El fin de semana pasó casi volando frente a mí y casi no me di cuenta cuando ya estábamos a lunes y yo no tenía leído ni la mitad de mis textos asignados. Me resigné al hecho de que no tenía súper poderes y se me haría imposible leer las 1.200 páginas que me quedaban, ya que solo tenía una hora y media para hacerlo. Metí los textos dentro de mi bolso y miré a mi alrededor con nostalgia. La última vez que estuve en esta biblioteca Benjamín me invitó a salir y poco a poco se fue destapando la verdad. Sonreí y luego me levanté de la silla que había estado ocupando inútilmente hace un rato. Estaba entregada al destino o a "lo que Dios quiera" como decía mi madre y asumiría mi irresponsabilidad si me iba mal en la prueba que tendría que rendir. Caminé por los pasillos con las manos dentro