Danilo avanzaba a paso ligero por esa estrecha calle pavimentada que presentaba baches, grietas y desniveles por el nulo mantenimiento que desde hacía mucho tiempo nadie se dignaba a solucionar. Sus pisadas resonaban en la tranquilidad de la madrugada, los cuales eran acompañados por el constante canto de los grillos que a sus oídos, parecían burlarse de él. Cada paso parecía una alegoría de su propia auto-recriminación, como si las suelas de sus zapatos formales fueran un eco de esa situación que resonaba en cada resquicio de la calle. Su conciencia no lo dejaba en paz ni un segundo. «Maldito idiota, Danilo», susurraba para sí mismo y se regañaba por haber dejado escapar la única oportunidad que el universo le había regalado, y todo por no haber tenido el coraje de decir lo que realment