CAPÍTULO 24 Parpadeo tal vez muy fuerte y mis ojos se abren desbocados ante su declaración inesperada. —¿A qué… se… refiere, señor? —le pregunto entre tartamudeos y atropellos de mis propias palabras. Él luce exhausto, furioso y terriblemente provocativo, sus ojos se dirigen desde mis pechos hasta mi cara haciéndome un repaso con un deseo del que jamás había sido testigo. Con su mano en mi cuello me acerca a su cara, dejándome tan cerca que puedo sentir su pesada respiración. Su aliento que huele a menta se mezcla con el mío. —¿A qué me refiero de qué, Olivia? —objeta, con ese tono de voz estremecedor—. Vamos a decirles a todos sobre nosotros dos. —Señor… —Quiero que me digas señor cuando le dé un par de azotes a ese culo —gruñe con tirria, cansado de mi recurrente negativa a sus id