Lucia.
—Hola señora.
—¡Hola Lucia! ¿Cómo estás?.
—¿Bien y usted?.
—Bien gracias al señor.
—¿Sabe que quería saber si tiene yogur griego?. —no he visto y es un antojo que tengo desde que llegué a este lugar—. ¿Y si tiene crema de ordeñe?.
—¿Eh?. —me mira confundida y una chica que hay se ríe—. Discúlpame Lucia no tenemos esas cosas.
—¿De dónde eres? ¿De la ciudad no?. —la miro burlona, ya que habla re atrevida y es la primera vez que le veo—. Vienes con esas pretenciones a un pueblo donde a penas y hay satélite de mala calidad.
—No son pretenciones son cosas normales que de donde vengo hay en todos lados.
—Pretenciones. —dice con burla y ya me pelé los cables, estoy por tirarle una sarta de palabras cuando abren la puerta de la tienda.
—Buenas. —miro a Likan que entra sonriendo hasta que ve a la chica—. Señora Luisa ¿cómo está?.
—Bien hijo. —pasa algo con está chica porque la señora Luisa como que se pone incómoda—. ¿Qué buscabas?.
—Acá la tengo. —saca una lista cosa que me da risa donde está como un nene chico que lo mandan con una lista—. Bueno che, no te rías mala, siempre me mandan con lista.
—Blanca no cambia más... O mejor dicho tú que eres re olvidadizo. —no le da ni bolilla a la chica, actúa como si no estuviera en el local.
—Primero... Busco manteca de la grande... La de kilo.
—¿Cuántas?. —la miro alzando las cejas porque lo atiende a él siendo que yo llegué primero.
—Tres de kilo y margarina... Creo que van a hacer muchas cosas porque me pidieron cinco kilos... Esas mujeres están locas. —nos reímos por su voz que es como que está sin comprender.
—Ya las traigo, las tengo atrás.
—Dele yo voy por crema. —la chica sale atrás de él hablándole, pero él ni la registra.
—Señora Luisa. —viene de atrás del depósito parece y con las cosas que le pidió Likan—. ¿Podría conseguirme la crema? Se la p**o a lo que me pida.
—Dame tu número y cuando venga mi proveedor le pregunto y te llamo para ver si puedes pagar el precio.
—Bien, lo que sea que pida lo p**o porque es la crema que uso a diario ya se me está terminando. —le anoto el número y lo guarda en el delantal—. Gracias muy amable.
—No es nada querida... Te voy a estar escribiendo.
Salgo del mercado y agarro mi bici que al fin me la devolvieron y empiezo a andar; mi papá me la devolvió hace unos días y me deja venir sola al colegio al fin porque ya me estaba cansando tanta vigilancia que es como un respiro de libertad la bici, y el caballo ni hablar, paso por al lado de la camioneta de Likan viendo que no están los hermanos y eso es raro porque siempre viene él por ellos, y eso que si estaban en el colegio, Aukan va conmigo no es que vi un fantasma.
Voy cantando y mirando el hermoso paisaje que hay frente a mí sintiendo que vuelven esos sentimientos que tenía cuando me mandaba mi mamá para acá, al principio me lloraba la vida hasta que decidía salir y ahí no aparecía en todo el día donde agarraba un caballo y me iba lejos a caminar un poco y explorar los lugares, a veces cuando me encontraba a mi papá me pegaba unas retadas terribles porque odiaba que salga sola en medio de la nada, ahí me enojaba, pero ahora entiendo que me podía pasar cualquier cosa ya que me decía que tenía hombres trabajando, pero que no estaba en sus mentes y en sus ideas locas, pienso en eso hasta que aparece Likan, sube la bici y ahí me lleva a mi casa.
—¿Mañana podrás escaparte?.
—Mmm no lo sé. —voy medio de lado mirándolo—. Creo que van a venir mis tíos y van a hacer un asado.
—Pero después... Me mandas mensaje y vengo por ti.
—¿Y si mejor hoy en la noche?.
—Estaría mejor. —llegamos a la entrada y bajamos, me arrincona contra la camioneta besándome—. Dios, que cada día es más difícil ser caballero Lucia.
—Y no lo seas. —acaricio su cuello viendo sus labios sabrosos que me vuelven loca—. Ya te lo dije, los dos ya no tenemos fuerzas.
—No preciosa. —me da un beso sutil y baja la bici—. Mándame mensaje cuando llegues a la casa, no te olvides que me preocupo.
—Sí... Ve con cuidado. —voy despacio recordando lo que me dijo Likan sobre las calles, de que están llenas de pozos y mi bici no es como para mi peso, pero es lo único que tengo así que debo cuidarla.
