Capítulo 2. La vida de una princesa

2171 Words
Dos días después: Mansión Wolfgang Aurelia no tenía idea de lo que estaba ocurriendo con sus hermanos en el lejano desierto donde se encontraban, porque ella desde hace mucho lo único que se preocupaba, era en vivir su vida como una princesa. Todo esto era porque Axel no le agradaba que su delicada hija y diosa, se arriesgara demasiado luchando en la revolución que todavía continuaba en las otras naciones, a diferencia de América, que ya contaba con una libertad plena entre los elfos en cuanto a sus derechos como ciudadanos. Desde hace dieciocho años los elfos de América y también Noruega, las dos naciones que le pertenecían a la manada de Axel, tenían salarios justos, acceso a la salud, podían tener sus propias empresas, y pedir créditos a los bancos si así lo deseaban al igual que los licántropos. Además, las escuelas mixtas ya no eran un sueño en esos dos países, porque ahora tanto los licántropos como los elfos podían estudiar sin distinción. Entonces bien, en el caso de Aurelia, ella vivía con sus padres y sus diez hermanos en la mansión Wolfgang, la cual ya no daba basto, porque sus hermanos actualmente eran adolescentes, con edades entre dieciocho y trece años. Meridia y Axel en un lapsus de cinco años luego de la batalla final con Nom, tuvieron partos dobles con mellizos, mas no gemelos idénticos como Leo y Bruno, además esos hijos de Axel y Meridia si tuvieron un crecimiento normal, debido a que ellos no fueron enviados del cielo como en el caso de Leo, Bruno y Aurelia. Por lo tanto, sus hermanos mestizos eran seis hembras y cuatro varones, todos alfas con el cabello rubio sin orejas alargadas. Todos esos jovencitos ya pasaban en altura a Meridia y Aurelia quien al parecer no fue bendecida con la alta estatura de su padre, Axel. En ese instante la joven se encontraba en su habitación con Dolly, quien era su mejor amiga y acompañante desde que era pequeña. Por seguridad, ninguno de los hijos de Axel y Meridia podían estar solos debido a que todavía existían pequeños grupos de licántropos que se oponían a las nuevas leyes, y siempre que tenían la oportunidad pretendían atentar en contra de los hijos de Axel y Meridia, sin embargo, nunca lograban cumplir su cometido. Es por ese motivo que cada uno tenía su cuidador entrenado, y en el caso de Aurelia era Dolly y Tyr, pero desde hace mucho Aurelia no lo deseaba tener cerca, porque ella desde aquel día, nunca olvidó su promesa de dejarlo en paz hasta que llegara su debido momento. Así pues, Dolly, su amiga y cuidadora era parte de la primera manada de Axel (la que llamaban “la panadería”) junto con sus padres. Ellas eran muy cercanas desde pequeñas, y Dolly se sentía muy orgullosa por tener de amiga a Aurelia, quien además de ser la futura princesa del nuevo mundo, a ella le agradaba la personalidad fuerte y decidida que tenía la rubia, un rasgo que la loba beta nunca había tenido de la misma cantidad que ella. La diosa luna era la única que sabía acerca de los sentimientos que Dolly sentía por Leo el cual al parecer, no sentía que el amor o el noviazgo fueran su prioridad, porque a pesar de todas las señales e indirectas que siempre le dejaba al gemelo, él nunca captaba sus señales, y Dolly hasta el momento no se había confesado debidamente, porque Aurelia le decía que ella debía dejarse desear, y esperar hasta que Leo diera el primer paso. Pero a esas alturas de su vida, y juzgando con la retraída personalidad del gemelo, la joven beta veía imposible una confesión de Leo. —Aurelia, dentro de dos días los gemelos regresarán —comenta Dolly mientras le cepillaba el hermoso cabello rubio de la diosa. —Oh, sí. No se han comunicado desde ayer, seguro perdieron sus celulares, siempre les sucede. Son unos despistados —comenta Aurelia mientras revisaba su celular, rechazando un montón de solicitudes de citas. —¡Esta vez son muchas, Aurelia! ¿Las rechazarás todas? —pregunta Dolly viendo de reojos