El lunes por la mañana, poco antes de las diez, el chofer ya había terminado de subir nuestras maletas al auto. Estábamos listos para emprender camino a Estrasburgo, pero los Lefevbre parecían no estar dispuestos a dejarnos ir. Gioconda y Paulette estaban abordando a Emmett desde el desayuno, seguían insistiendo en que nos quedáramos, pero ambos estábamos firmes en la decisión. Acordamos no pasar un minuto más del necesario en la mansión, en parte porque se nos estaba haciendo extenuante fingir que todo estaba bien, y en parte porque necesitábamos la privacidad de nuestra casa para que Emmett empezara a ponerse al día. —Esas dos siguen insistiendo en que se queden. —Me di la vuelta al oír la voz de Nadine a mi espalda; sonreía con hipocresía… como de costumbre. —Nosotros seguiremos insi