MARIANA En ese pueblo distante, el tamborileo de los fusiles helaba los corazones de quienes los escuchaban. A Mariana también le disparaban, a ella le parecía que los cañones escupían gusanos de fuego que destrozaban a los desafortunados que los detenían. Se imaginó saltando entre las balas, destrozando a los hombres malos, pero acabó con no conseguir esquivar y atacar al mismo tiempo, por eso, sin pensarlo dos veces, dio media vuelta y huyó al bosque, donde corrió hasta que dejó de escuchar ese traqueteo. “No puede ser que deje tirada mi ropa". Mariana reaccionó al sentir algunas hierbas que le acariciaban el pelaje. “Debo volver por mis cosas, no puedo ir desnuda por el campo y tampoco seguir todo el camino como jaguar". Regresó muy atenta a escuchar algún estruendo y al llegar al pu