El dolor y las lágrimas de todos se hacen presentes en la nave, débiles y heridos – física y emocionalmente–, el grupo mantiene el silencio sepulcral buscando con la vista – mientas sobrevuelan el área – un rastro de Carlos y Cataleya pero lo único que está a la vista son escombros y ruinas, edificios irreconocibles, una ciudad ha desaparecido totalmente del mapa y más allá de las fronteras puede verse como el pulso se ha abierto paso y se dirige a los demás países limítrofes. —Debemos irnos — susurra Darel. — ¡No podemos irnos!— Mica se pone de pie. — ¡No podemos dejarlo! — ¡Él no está ahí!— Darel la toma por los hombros. —Se ha ido Mica... Liesse solloza y deja caer sus lágrimas, por más empeño que ponga para escuchar los pensamientos del muchacho no lo logra, no puede, no está segur