Inuyasha
Ella está libre.
Está libre.
Libre.
Mi mente divaga sintiendo mi corazón latir desenfrenado. Esa mujer me hace querer suicidarme en cuestión de segundos.
Llego a mi casa con los pensamientos alborotados. Todos mis sentidos bloqueados y como un loco demente.
Kagome está libre, ella está en libertad. Muevo la cabeza y me quito el saco. Me entro con ropa a la ducha dejando que el agua fría calme mis odiosos pensamientos que me tienen los nervios de punta.
Esa mujer será la causa de mi pérdida de razón. Oigo la puerta abrirse.
—¿Qué te pasa Inu? —Lo que me faltaba la voz chillona de Kikyo.
—Tengo calor — respondo malhumorado.
—Te acompaño —me dice empalagosa mirándome.
—Quiero bañarme solo — en este momento no quiero tener sexo con nadie, no quiero a nadie cerca de mí.
Maldita azabache
Salgo y me quito la ropa enredando una toalla en mi cintura. Camino fuera y Kikyo me espera con el rostro rojo. Eso solo significa que ya se enteró que me acuesto con mi nueva secretaría.
—¡¿Con esa golfa?! - grita histérica, tapó mis oídos y para lo último que tengo ánimos es para escuchar su maldita voz chillona pidiendo explicaciones.
—Con esa y todas las que me dé la gana — respondo con normalidad.
—¿Por qué no me puedes ser fiel Inuyasha? —Pregunta con los ojos inundados de lágrimas.
Porque no eres Kagome
Aparto esos horribles pensamientos y la miro, suspiro y no sé porque aún sigue a mi lado después de todo lo que le he hecho. Camino hasta ella y la abrazo, beso su cuello de manera sensual.
—Inu — un suspiro sale de sus labios, solo de esta manera logro que deje de estar histérica.
—Vete de compras, toma mi tarjeta—ella sonríe y asiente. Camino hasta mi cama y me lanzo en ella.
—¿Qué tal si escribimos una historia?—le pregunto divertido a Kagome.
—¿Una historia?—pregunta ella más divertida aún.
—Yo seré el chico popular, guapo—le guiño un ojo—el que vuelve loca a cualquier chica—ella se carcajea.
—¿Y yo que soy?—pregunta sentada en la cama.
—Tu serías una loca acosadora—ella niega divertida.
—Estás loco—beso sus labios.
—Loco por ti—murmuró.
¿Qué fue lo que hizo Kagome para volverme tan loco a ella?, no logro tener una respuesta contundente.
Mientras mis pensamientos están revueltos todos mis recuerdos vienen gracias a la canción de Noviembre sin ti de Reik.
—Muchas gracias por todo Hoyo—él se pierde entre los pasillos y ella fija su atención en mí.
—¿Qué hacías tan cerca de ese fulano?—pregunto molesto.
—¿Estás celoso?—responde con otra pregunta mientras sonríe.
—No me respondas con otra pregunta Higurashi—camino de lado a lado y ella solo me sigue con la vista.
—Lo siento, pero no tienes que estar celoso—murmura.
—¡No estoy celoso!—ladro enojado.
—Oh, ¡claro que lo estas!—responde en carcajada.
—Yo... Kagome, ¡ah!, no me gusta que nadie esté tan cerca de ti, eso me pone...me deja la mente en blanco—digo, pero ella al parecer quiere divertirse.
—Pero si Hoyo solo fue alguien me que hacia un encarguito—responde para fastidiarme.
—¿Qué encarguito Kagome?—sonríe mientras se pasa los dedos por los labios y mi cara enfurecida la hace temblar.
Sin darnos cuenta tengo su espalda pagada a la puerta mientras que ella enrolla sus piernas en mi cintura. La beso con fervor y maldad queriendo marcar territorio. Mi beso la tiene envuelta porque me acerca más a su cuerpo y yo encantado de que lo haga. Nuestro beso no es suave y dulce, todo lo contrario.
Me muevo con ella encima de mi cuerpo y los ruidos que se escuchan es lo de menos porque ambos estamos envueltos en esta burbuja que nos tiene encantado. Tiro todo lo que hay en su escritorio y la siento ahí conmigo entre sus piernas que siguen amarradas a mi cintura.
Mis besos son salvajes y viajan por su cuello, su aroma me tiene envuelto en ella, ella es tan adictiva. Su cuello es su punto débil porque se retuerce mientras que devoro esa parte de su cuerpo, mi lengua juega con esta área y siento como se estremece, sus gemidos suaves y dulces hasta angelicales se escuchaban por la habitación mientras yo estaba entretenido en su cuello mordiéndolo y lamiéndolo.
La puerta se abrió y una muy sorprendida Sango nos miró a ambos ruborizada por encontrarnos en esta situación.
Voy a enloquecer gracias a ella, pero no la puedo dejar de pensar. Los días pasan y cada vez estoy más nervioso.
—Inuyasha—la voz de mi hermano me hace mirarlo.
—¿Pasa algo?—pregunto ojeando unos documentos.
—Ella... Salió libre ayer—me levanto rápido de mi lugar para ponerme frente a él.
—¿Por qué hasta ahora me lo dices?—pregunto enojado.
—Esta fuera del país—eso me toma por sorpresa.
—¿Qué?—murmuro bajito.
—Te lo digo para que no pierdas tu tiempo buscando a esa mujer, ella le importaste tanto que se marchó con solo salir de prisión—se marcha cerrando la puerta.
Es verdad, no le importo. Y ella para mi es necesaria.