El pasillo comenzaba a vaciarse de gente desconocida, Mary sintió una mezcla de sorpresa y preocupación interna cuando Danilo la presentó como su mano derecha. «¿En qué está pensando este idiota?». Ella se limitó a sonreír con ligereza y respondió con un asentimiento, tratando de ocultar su desconcierto. —Un gusto… otra vez —murmuró entre dientes, apenas manteniendo el contacto visual con Avery. —El gusto es mío, señorita —respondió mientras extendía su mano para estrechar la de ella—. Me alegra que se haya decidido a trabajar en esta empresa. Por lo que habla el señor Danilo de usted, estoy seguro de que habrá una mejora en todo el sistema. Mary estrechó la áspera mano del hombre bigotón que tenía enfrente. —Bueno, siempre se esperan buenos resultados cuando se trata del trabajo —el