—¿Tu papá sabe que te ves con ese indio?. —sigo sin decir nada, intento actuar como si nada, pero me tiembla todo—. Lucia yo puedo darte una vida mejor que ese.
—¿No te escuchas Mauro? Somos primos maldita sea, déjame en paz. —pedaleo más rápido pidiéndole a Dios que nos crucemos a alguien así me deja en paz—. Me da asco cada vez que hablas así mierda.
—¿Pero qué tiene? Si nos amamos no importa el parentesco. —al fin llego a la casa, pero creo que de los nervios ni sé como llegué, acomodo la bici y él me agarra del brazo frenándome cuando quiero entrar.
—¿Suéltame, qué haces?.
—Ya estoy perdiendo la paciencia y si no me das lo que quiero por las buenas me lo vas a dar por las malas.
—¿Qué de...
—¿Y qué es lo que tu prima te tiene que dar por las buenas o por las malas?. —miro a Fernanda por primera vez con alivio y como mi salvadora, juro que la amo en estos momentos—. Suéltala y ve donde tu tío a decirle que lo necesito.
—Sí.
—¡Ah! Y Mauro. —él se gira y ella se para delante mío tapándole la vista y siendo de escudo—. No te quiero cerca de Lucia o de la casa ¿Me entendiste? La próxima te vas a ir de la hacienda y es la última advertencia que te doy. —se va y ella pasa por mi lado.
—Gracias. —me tiembla todo, pone una mano en mi hombro haciendo que la mire.
—No salgas sola y mantente siempre dentro de la casa. —me da mucho miedo lo que dice—. Sabe que sales a cabalgar sola ¿y qué crees que va a ser si te encuentra en medio de la nada? ¿Crees que alguien va a oírte?.
—No digas eso me da miedo.
—Lucia. —se acerca más y soba mis brazos calmándome los temblores—. No nos llevamos bien pero eso no quiere decir que quiero que pases por algo así... El apellido Rebian lleva una mala reputación, la ten cuidado.
—¿De qué hablas?.
—FERNANDA. —mi papá viene y ella sonríe—. Mauro me dijo que me buscabas, ¿Qué pasa?.
—No lo quiero cerca de la casa y cerca de Lucia... Ya te lo había dicho Luis ¿Por qué lo mandas para acá?
—Son primos Fer ¿qué dices?, —se ríe mirándome, pero las dos estamos serias y no hace falta que nadie me diga que tengo cara de pánico.
—No lo quiero cerca, o haces algo o lo hago yo... No lo quiero cerca y punto, mándalo a otro lado.
—Está bien. —me mira con cara preocupada.
—Entremos Lucia.
—Sí. —viene Josefina corriendo y la agarro sintiéndome muy mal.
—Estoy haciéndote una torta para mañana. —comienzo a llorar no soportando más y ella viene y me abraza apretándome con fuerza—. Dios Lucia... No salgas sola ¿si?, Hazme caso, no quiero que te pase nada o terminar haciendo algo que no le va a gustar a nadie, por eso quédate en la casa o avisa a donde vas porque quedo con el corazón en la boca.
—Sig. —la miro asintiendo y dejo a Josefina en la silla y la miro secándome las lágrimas—. ¿En qué te ayudo?.
—¿Quieres batir? ¿Te acuerdas que cuando hacíamos tortas te gustaba batir?.
—Sí... Me acuerdo que me gustaba chupar las varillas de la batidora y después te robaba de la crema que por casualidad dejabas en la orilla así llegaba a agarrar. —nos reímos donde también se acuerda de esos momentos lindos que pasábamos cuando era mi niñera.
—No quise meterme con tu papá Lucia... Solamente se dio no lo pude evitar, pero jamás quise dañarte ni a tu mamá.
—Dejémoslo estar ¿si? Ya pasó, mi papá tiene razón, fueron problemas de ellos.
—¿Empezamos de cero? Quiero que nos llevemos bien, yo siempre te quise Lucia solo que la convivencia se tornó tediosa y no sabía que hacer o como acercarme.
—Yo la hice así... Siempre te eché la culpa de que mis papás se separaran, pero jamás me puse a pensar que no se querían y que bueno, debía pasar o terminaba más mal porque parece que no tenían intenciones de separarse a no ser que haya pasado lo que pasó.
—Bien... Sigamos que quiero hacerla bien grande así nos queda para unos días y la aprovechamos bien. —las dos reímos y Luisito se ríe también.
—Ven Luis así bates.
—Sí.
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