MARIANA Ella perdió el conocimiento debido a los latigazos de su cruel carcelero, aunque como en un sueño le pareció escuchar lo que hablaba el muchacho, de que sería juzgada sin su presencia y con el veredicto de culpabilidad ya sentenciado, por eso se forzó a despertar y supuso que podía exigir: —Espera, muchacho, necesito que me lleves al juicio. Me tengo que defender. Piré, el carcelero, alistó su látigo para enseñarle su realidad, sin embargo, el joven guerrero le señaló que parara al tiempo que habló:—Muchacha, que más quisiera que llevarte a donde fuera. Lo que sucede es que no soy, sino uno de los tantos hijos del Cacique Chancó. No es que tenga mucha voz y menos voto. Lo que mi padre decida es casi sagrado, la única opción que tienes es encomendarte a tus dioses. —Príncipe ch