Capitulo 2 (Parte II): Novia

1670 Words
NICOLE — ¡Nicole! —Escuché un grito en plena mañana, interrumpiendo el sueño que al fin había logrado alcanzar muy avanzada la noche. Me pueden llamar loca, pero estar en esa casa y pensar en mi papá me hacía revivir la furia contra él en automático. No se me olvidaba aquella pelea, y sí, me podrán llamar resentida, pero no podía hacer más. — ¡Nicole! —Escuché de nuevo el grito de alarma. Abrí los ojos alarmada cayéndome al suelo por el susto. Me pegué de lleno en el cu**lo, bonita manera de empezar mi día. Me levanté con mucho esfuerzo logrando despegar mis ojos para ver quién era la causante de mi sueño interrumpido. — ¿¡Qué pasa!? —Me llevé una mano al pecho al ver a mi prima Marina que estaba al pie de mi cama. Llevaba puesto un vestido rosa bebé en corte de sirena que le queda espectacular. Su cabello recogido en un moño le daban el aspecto de una princesa. — Se supone que tenemos que salir antes de la novia y tú estar dormida. Ay dios, ay dios, mueve tus piernas porque vamos a llegar tarde —. El tono autoritario de Marina me hizo ponerme de mal humor. — Al menos podrían haber tenido la decencia de decirme a qué hora teníamos que salir. — ¿Lidia no te dijo? —Marina estaba aterrada. — Ni una sola palabra. — Oh, no me sorprende, perdona, pero todas estamos nerviosas. Le voy a decir a mi esposo que me deje el coche y nos vamos en cuanto estés lista. — Pero tú vas a llegar también —Protesté—. Es entendible si me atraso un poco porque me enteré hasta hace unas horas que sería dama de honor. — Entonces le voy a decir que él se quede y te lleve a la ceremonia, tan pronto acabes. — Me parece perfecto. Salió de prisa de mi habitación. — Te va a estar esperando en el vestíbulo —. Me dijo antes de salirse de mi habitación. Me tiré en la cama durante un momento contemplando el techo de mi habitación. Pensar que hace dos años habría estado en la misma situación si no hubiera huido de la manera en como lo hice... Habría estado casada. Mi piel se erizó con el recuerdo de Santi ¿Qué habrá sido de él? Lo que menos quería era estar en una boda que me recordara la miseria de mi vida, pero lo hacía por Lidia. Al final decidí pararme y tomar un baño de cinco minutos antes de empezar a ponerme con manos a la obra. Iria era la que mejor sabía sobre mis gustos, eso pensé mientras me observé frente al espejo, y definitivamente estaba segura de que ella había elegido mi vestido. Era rosa pálido con hombros caídos y una abertura pronuncia al lado de la pierna, la cintura se ceñía al corte al igual que mis pechos. Terminé de combinar mi atuendo con lo poco que había llevado. Por fortuna mi base estaba en París, por lo que todos los accesorios que traía, incluyendo las zapatillas de tiras en color champán realzaron mi look, era una fortuna pasar tiempo en la ciudad de la moda. Treinta minutos fue el tiempo récord en el que tardé en arreglarme lo mejor posible, digna para ir a una boda y ser vista cuatro años después por todos mis conocidos. No era por nada, pero mi esfuerzo había valido la pena. Me sentí un poco mal por el marido de Marina que me estaba esperando y se estaba perdiendo la ceremonia por mi culpa. Si todo iba bien podíamos llegar al menos a la mitad. No dude un segundo en salir de la habitación y bajar las escaleras a prisa encontrarme con el primo nuevo, al que no tenía el gusto de conocerlo. Llegué al vestíbulo y me encontré con un hombre alto y espalda ancha, estaba con la vista hacia la ventana. — Estoy lista —. Anuncié mi llegada. Se dio la vuelta y el corazón se me paró... no lo podía creer... ¡Marina se había ligado a su crush de la universidad! ¡Oh dios mío! Me alegré por ella porque en verdad era una chica muy linda y se merecía que el hombre de sus sueños le hiciera caso. — ¿Nicole? —Me preguntó el hombre. No me sorprendía que no me conociera porque solo nos vimos un par de ocasiones, pero Marina me había enseñado tantas veces sus fotos que era imposible no reconocerlo. La casa se encontraba vacía, solo estaban unos cuantos del personal de planta en el lugar. Se me hizo un poco raro. — Sí, tú debes ser Gilberto —. Le extendí la mano para saludarlo. Conocía bien su nombre y como había dejado sin aire a mi prima sin fin de veces. — Sí, mucho gusto, soy esposo de Marina. Vamos, aún alcanzamos la ceremonia. Gilberto y yo salimos del vestíbulo