CAPÍTULO 24

1202 Words
ISRAEL Estar herido y sin poder moverme con facilidad, me frustra muchísimo y más en compañía del inútil de Taylor, con cada minuto perdía más sangre por más que intentaba detenerla. Pasaron los quince minutos que dijo Taylor y aún no aparece, no puede ser que sea igual de inútil que Torres, será que nadie puede hacer las cosas bien. Veía borroso, pero no tanto, tome mi arma y apunte en la misma dirección que Torres y apreté el gatillo, así un hombre que venía detrás de él calló al suelo y Torres creo que se hizo en los pantalones, se lo mere por inepto. —Si no salgo de aquí, te visitaré cada noche y no te dejaré dormir, seré tu maldita pesadilla —le advertí a Torres y este se río. —Ja, ja, ja, no creo que quieras volver de la muerte solo para perturbar a mí, pero tranquilo saldremos vivos de esto, mira —Torres señaló al cielo y unos helicópteros de FBI sobrevolar el lugar. La lluvia de balas se intensificó, mientas yo sentía como el frío se apoderaba, fe mi cuerpo y mis palpados están cada vez más pesados, sabía que ya estaba al límite, había perdido mucha sangre y ahora lo único que podría salvarme es una trasfusión de sangre. —Torres, si sales de aquí protege a mi tío y a Sophie Muller, no creo lograrlo —pedí a punto de cerrar los ojos. —No creo que su tío o esa niña me dejen cuidarlos, así que mejor resiste idiota —fue la respuesta de Torres, pero yo no tenía fuerzas para protestar, a lo lejos pude notar un gran silencio y vi a Taylor acercarse con su uniforme de FBI, en ese momento todo se volvió oscuro No sabía qué pasaba, si estaba muerto o que, pero comencé a escuchar la risa de Isabel, recuerdo su risa a la perfección y sé que era ella. —Ja, ja, ja Israel corre, vamos a jugar Jajajá —la vi correr por toda la casa, ese fue uno de los días más felices de nuestra infancia. Cuando esos seres que se suponen eran nuestros padres salían de casa, nosotros nos divertíamos muchísimo, o al menos así fue hasta que Isabel se escondió en el sótano cuando jugábamos a las escondidas. Yo la buscaba y ella siempre se escondía, así era siempre, nunca era yo el que me escondía, pero por mi hermanita yo hacía lo que fuera, un día mientras la buscaba escuche un grito proveniente del sótano, así que baje corriendo hasta llegar al lugar de donde provenía el grito. —Isabel, ¿estás bien? —cuando vi en la misma dirección a donde miraba Isabel entendí la razón de su grito. Varios de los amigos de papá estaba ahí abusando de unas niñas, tome a Isabel y la saque de ahí, esos hombres la miraban de una manera lujuriosa. Yo había bloqueado ese recuerdo, pero por alguna extraña razón ahora volvió, quizás es un mensaje de Isabel, que me está recordando que aún hay basuras como nuestros padres libres y que no debo morir hasta acabar con ellas. De repente todo se iluminó y volvió a tornarse todo oscuro, no sabía qué pasaba, pero era como estar dormido, se sentía tanta paz y tranquila. Paz y tranquilidad que fueron interrumpidas por la vos dé mi pequeña garrapata, creo que estaba enojada o algo así, no sé. —No sé qué demonios haces en esa cama de flojo. ¿Por qué no estás dándome órdenes o discutiendo conmigo?, quiero que te levantes y que me des órdenes aunque no te vaya a hacer caso —me dieron ganas de reír, pero de repente volví a escuchar a Isabel. Y luego la volví a ver, ella entró a mi cuarto corriendo, era como estar viendo una película. —¿Que paso Isabel? —pregunte bajándome de mi cama —El amigo de papá quiere que me siente en sus piernas y que juegue con él, pero yo no quiero —responde Isabel, asustada —Tranquila, si no quieres jugar con él no lo hagas, ven, vamos a leer un cuento —Isabel subió a mi cama y yo busque el libro y luego cerré la puerta antes de subir a la cama con ella y comenzar a leer. Había olvidado tanto de mi infancia, las veces que los amigos de los que se suponen eran nuestros padres, quisieron propagarse con Isabel o conmigo. Siempre intenté protegerla, pero al final no pude hacerlo, ella murió y de la peor manera, la protegí de todos, menos de esa escoria que la vida nos dio como padre. Todo se volvió a iluminar para mí y volví a aquella noche tan cruel, donde perdí a Isabel, desde el momento en el que el juez los declaró inocentes hasta que llegamos a esa casa y ese animal comenzó a abusar de ella y su esposa me sostuvo para que yo viera. El dolor era tan grande en ese momento y lo es más aún ahora, yo comencé a gritarle que me perdonara, suplicaba el perdón de mi hermana, no pude protegerla y no he terminado de vengar su muerte, lloré de nuevo implore su perdón. Sentí cuando mi cuerpo fue sacudido varias veces y la oscuridad la paz de estar dormido, volví y entonces volví a escuchar la vos de la garrapata parlanchina, quisiera poder morderle esos labios, así se queda callada de una buena vez. —Eres un egoísta, levántate, no sabes cuanto te odio, dijiste que teníamos algo pendiente y que esperas para levantarte, de ahí ya deja de asustarme —me reprochó mi pequeña garrapatita Quería decirle que la escuchaba y que dejara de molestar, pero caí en un sueño profundo, no sé cuanto tiempo estuve así, pero cuando abrí los ojos me di cuenta de que estaba en una habitación de un hospital. Mire a mi alrededor y detuve mi mirada, en una pequeña garrapata que aprieta mi mano con fuerza, está, sentada a un lado de mi cama dormida, con la cabeza apoyada en mi mano. Con cuidado me solté de su mano y acomode su cabello, ella seguía dormida y cuando pude ver su rostro mejor note que estuvo llorando. —Despierta ya garrapatita —apenas pude hablar, mi garganta estaba muy ceca —Eres una pésima doctora, ya despierta —Apreté sus mejillas con mis manos y ella abrió los ojos molesta En cuanto me miró se quedó paralizada y liego sus lágrimas comenzaron a salir y se lanzó a mi pecho a llorar, la verdad si dolió cuando aterrizó en mi pecho. —No llores, ¿que te pasa? —trate de consolarla, pero nada parecía funcionar. —Tu corazón se detuvo dos veces —responde en medio del llanto y ahora entiendo por qué llora, no sabía qué ella me quisiera tanto, como para llorar mi muerte. La deje llorar en mi pecho mientras acariciaba su cabello, poco a poco su llanto se comenzó a calmar y eso me dio tranquilidad a mí, no me gusta que lloré lo odio y si lo hace por mi culpa es aún peor.
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