"Yo.... Yo creo que has confundido las cosas. No he querido, ni he tenido la intensión de seducirte en absoluto...", dijo Natalie con temor.
"No has tenido ninguna intención, ¿eh?". El hombre puso las manos sobre la cama y se inclinó para mirarla.
Además, arrastró deliberadamente la última sílaba de su frase para hacerle énfasis, lográndo un encanto indescriptible con su voz.
La cara del hombre estaba a escasos centímetros de la suya, por lo que sus rasgos faciales se veían acrecentados. Sin embargo, no se podía encontrar ningún defecto en su rostro perfecto; al contrario, parecía aún más impresionante de lo que ya era.
Sus ojos, que parecían ser tan profundos como el océano, parecían llevar un poder mágico que podía encantar el corazón de cualquiera.
Incluso Natalie dejó de respirar por un momento.
"Bueno, creo que es poco razonable decir que no tengo ninguna intención sobre un hombre tan perfectamente guapo cuando estoy tan cerca de él ahora mismo", pensó mientras tragaba saliva.
"Natalie, ¿dónde está tu moral?", la reprendió su razón.
"En verdad no hice esto a propósito. Alguien me estaba persiguiendo y por eso te pedí ayuda...". Ella omitió automáticamente el hecho de que su madre biológica le había pedido que se acostara por dinero con un tonto hace unos momentos.
Le dolía el corazón en cuanto pensaba en ello, y no había forma de que pudiera expresarlo con palabras.
Frente a ello, los labios del hombre se curvaron ligeramente y sus ojos eran profundos. "¿Crees que me voy a creer una mentira tan patética?", se burló.
Luego, le levantó la barbilla y la obligó a mirarlo. "Mi paciencia tiene límites, y siendo sincero, no me interesa hacerme el duro contigo".
Acto seguido, le sujetó su esbelta espalda y le tocó la cintura. "Si vas a fingir que eres patética de nuevo, me temo que hasta la última pizca de mi interés desaparecerá", le susurró al oído.
El calor procedente de su boca siseó en el lóbulo de la oreja de Natalie y ella se congeló en un instante, pues nunca había tenido un contacto tan íntimo con un hombre.
"Cariño, tranquila", le dijo él en voz baja.
Un deseo inconfundible cruzó sus ojos color negros azabache, y obedeciendo a este, empujó a Natalie sobre la cama y la presionó contra ella.
Cuando se dio cuenta de lo que iba a hacer el hombre, Natalie se aterrorizó e hizo todo lo posible para alejarlo, pero su fuerza no era nada comparada a la de él.
El hombre levantó las manos de Natalie y las inmovilizó por encima de su cabeza.
"¿Qué estás haciendo?... ¡No puedes hacer esto!", gritó Natalie desesperadamente, mientras el miedo se reflejaba en su rostro.
Al escucharla, un destello de impaciencia se hizo presente en los ojos del hombre.
"Te he dicho que no me gustan las mujeres que se hacen las difíciles. No me gastes esta broma". Y justo después de eso, se acercó aun más para besarla.
A este hombre no le gustaba besar los labios de las mujeres, puesto que el lápiz labial escarlata de ellas a menudo le revolvía el estómago.
Mas, cuando vio a Natalie sin labial, sintió la tentación de devorar sus labios.
Asimismo, su corazón se aceleró al ver el borde tan perfecto de su boca y su tierna piel.
Cuando finalmente la besó, se sintió mejor de lo que había imaginado.
Los labios de la mujer eran muy suaves y tenían un toque de dulzura acaramelada.
Con todo lo que estaba sucediendo, los ojos del chico se volvieron fríos y su respiración se volvió repentinamente agitada.
Por su parte, Natalie podía sentir claramente que el hombre que la presionaba era como una bestia feroz, lista para abalanzarse.
Como ella era una mujer adulta, no se asombró en absoluto, pues sabía muy bien lo que se avecinaba.
Sin embargo, ¡en ese momento no tenía forma de afrontar esta situación!
Todo tipo de emociones la bombardearon a la vez; desesperación, impotencia, pánico, etc.
"¿Será que no tengo ninguna posibilidad de escapar en verdad?", murmuró levemente.
¿Era este el día en que se despediría de su virginidad?
De repente, sintió un dolor intenso, pero ni siquiera podía llorar, pues sus labios estaban bien sellados con los del hombre.
Ella tenía los ojos muy abiertos, sus largas pestañas temblaban como las alas de una mariposa, y sus manos agarraban con fuerza las sábanas; pero por mucho que intentara reprimir su dolor, todo era inútil.
"Cariño, eres tan bella...", le susurró al oído.
El hombre tenía la voz baja y ronca, y traía consigo un ímpetu impresionante. Pero cuando empezó a mimarla cariñosamente, la hizo sentir suave y cálida.
El cielo fuera de la ventana se oscurecía y la habitación se llenaba de una atmósfera confusa.