el montón de pretendientes que tenía la princesa. —Por supuesto. Hoy no me divertiré yendo a ninguna cita para rechazar a nadie en persona —comenta Aurelia mientras se veía en el espejo con una mínima sonrisa — ¿Sabes que día es hoy, Dolly? —¿Eh, martes? —¡No! —exclama Aurelia con molestia —es decir, si es martes, pero hoy se cumplen oficialmente 6570 días y 8 horas desde que le dije a Tyr que esperara por mí. —¿Estuviste contando los días, Aurelia? —pregunta Dolly mientras hacia una expresión en su rostro que reflejaba lo extraño que le pareció eso. —¡Por supuesto!, se acabó la ley del hielo. Y no sé qué hacer… ¿Qué me recomiendas, Dolly? —dice Aurelia volteándose para ver a la joven beta —¿Voy a su habitación y entro a su cama?, ¿Nos casamos mañana mismo, o lo hago sufrir un poco más porque él nunca se acerca a mí? Dolly se mantiene en silencio ante las palabras de Aurelia, y después de pensarlo un poco más le responde diciendo: —Pienso que yo no soy la mas indicada para decirte que hacer, ¿Y si le preguntas a la señora Meridia, o a tu abuela Olivia? Cuando Aurelia escucha eso, forma una expresión en su rostro que denotaba indignación, es por eso que ella negó efusivamente con la cabeza. —¡Por supuesto que no!, mi madre y mi abuela no saben nada sobre conquistar a un hombre. ¿Sabes cómo mamá se enamoró de papá? —pregunta Aurelia en forma de secreto. —¿No? ¿En serio?, pero si tu papá es muy guapo seguro tu mamá es una experta en el tema, ¿Cómo se enamoraron? —¡Mejor ni te lo digo!, la cosa es que mami no sabe mucho sobre conquistar a un hombre, y mi abuela Olivia menos. Mi abuelita está enamorada del abuelito Albert, ¡pero hasta el día de hoy sigue sin confesarle sus sentimientos de forma oficial!, sin embargo, es tan evidente, que hasta mi gato Adonis lo sabe. —Cierto, la señora Olivia no disimula. Tienes razón, Aurelia. No tienes buenos ejemplos. Mejor haz lo que tu corazón te dicte —pide Dolly, ya que ella tampoco era una buena consejera cuando se trataba de temas del amor. Sin embargo, las palabras de su amiga si llegaron a Aurelia que, las encontró como un consejo perfecto, es por eso que ella sonrió diciendo: —Iré a su habitación esta noche —dice Aurelia con una sonrisa que tenía aires malvados. Ese mismo día, al anochecer: Eran aproximadamente las diez de la noche, y Aurelia se había estado acomodando con mas esmero de lo habitual para ir a ver a Tyr a su habitación. Hasta el día de hoy, el elfo no había mostrado señales de interés hacia ella, sin embargo, Aurelia asumía que eso era porque él realmente no era el elfo mas expresivo de todos, y, además, la joven le había dejado de dirigir la palabra a Herrero quien, en el transcurso de todos esos años, la diosa descubrió que era muy orgulloso en cuanto a su personalidad. —No importa, ya caerá a mis pies. Si es que ya no lo está y solo finge que no —comenta Aurelia, acomodándose su sujetador, para que sus senos se notaran más. Cuando ella cree que ya esta lista, va tranquilamente a la habitación del elfo que dormía en otra ala de la mansión. Aurelia caminaba con su típica seguridad de siempre rumbo a esa área de su enorme hogar, hasta que de repente escucha como abren la puerta principal de forma abrupta. La joven se asusta un poco, pero no lo demuestra abiertamente, diciendo: —¿Quién está ahí? —pregunta Aurelia asomándose, dispuesta a usar sus oxidados poderes, porque hacía mucho que ni siquiera le hablaba en pensamientos a nadie. Mientras se acercaba, su padre Axel, Dolly, y también Meridia fueron corriendo ya que al parecer escucharon el sonido tan estrepitoso de la puerta principal. Sin embargo, todos se calmaron, cuando vieron a los gemelos entrar saludando a los ahí presentes como si fueran el público de su reciente espectáculo. No obstante, ellos no vinieron solos, porque se encontraban acompañados de una chica con un corte de cabello extraño, la cual vestía con la ropa de los jóvenes. —¡Leo! ¿Por qué abres la puerta de esa