Las ojeras en mi rostro delataban que no había dormido muy bien la noche anterior.
Con la inesperada llegada de mi hermano Erick me había desvelado charlando con él. Nos pusimos al día con respecto a nuestras vidas, pero en ningún momento tocamos el tema de Adam, ya que, de momento había decidido no poner en complicaciones la amistad entre ambos.
Ahora, en consecuencia, iba casi corriendo a la universidad para lograr entrar a mi clase de Psiquiatría avanzada.
Entré al recinto y a lo lejos vi cómo mis compañeros entraban a la sala de clases junto al profesor.
Corrí a toda la velocidad que mi pequeño cuerpo me permitía, hasta llegar a mi destino. Estuve a punto de no alcanzar, pero el profesor se apiadó de mí y me dejó entrar.
Tomé asiento junto a Helen y le sonreí a modo de saludo. Mi amiga me observó con curiosidad y luego se acercó a mi oído.
—¿Por qué estás feliz? —susurró en voz baja a mi lado.
—Mi hermano llegó anoche a la ciudad —me encogí de hombros y volví a sonreír.
Helen pareció contenta con mi respuesta y luego comenzamos a escuchar atentas al profesor.
El profesor nos mostró un video educativo, que señalaba algunos aspectos a nivel general, que explicaban las teorías bases de la psiquiatría.
No le tomé mucha atención al video, ya que Cristina comenzó a enviarme mensajes que lograron distraer mi atención.
“Hola cariño, hoy tengo el cuatro paso: Coquetea con otros chicos en frente de Adam”
Casi me largo a reír con su mensaje.
¿Cómo en la jodida existencia haría eso?
¡Yo no sabía coquetear!
(…)
Al salir de la clase, Helen me guio hasta la cafetería de la universidad.
—Por cierto, Cristina ya me indicó cuál es el cuatro paso…— dijo con desdén a mi lado.
—Sobre eso, yo no sé coquetear. ¿Cómo suponen que lo haga? —la observé con asombro.
Mis amigas estaban locas.
—Solo te acercas a un chico y te insinúas…—Helen se encogió de hombros, como si me estuviese enseñando a sumar 2+2 y luego sonrió con malicia.
—No, no puedo Helen…
Me crucé de brazos y suspiré con cansancio. Helen me tomó de la mano y me arrastró hasta una mesa desocupada, que casualmente estaba cerca de Adam, y se acercó con complicidad a mí.
—¿Ves a ese chico de polera roja? —seguí su mirada y me topé de frente con Benjamín. Uno de los compañeros de carrera de Adam.
—Sabes que Adam lo conoce, no puedo hacerle eso.
—¡No seas tonta, Georgia! Él terminó contigo, está claro que no le importa —dije con una sonrisa maliciosa.
—Bien, ¿Qué hago? —pregunté resignada.
Estaba firmando mi sentencia de muerte, pero no había nada que hacer. Ya había accedido.
—Míralo fijamente, hasta que se dé cuenta que lo estás observando.
Y yo, como la casi psicópata que era, lo hice.
Miré a Benjamín fijamente, hasta que él me devolvió la mirada y sonrió en mi dirección.
¿Ahora qué?
Helen me dio un pequeño empujón, por lo que le devolví la sonrisa a benjamín.
—Tócate el cabello —me susurró Helen en voz baja, de manera cómplice.
Y eso hice. Mientras le sonreía, tocaba mi cabello.
Dios, que humillante.
Benjamín pareció confundido y luego levantó su mano para saludarme.
—Guíñale un ojo —Helen volvió a darme instrucciones.
Sentí mi rostro arder de vergüenza, pero lo hice. Le guiñé un ojo a Benjamín. Vi cómo reía y me observaba con curiosidad.
De pronto, Adam apareció en mi campo de visión y su rostro enfurecido me indicó que me había metido en problemas.
—Comenzó la acción…—Helen aplaudió con felicidad y sonrió con orgullo.
Vi como Benjamín se acercaba hasta la mesa en la que me encontraba y sentí mi rostro arder aún más.
—Hola, Georgia —me sonrió con picardía y besó mi mejilla.
—H-hola —sonreí en su dirección y lo observé con detalle. Benjamín no era feo, para nada. Pero no era Adam…
—Pensaba, no sé… ¿Te parece si salimos un día de estos? —me observó con paciencia y mordió su labio inferior.
¡Mierda!
Helen codeó mis costillas, por lo que asentí hacia Benjamín.
—Claro, no tengo problema…
Él me guiñó un ojo y luego se dio media vuelta para volver hacia sus amigos.
—¡Lo has hecho bien, amiga! —felicitó Helen.
Miré a mi amiga con una pizca de asombro y luego solté una carcajada enorme.
—Qué vergüenza —le dije con una sonrisa en el rostro, pero ella solo apuntó con su mentón hacia un lugar a mis espaldas.
Seguí su rastro y noté como Adam se acercaba a Benjamín con una mueca de disgusto. Observé como ambos hablaban, pero se notaba a kilómetros de Adam no estaba para nada feliz con él.
—Lo hemos conseguido.
Con esas palabras, me relajé en mi puesto.
Esto de las etapas estaba funcionando.
(…)
Llegué a casa lo más rápido posible, ya que mi hermano se estaba quedando conmigo y quería estar con él la mayor cantidad de tiempo posible.
Entré directamente a la cocina, siguiendo con mi olfato aquel delicioso olor a comida.
—¿Qué haces?
Me paré de espaldas a mi hermano y sonreí al ver cómo preparaba la cena.
—¿Comida? Dah —soltó una carcajada y luego se giró para quedar frente a mí.
—¿A qué se debe este honor? —le sonreí con curiosidad y me afirmé a un costado de la cocina.
—No sé, pensaba en que invites a Adam y cenemos todos juntos, ya que nuestros padres están de viaje.
Mierda, mierda, mierda…
—¡No, Adam no puede! —abrí la boca con asombro y observé a Erick con terror.
—Que extraño, lo he llamado y dijo que en una hora estará acá —frunció las cejas con confusión y luego volvió a darle su atención a la cena.
—Erick, lo que pasa es que…
El sonido del timbre logró dejarme muda.
Mierda elevada a mil.
Caminé con paso rápido hasta la entrada de casa, esperando encontrarme con mi exnovio, pero el panorama era mucho peor.
—¡Hola, cariño! ¡Hemos vuelto! —saludó mamá con una enorme sonrisa en el rostro.
—Hola, Mamá…
Estaba completamente perdida.