a prisa para subir a su auto y dar marcha hacia la capilla en donde se estaba celebrando la boda. No tenía idea en cuál de todos los lugares de la ciudad habían elegido para la ceremonia, así que me dejé llevar. El "primo nuevo" no era muy hablador, así que su servidora se tuvo que poner a la tarea de tener plática de conversación, de lo contrario iba a morir de aburrimiento en pleno tráfico. — No recordaba que la ciudad fuera tan complicada con el tráfico —. Lo volteé a ver de reojo, él seguía con la mirada fija en el camino sin siquiera parpadear. — Siempre ha sido así. No respondió más. Bajé el vidrio del auto y me recargué sobre la puerta preguntándome qué demonios le había visto mi prima, a este ser tan poco platicador. Nos quedamos atorados por aproximadamente veinte minutos en el tráfico en el que se movía lento a través de la avenida principal. — Bien, le dije a Marina que era una mala idea que la ceremonia fuera a esta hora en la capilla del centro —. Al fin hablo el señor sin plática. — Lidia muchas veces suele ser bastante necia con sus cosas. Cuando una idea se le mete en la cabeza no hay quien la pare. Mírame a mí que aquí estoy arrastrada desde Europa cuatro años después —Lidia era cosa seria. — ¿Y qué tiene que ver Lidia en esto? —No despegó en ningún momento la vista del camino porque había entrado en modo Toreto, el protagonista de Rápidos y Furiosos, en medio de una persecución. — ¿Cómo que qué tiene que ver? Es la novia —. Bufé lo obvio. — Chica, creo que te mal informaron y ahora entiendo por qué vamos tarde. La novia es Iria. — ¿¡Qué!? ¿¡Es Iria!? ¿¡Por qué no me dijo nada anoche que llegué!? — Supongo que los nervios. Ambos suspiramos. Gilberto logró colarse en medio de un par de autos, adelantándose a la fila. Varios autos comenzaron a tocar el claxon por su maniobra. — Con tanta comprometida ya no sé ni cuál se casa y cuál ya tiene marido. — No te culpo, pareciera que a todas se les ocurrió ponerse de acuerdo para que sea el año de las bodas. — Es como si hubieran programado una agenda de bodas, supongo —. Me recargué, desparramé en el asiento—. Yo estoy decidida a ser la tía soltera y rica de la familia. Lo dije con convicción, y con tristeza dudaba que fuera a cambiar mi situación. — Con tanta boda Marina se ha puesto muy sensible, a veces pienso que debimos ser los últimos en la agenda de las bodas y no los primeros. Reímos porque sabía que Marina bastante sensible con las bodas. Siempre era de las que mojaba el hombro de alguien más, solo por ver caminar a la novia hacia el altar. Nos pudimos escapar finalmente del tráfico diez minutos más tarde. Gilberto le pisó a fondo, pero ni con toda la velocidad del mundo pudimos llegar ni al final de la ceremonia. Nos bajamos del auto y vaya que si tuve una entrada triunfal al ser la única dama de honor "irresponsable" que llegó tarde a la boda. Todos los ojos se posaron en mí no precisamente por mi outfit, sino por las teorías que se empezaban hacer sobre el porqué había llegado tarde. Los novios estaban saliendo en medio de los vítores que los invitados, incluyéndome, estábamos haciendo para ellos. Iria se veía hermosa en su vestido blanco y esa mirada reluciente que tenía en su rostro que rebosaba de felicidad con los hoyuelos en sus mejillas. Lucía como en un cuento de hadas con pétalos de rosas blancas que caían sobre los nuevos esposos. Me llevé los dedos a la boca para chiflar tal cual albañil en medio de los aplausos, al menos le tenía que echar porras a la novia, ya que había llegado tarde. Quise ser la primera en acercarme a los novios para felicitarlos y ponerme a desfilar tras de ellos con las demás damas de honor, pero... algo pasó. La realidad me pegó como un puñetazo en la cara que me dejó sin aliento. Me pegó tan duro que por un momento dejé de escuchar las cosas de mi alrededor, sintiendo un aturdimiento en el cuerpo que me hizo temblar con ligereza. Las pesadillas se me hicieron realidad posando frente a mí y cobrando vida. Una vida que pude tener y que ahora la veía ajena. El nuevo esposo de Iria era nada más y nada menos que Santiago Carletti, el hombre que dejé plantado una noche antes de mi boda. El amor de mi vida estaba de la mano de otra mujer, viéndome fijo a los ojos, después de dos años de ausencia. ¿Ya les dije Iria es mi hermana?
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