forma? ¿Además quién es esa? ¿Quién fue el responsable de hacerle esa atrocidad al cabello de esa chica? —exclama Aurelia viendo a los gemelos y a Miranda, suspirando profundo, porque hace minutos atrás se había asustado bastante. —¿Por qué me dices a mí?, fue Bruno el que quiso dar esa entrada tan ruidosa… y ella es Eli. Es una larga historia, por eso quisimos venir lo más rápido posible… —comenta Leo observando a la joven que estaba detrás de ellos viéndolos a todos con sospecha y a la expectativa. Meridia se acerca con rapidez a sus dos hijos para saludarlos, viendo a la muchacha, asumiendo por su estatura que se trataba de una mestiza, y por eso solamente la saluda diciendo: —Hola, mucho gusto ¿Te trataron bien mis bebés? —pregunta Meridia con cariño sin tener idea quien era ella. —Eli no habla nuestro idioma, madre. Como les mencioné es una larga historia que debemos contarles con calma —explica Leo al instante que Dolly se acerca a él con una sonrisa diciendo: —Hola Leo, ¿Cómo les fue? —saluda Dolly mientras se arregla disimuladamente su cabello. Bruno, quien estaba al lado de su hermano, vio cuando Dolly se acercó a ellos y la forma como miraba a Leo, esto ocasionó que el gemelo esbozara una risa engreída diciendo: —Hola señorita desesperada, ¿subiste de peso? Creo que tus tetas y tu panza crecieron más desde que me fui —dice Bruno viendo de pies a cabeza a Dolly, porque ella continuaba siendo rellenita, y sus senos eran los que más habían crecido a lo largo de esos años. No era un secreto para nadie que Bruno detestaba a Dolly, principalmente porque ella no caía ante sus encantos por estar loca por su hermano, algo que le parecía absurdo porque él era la copia exacta de Leo en cuanto al físico, sin embargo, ella prefería arrastrarse ante su gemelo rogando su amor de una manera que el joven de cabello blanco encontraba desesperada, pero a pesar de todo, Leo era tan tonto que todavía no se daba cuenta, y él que, si estaba al tanto desde el inicio, prefería ocultarle ese hecho a su gemelo, para hacer sufrir a Dolly y molestarla cada vez que la veía. Por otra parte, Dolly odiaba a Bruno desde que lo conoció cuando eran niños, porque él era lo contrario de su hermano gemelo en cuanto a personalidad. Bruno era engreído, extremadamente mujeriego, y ya le había roto el corazón a todas las chicas de la manada que tuvieron la mala suerte de caer a sus supuestos encantos, sin embargo, ella era la única que no había caído ante él por estar enamorada de Leo. —¡¡Cállate, imbécil!! —grita Dolly, pero luego se voltea con temor viendo a Axel y Meridia —Lo siento, señor y señora Wolfgang —se disculpa Dolly encogiéndose de hombros. —No te preocupes, Dolly… entiendo —dice Meridia observando con molestia a Bruno —¡Deja de molestar a la amiga de tu hermana! ¿Cómo te atreves a hablarle así? —No la estaba molestando —replica Bruno de inmediato —es solo que me agrada hacerla enojar —responde Bruno mientras le guiña un ojo a Dolly, la cual ya ni siquiera lo estaba viendo porque estaba enfocada en Leo, y esa extraña joven que parecía ser mestiza. Esa indiferencia ofendió un poco a Bruno, pero no dijo nada al respecto porque sus padres se acercaron a saludarle con cariño, pero luego mientras Axel abrazaba a su hijo Bruno, ve de reojos a la muchacha de cabello oscuro olfateándola un poco. —Huele extraño, ¿Quién es? —pregunta Axel mientras Miranda abre sus ojos a mas no poder pensando: «¡Él es Helios y la elfa es Selene!» piensa la luna oscura que jamás se imaginó que esos licántropos la llevarían directo a su destino. Mientras que Aurelia lo único que pensaba era que le habían arruinado su momento, porque ya todos estaban despiertos, y si su padre la veía yendo hacia el área donde Tyr dormía, le reclamaría. «¡Mis tontos hermanos arruinaron todo!» exclama Aurelia en pensamientos, sin tener idea que los gemelos habían dejado entrar a la oscuridad en su morada.
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