MARIANA Y ALBERTO
—Mariana, por favor, no te duermas, si lo haces tal vez no puedas despertar jamás—. Alberto la cargaba en la espalda, asegurándola con un brazo a la vez que intentaba correr por un solitario callejón, pero sus heridas se lo impedían, además de que se estaba debilitando por la pérdida de sangre.
—Amor, lo sé, pero si me mantengo despierta, me transformaré en una de esas bestias. No tengo muchas opciones, además de que siento los párpados muy pesados, cuando los cierro, unas cosquillas recorren mi cuerpo, me invitan a dormir.
—Espera mi luna, aguanta, pronto llegaremos a donde el médico de mi padre.
—Alberto, mi amado alfa, por favor, déjame aquí, no llegaremos muy lejos, no puedes correr muy rápido cargándome en tu espalda, mejor vete y sálvate, debes estar muy herido, esos jaguares te mordieron en varias partes, puedo oler tu sangre y eso que solo soy una humana, bueno por el momento.
— Eso no va a suceder, mi adorada Mate, no te volveré a abandonar, he jurado que siempre te voy a proteger sin importar si pierdo mi vida en ello.
―Eso de mate, siempre me hace recordar cuando nos conocimos, no entendía a qué te referías y menos lo de que yo era tu luna y además de la forma en que me olías, fue muy desconcertante.
—Por favor, recuerda todo, no quiero que te duermas.
—Amor, mi lobo hermoso, sabes que no soy buena para contar historias, por favor quiero que me lo cuentes, me encanta cómo describes todo desde tu perspectiva animal.
—Está bien, Mariana, solo te pido que me pongas atención para que no te duermas. Recuerdo ese día que me dirigía al club a jugar polo y justo en ese sitio se encontraba el cacique Chancó, quien estaba atacando a nuestros empleados, tratando de quitarnos nuestras rutas. Se encontraba con solo dos guardaespaldas; además, llamaba la atención por su personalidad estrambótica que desentonaba en ese ambiente, como un nuevo rico, y con su olor a humo de plantas marchitas. No desaproveche la oportunidad y lo ataque.
Sus guardaespaldas me agredieron, vaciaron sus armas sin resultados, se vieron obligados a transformarse en jaguares que me dieron una buena pelea y eso le permitió a su jefe escapar de ese lugar.
Después de manchar la grama del club con los pellejos de esos gatos desarrollados, seguí ese olor repugnante del cacique por toda la avenida principal. Lo alcancé en el puente del río que queda a diez cuadras, donde lo mordí con toda mi fuerza, probando su sabor como a conejo. Él me arañó la espalda, rompiéndome unas costillas, del dolor lo solté y aprovechó para huir saltando al agua.
Su olor se me perdió por el líquido. Lo busqué río abajo, hasta que lo divisé a lo lejos, corría transformado en jaguar, lo perseguí y estuve a punto de volver a agarrarlo, cuando el viento me trajo un aroma dulce, que me erizó cada uno de mis pelos y me hizo sentir un calor que recorrió mi cuerpo, que hizo que mi corazón palpitara muy rápido. No pude evitar desviar mi camino, dejé marchar al cacique por seguir ese rastro que me llevó a un estacionamiento de autos, observé a una mujer de espalda que estaba tratando de abrir un coche, pude sentir que trataba de abrirlo con un alambre, por cierto, eso es muy raro, ¿se te había perdido la llave?
—No, amor, la verdad es que estaba sin dinero y cuando pase por ese lugar vi que en el interior de ese automóvil habían dejado una maleta con joyas, por eso estaba tratando de abrirlo y me asusté muchísimo cuando llegaste en silencio, por poco me desmayé, pensé que había llegado la policía incluso me imaginé en la cárcel.
—Al sorprenderte, tu aroma femenino se mezcló con la de tu miedo y eso me alteró, mucho más, recuerdo que te agarré por los hombros, oliéndote por el cuello, tratando de percibir de qué clan eras m*****o, y…
—Y te desilusionaste al descubrir que yo era solo una humana.
