Luisa La guerrera sentía que llegaba a sus límites, sentía sus brazos que se desprendían de su cuerpo y las cadenas de energía se debilitaban a cada momento, pues el enorme lobo que colgaba al extremo pesaba mucho. —Señor lobo, por favor, despierte y transfórmese en hombre, no puedo más con este peso, terminaremos estrellándonos contra el fondo de esta cantera abandonada. —Luisa contempló el vacío que la llamaba a soltarse para descansar su cuerpo. —¡Ayuda! —volvió a gritar, pero fue en vano. Levantó la mirada, imaginando que el detective Das o el maestro Marco acudieran en su ayuda, o quizás su amado, pero recordó que estaba inmerso en esa guerra secreta. —Señorita, suélteme, usted no me debe nada y yo no le quiero deber nada—, El alfa recuperó el sentido; se desesperó debido a que lo