea Alice, me digo a mi misma. Sus ojos ahora se tornan oscuros, haciendo notar su enojo.
—Mía —gruñe molesto—, solo ahorras agua conmigo —me agarra nuevamente, esta vez fuerte.
Le dedico una mirada divertida, haciendo que se moleste aún más.
—Anda a bañarte —me suelto de su agarre, camino hacia la puerta, abriéndola un poco—. No soy tuya, hermoso —gruñe aún más fuerte, acercándose—, soy del mundo —chillo saliendo de su cuarto corriendo.
Corro hacia la sala, escucho su voz gritar mi nombre, cosa que ignoro.
—¿Así que eres del mundo? —pregunta Claire divertida.
—¿Así que escuchando conversaciones ajenas? —contesto de la misma forma.
—No —rueda los ojos—, sabes que no se puede escuchar nada, lo dijiste cuando estabas en el pasillo. Le dije lo mismo a Aiden y paso más de una hora diciendo que era solo de él él y él.
—¿Paso algo más? —inquiero con una sonrisa pícara en mis labios, sabiendo que sí ocurrió algo más.
—Sí —Claire en este momento es similar a un tomate—, está realmente dotado.
—Claire no —chillo alarmada levantando las manos—, no me interesa saber de los atributos de mi hermano.
—Bien ¿Practicamos? —saca su arco, no me había dado cuenta que tiene el arco en la mano.
—Claro.
Claire y yo nos encontramos practicando tiro con arco, y sentí unas manos cálidas en mi cintura, haciendo que me relajara completamente.
—Lo haces muy bien —le digo.
—Gracias.
—La manada necesita más que garras amigo —grita Claire, llamando la atención de Stefan.
—No lo creo.
—Tú mismo lo dices, hay omegas débiles —digo, observando que si se bañó.
Ahora lleva un pantalón de chándal gris y una camiseta blanca pegada a su pecho, noto más su pecho bien trabajado. Sin duda debe que ponerse más camisetas así.
—¿Por qué no entrenarlos, y hacerlos fuertes? —propuso Claire.
—No —Stefan gruñe desaprobando su idea.
—Una manada es fuerte cuando todos los son, Stefan —contraataco, apoyando a mi amiga.
—No —vuelve a decir con severidad.
—Yo les enseñaría, Claire y yo —propongo con insistencia.
—Dije no —utiliza su voz de alfa —soy el alfa, y si digo no, es no.
—Bien alfa —dice Claire en voz alta y una pizca de miedo, yo solo tomo mi arco y me retiro de ahí.
—Alice —escucho su voz detrás de mí—, nena. Lo siento, ¿Sí?
—¿Qué necesita, alfa? —pregunto molesta.
—Alice, no quiero que salgas lastimada.
—¿Qué necesita, alfa? —pregunto nuevamente. Estoy demasiado molesta para hablar con él.
—Alice —gruño en voz baja frunciendo el ceño.
—¿Qué nece...? —Mi voz es interrumpida por sus manos fuertes, ahora me encuentro en su hombro como un saco de papas —suéltame Stefan—. Digo furiosa, dándole golpes en su espalda.
Y muy por dentro, esperando que el viaje sea largo, ya que realmente estoy disfrutando de la vista de su espalda ancha, y trasero bien formado.
—A ti —habla finalmente. Me baja de su espalda, para sostenerme con mis piernas enrolladas a su cintura—. Te necesito a ti.
—Y yo necesito que dejes de tratarme como una niña, tengo dieciocho años, amigo, soy mayor de edad, libre y capaz de elegir cualquier decisión sin ayuda de nada o nadie.
—Así tengas sesenta eres mi mate, quieras o no —Stefan vuelve a su faceta de mandón—. Y ayudaré con cada decisión que tomes, así seas capaz o no de hacerlo estaré ahí, ayudándote, y cuestionando cualquier decisión que te haga estar en peligro, como esta, ¿Te imaginas si algo te pasa por enseñarle tiro con arco a alguna persona de la manada? Yo solo...
—Basta —lo interrumpo—. Déjame decirte que he pasado mucho tiempo practicando y no me ha sucedido absolutamente nada, incluso he tenido flechas de plata en mis manos, amor —Stefan empalidece por la información que le he dado hace unos segundos—, ballestas, ¿Quieres que siga?
