Mary se recostó en el lujoso asiento de la limusina, apretó su bolso beige de cuero entre sus brazos e intentó olvidar sus problemas. Le tomó más de lo que hubiese querido, pero de un momento a otro se relajó, desocupó sus brazos y terminó sintiéndose como si estuviera flotando en una nube esponjosa. Un suspiro salió de sus labios, por un lado disfrutaba de aquel paseo relajante que ese elegante vehículo le ofrecía, pero por otro, una sensación de opresión en su pecho la hacía cuestionarse muchas cosas, por ejemplo una que hallaba bastante grave: ¿Por qué Danilo tenía ese poder de convencimiento sobre ella? Comenzó a pensar si acaso era necesario meterse en tantos líos por él. Se regañaba a sí misma mientras la transición de una ciudad a otra pasaba rápidamente frente a sus ojos. «Como