Era un nuevo día, el sol relucía en casi todos los resquicios del centro de Baja Mira y Mary cabeceaba; sus ojos se sentían pesados, tanto que le costaba mantenerlos abiertos por mucho tiempo. Había llegado temprano a la oficina, pero en realidad existía una muy buena razón y era porque no había podido dormir nada en absoluto, debido a razones de peso para ella. En su mente hacía eco lo que había acontecido después de que supuestamente se despidió de su amigo a medianoche… pero aquel “hasta pronto” había sido todo lo contrario, porque un par de horas después de que ella se preparaba para dormir, justo en el momento en el que yacía en su cama con su confortable pijama, el incesante toquido, acompañado de las constantes vibraciones de su celular interrumpieron cualquier posibilidad de paz.