—No. Y déjame decirte que tienes prohibido de ahora en adelante tocar cualquier arma que pueda hacerte daño.
—Perfecto, nunca usaría nada que me haga daño, así que si me permites iré a practicar con mi arco.
—No, lo tienes prohibido ¿No me escuchaste? Arcos, ballestas, pistolas, cualquier cosa que pueda hacerte daño.
—¿Qué? ¿Estás loco? No puedo, he pasado toda mi vida haciendo esto, no puedes venir y simplemente prohibirlo.
—Sí que puedo.
—No, no puedes.
—Claro que si puedo ¿Quieres observar?
Voy a salir del cuarto, pero lo evita poniéndose en el medio.
—Te dije que no volvieras a tratar de huir de mí.
—No me interesa.
—Alice.
—Stefan.
Esa es la gota que derrama el vaso, Stefan me besa pero no correspondo su beso por más que mi loba y yo nos estamos muriendo por hacerlo.
—Te dije que no trataras de huir de mí, ahora abstente a las consecuencias —deja rastros de besos cortos en mi hombro clavícula y cuello—. Quiero que sientas lo que siento y pienses lo que pienso, no quiero que te alejes de mí —besa el lugar donde debe estar mi marca con maestría, mordiendo chupando y acariciando—. Eso pasara cuando estés preparada —se incorpora, dejándome en mi habitación, caliente y esperando su mordida—. Buenas noches, luna. Y recuerda —dice antes de cerrar la puerta—. Eres mía.
Me acuesto en la cama boca abajo tapando mi cara, tratando de pasar mi molestia, cuando alguien toca mi puerta.
—Hola cariño —dice una voz que conozco perfectamente, la voz de mi madre—. ¿Puedo pasar? —Asiento con la cabeza aun tapándome con las sabanas, siento su peso en mi cama—, Así que ¿Stefan, no?
—Sí mamá —gruño cansada—, Stefan.
—Aún recuerdo cuando conocí a tú padre —bien, aquí vamos—. Era un grano en el trasero.
Un momento, ¿Qué? Me volteo finalmente para escuchar a mi madre.
—Era realmente posesivo Alice, era y lo es, incluso reaccionaba igual o peor que tú, pero con el tiempo me di cuenta que me encantaba lo posesivo que era, y la forma de marcar su territorio, y que si algún día no le llegara a importar me haría mucho daño.
—Mamá, Stefan me prohibió usar mis armas, ¿Sabes lo que significa eso para mí, verdad? Es lo único con lo que me puedo defender.
"—No Alice, no es así" Escuche esa voz en mi cabeza que me hablaba todo el día, molestado y cuestionando cada decisión que daba.
—No amor —mi mamá desliza un mechón de mi cabello suelto detrás de mi oreja, acomodándolo—. Te aseguro que no es así, pronto lo verás. Buenas noches, amor —dice y se va.
Bien, no entiendo, pero bien, luego de un maratón de mis series favoritas, caigo rendida en mi cama.
La luz de mi ventana da en mi rostro, pero no es precisamente eso lo que me despierta, son los golpes, alguien toca la puerta de mi cuarto como si se trata de vida o muerte.
—Voy —grito con voz ronca, pero los golpes aumentan más—. Dije voy, j***r.
Abro la puerta sorprendiéndome, veo Irina con el maquillaje corrido y ojos rojos, como si hubiese llorado mucho.
—Corre Alice, ve al refugio.
—¿Qué? —pregunto sin entender nada.
Me paro en seco, sintiendo cómo si me hubiesen desgarrado el corazón, o aún peor, me hubiesen quitado una parte de él. Escucho gritos, de mi nombre, diciéndome que corra, que me esconda, pero duele mucho, demasiado como para realizar cualquier acción.
—Alice —grita Irina jalándome detrás de ella.
—Ve —murmuro bajo, el dolor no me deja hablar.
—¿A qué te refieres con ir?
—Vete. Al refugio, vete.
—No puedo, no sin ti.
—Vete —grito como lo hizo Stefan anteriormente, con voz de alfa, lo cual hace que ella me vea boquiabierta—. He dicho que te vayas —grito nuevamente, haciendo que ella asienta con la cabeza, sale corriendo mirando hacia atrás, esperando alguna acción de mi parte.
"—Es hora de salir, Alice" .
"—No Kya, aún no es hora de salir".