—Sí, amor, eso fue frustrante, descubrí tu naturaleza, pero no lo tomes a mal, toda mi vida supuse que me imprimaría con una loba alfa de otro clan de la misma forma que lo hizo mi padre y mi abuelo.
—recuerdo que me apretaste, yo sentía que no podía respirar, me apretabas con fuerza oliéndome, lambiendo mis orejas, luego exhalaste vapor que me sacudió el cabello y dijiste: “GR, no puede ser, eres solo una humana”, me llenaste de miedo, por poco me desmayo.
—Sí, amor, sentí que el mundo se me derrumbaba, no sabía que era posible que un mate fuera humano.
—Alberto, eso dijiste cuando me volteaste muy brusco, colocándome frente a frente, donde pude ver tu hermoso rostro, esos ojos y esa barbita me flechó, además que estabas desnudo y ese cuerpazo con los músculos bien tonificados, me hizo abochornar, por un instante mi mente voló a unas escenas candentes, hasta que gruñiste diciendo: “debes de ser una bruja que me estás hechizando”, hay supuse que eras un loco, aunque no descarte la idea que te aprovecharas de mí, hasta que me tiraste contra el auto, aunque alcancé a observar cuando le pego un puñetazo al auto rompiendo la puerta, eso fue increíble.
—Me acuerdo de eso, tu asombro no te impidió correr y extraer el bolso del carro, yo pensé que era tuyo y que huías aterrorizada, no te diste cuenta de que te seguí todo el camino hasta tu manada.
—Yo vivía con mi madre y mis hermanos, no en una manada, y me pareció ver a un enorme perro que me seguía, consideré que era producto de los nervios. Me autoconvencí de que todo fue una mentira, de seguro había sido por el estrés o alguna sustancia que estaba en el aire, aunque las cosas salieron bien, vendí esas joyas y con ese dinero compré mercado para mi familia, pagué el alquiler de la pieza, además de que me pareció conocer a un hermoso hombre.
—Supongo que te refieres a mí, porque el señor que te compró las joyas era muy viejo para ti, es que te rastreé durante días, sentía que no podía separarme de tu presencia. Además, me movía la curiosidad de saber lo que era en verdad y cuando descubrí que solo eras una persona normal, eso me sacudió la existencia, no podía conceptuar que me sucediera eso, justo en el momento cuando mi padre estaba haciendo los arreglos para comprometerme con la hija de un alfa italiano.
—De seguro debe ser una loba muy hermosa, como la mona lisa.
—Es muy hermosa, pero no te pongas celosa, no se compara contigo. A propósito de celos, yo nunca había sentido tal sentimiento como cuando te vi con ese novio que tenías, el tal Miguel. La cabeza parecía que me fuese a estallar, era como si cada poro de mi cuerpo soltara vapor como una olla a presión, tuve que hacer un inmenso esfuerzo para no devorarlo y más cuando lo observe con otra chica cerca a donde vivía, lo despreciaba tanto. No me cupo en mi razón el cómo es que un tipo con una novia tan bonita la traicionaba con otras que ni le daban por los tobillos.
—Es algo chistoso ahora que lo recuerdo.
—Mariana, mi luna, ¿qué es chistoso?
—que me seguías a todo lado y a las personas que frecuentaba, además del hecho que todos en el barrio sabían que Miguel me era infiel y que yo fui la última en enterarme, fui muy ilusa, sospecho que tuviste que ver con ello.
—Mariana, amor, mi mate, por favor no te duermas, ya estamos llegando.
—Yo entendía que «mate» era un agua de yerbas o que se referían a la jugada de ajedrez, pero no me cambies el tema, te exijo que me cuentes si tuviste que ver con que me enterara de la infidelidad de Miguel y con su desaparición.