Cruzó por su mente la idea de que sería muy excitante despertarla con un beso. Deseaba averiguar con sus labios si los de ella eran tan suaves como le había parecido cuando le besó la mano. Se contuvo con esfuerzo y la llamó, –¡Daniela; despierte! Surgió una leve sonrisa en los labios de la joven, como si la voz de él fuera parte de sus sueños. –¡Despierte!– repitió el Marqués. Entonces las largas pestañas de ella se agitaron y al fin Daniela abrió los ojos y en su rostro surgió una expresión de gran contento al verlo. Él le dijo con tono apremiante, –¡Hay peligro! ¡Ha subido a bordo un Policía y tiene usted que ocultarse! –¿Mi… mi madrastra? Las palabras brotaron temblorosas de los labios de Daniela, que se incorporó en la cama rápidamente. –Eso me temo– dijo el Marqués–. Nos ord