CAPÍTULO TRECE
“Entonces, consideremos los tipos de personalidad de la clase de gente en la que estamos pensando”, dijo Mackenzie.
Habían salido de la agencia de perros guía hacía menos de cinco minutos. En estos momentos, Ellington estaba entrando a la autopista de cuatro carriles que les llevaría, en unas cien millas más, de vuelta a Lynchburg.
“Por un lado”, dijo Mackenzie, “tenemos a un patético cobardica que pega a un perro al que han entrenado para que no haga otra cosa más que servir a gente con discapacidades. Por el otro, tenemos un hombre que siente la motivación de matar a gente que está ciega”.
“Sí… parecen dos tipos de personas diferentes”, dijo Ellington.
“Exactamente. Hay que ser parte de una clase especial de cobardes para pegarle a un perro. Por otra parte, hay al me
