Capítulo 2

763 Words
  El hombre atrajo la atención de todos en cuanto bajó del coche, como si su cuerpo estuviera cubierto de oro y fuera deslumbrante y brillante.   Medía casi 1 metro 90, y su liso cortavientos gris acentuaba perfectamente su sobresaliente figura, la cual superaba la de un hombre corriente.   Además, sus rasgos eran de una perfección extrema, y sus profundos ojos negros le hacían parecer que miraba desde un trono.   Sin mencionar que su aura imponente, su temperamento sobresaliente, así como la dignidad y la arrogancia de sus pasos hechizaron a la gente, haciéndola incapaz de apartar la mirada.   De repente, el corazón de Natalie se aceleró salvajemente.   Como estaba de pie a bastante distancia, no podía ver claramente los rasgos faciales del hombre, pero podía sentir perfectamente el aura tan poderoso a pesar de lo lejos que estaba; era como si se tratara de un rey.   Definitivamente, este hombre no era un hombre cualquiera, y a raíz de eso, Natalie podía estar casi segura de una cosa.   ¡Quizás él podría salvarla!   Con eso en mente, corrió hacia el hombre y lo abrazó desesperadamente, quedando cubierta por completo con su fuerte figura.   Frente a la repentina acción de Natalie, los profundos ojos del hombre destellaron un rastro de sorpresa, pero volvieron a su frialdad anterior muy rápidamente.   "Ayúdame, por favor...", suplicó ella luego de levantar la cabeza para mirarlo.   Fue justo en ese momento cuando notó lo increíblemente guapo que era el hombre que tenía delante de ella, ya que estaba a escasos centímetros de su cara.   Sus rasgos casi perfectos podrían sonrojar a cualquier persona en el mundo.   El hombre, de quien se desprendía un fuerte aura de sus hermosos rasgos, miró fijamente a Natalie con sus inexpresivos ojos.   Cuando ella se dio cuenta de esto, sintió un escalofrío en el corazón sin motivo alguno.   "¿Estás segura?".   Después de un rato, los finos labios del hombre se levantaron ligeramente y una profunda y atractiva voz salió de él.   De inmediato, Natalie asintió con desesperación, pues estaba segura de no querer casarse con ese tonto.   Sin embargo, había una mueca de desprecio en los labios del hombre.   A lo largo de los años, innumerables mujeres habían intentado seducirlo, y emplearon todo tipo de trucos existentes para alcanzar su objetivo; y al parecer, la chica que tenía enfrente estaba utilizando uno de estos anticuados con él.   Siempre había sido indiferente a estas mujeres, pero ella tenía algo diferente que las otras, quienes solo se preocupaban por estar bien maquilladas y arregladas.   Ella tenía un rostro claro y delicado. Sus ojos parecían puros, pero había una especie de encanto apasionado oculto en sus labios.   Había todo tipo de bellezas, inocentes o sensuales.   Mas, era la primera vez que veía a una mujer que podía ser inocente y sensual al mismo tiempo.   Se notaba que tenía tanto la pureza de una niña como la forma coqueta de una mujer.   Como si hubiera tomado una decisión, de repente la levantó y se dirigió hacia el ascensor con ella.   Ante esa situación, los guardaespaldas encargados de vigilar a Natalie intercambiaron miradas desde la distancia, pero nadie se atrevió a detenerlos.   No reconocieron al hombre que la sujetaba en sus brazos, pero estaban bastante aterrados con el aura de rey poderoso que se desprendía de él.   Tras unos minutos, cuando los guardaespaldas volvieron en sí, tanto el hombre como la chica habían desaparecido.   Por otro lado, al verse repentinamente abrazada por el hombre, Natalie se quedó atónita.   El aura única y fría del hombre la rodeó en un instante, y para cuando regresó a la realidad, ya había sido acostada en una gran cama blanda.   De hecho, fue por eso que recobró el sentido.   El hombre se puso de pie frente a la cama con su delgadas piernas rectas, y aunque ella no vio cuando se quitó el cortavientos, la camiseta blanca que llevaba debajo resaltaba muy bien su figura atlética.   Su rostro era tan atractivo que la gente se sofocaba con solo mirarlo.   De pronto, el hombre desprendió el botón del cuello de su camisa, y Natalie entró en pánico.   "¿Qué estás haciendo?", preguntó con un tono de voz aterrado.   El hombre le dirigió una mirada profunda a Natalie. "¿Que qué estoy haciendo? ¿Acabas de tomar la iniciativa de seducirme y dices que no sabes lo que voy a hacer?", le contestó.   Aquella respuesta la dejó asombrada en un instante.   ¿En qué momento había tomado la iniciativa de seducirlo?   "¿Acaso este hombre malinterpretó algo?", susurró para ella misma.
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