Como medida de conciliación los Castwell nuevamente estaban sentados en el consultorio de su terapeuta s****l, ella solo veía el tiempo que podría estar invirtiendo en actividades más placenteras y su esposo solo le veía con indignación, la terapia se había vuelto el lugar en el que no solo se veía obligado a pasar tiempo con Mía, era el lugar en el que su esposa le atacaba, avergonzaba y le recordaba que era un fracaso como marido y como hombre.
¿Se amaban?
Los pensamientos absurdos y sexuales de Mía fueron interrumpidos por su terapeuta y ahora compañero de trabajo, es que tener a Logan todo el día con su sonrisa y las miradas o dándoles besos en la manos a las pacientes y enfermeras no le ayudaba a verle como a un hombre cualquiera, según lo que había escuchado era el hombre perfecto en la cama y ella quería un poco de eso, todo él.
— ¿Algo que quieran decir?— preguntó Logan para finalizar la sesión.
Eran sus peores pacientes. No tenían un problema s****l realmente, simplemente no se deseaban, aún no sabía qué pasaba con Pablo, pero su anatomía perfecta y Mia le mantenía a raya.
Era un tormento completo tener pacientes tan guapas, la mujer había aparecido con unos pantalones de tela blanca no muy cortos tampoco largos, una blusa negra que marcaba a la perfección sus pechos y unos lentes solares blancos, su piel tenía un brillo y bronceado perfecto y la manera en que le veía a los ojos cada vez que hablaba le enloquecía.
Era la cuarta sesión, cuatro semanas y Logan y ella tenían un acuerdo, (el mismo les causaba una rara tensión s****l y largas crisis hormonales) serían amigos, pero era una amistad demasiado riesgosa para sus hormonas, salía muchas veces con ganas de quedarse y el pensar en ir con el aburrido, incompetente e insulso hombre al que llamaba esposo le deprimía de sobremanera.
Pablo carraspeó y su esposa volvió a la tierra para preguntar:
— ¿Tienes una amante?
— No.
— ¿Varias amantes?—Insistió Mía.
— No...
— Bien. — Respondió y sacó otro cigarro.
La mujer escuchó al médico mientras pensaba en cómo llevárselo a la cama, no era ético, pero, al menos en esta ocasión ella solo era el paciente. Además era injustos no por aprovecharse de aquel cuerpo tan fornido, duro y aquella boca tan deliciosa, es que Logan no tiene ningún defecto físico y se le notaba que en la cama le iba duro y rápido como ella estaba deseando con ansiedad.
Cuando terminó de ver todos los puntos sensuales que le encontraba a ese hombre como... Sus dedos, manos, ojos, boca, piernas, su trasero y el paquete que escondía bajo la tabla de notas.
—Mía—le llamó y sonrió.
Logan es un hombre demasiado atractivo con aquel cabello entre rojo y cobrizo, la sonrisa pícaro, irónico... Y su actitud segura le hacían parecer el hombre perfecto, sintió el calor recorrer su cuerpo, posó su mirada sobre su esposo quien tomó una llamada, además no tenía nada de lo que el otro tenía.
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— Trabajo, tengo que ir ahora.—Dijo Pablo antes de ponerse en pie mientras agitaba su teléfono celular.
— Sí, tienes que pagar estas consultitas. No vuelvo a casa hasta el domingo. Que esté todo limpio. — Pidió y él asintió.
Ambos miraron al jamón de su emparedado, así le había nominado Logan a Pablo, creía que él era el pedazo de carne seco en medio del pan cubierto por una franja de mantequilla y la mayonesa, él era la causa por la cual no creaba una asquerosa mezcla pero sabrosa a la vez.
—Mía, puedes por favor no tratarle como si fuese tu empleado.
—¿Quién dice que le trato así?—preguntó la mujer a la defensiva.
—Lo haces y sé que eres amable, lo veo en la forma en que le hablas a tus compañeros en el trabajo, que sea la última vez que le tratas como empleada de novela mexicana por favor.
Mía asintió y se acomodó en su silla antes de reconocer lo que no quería decirse a ella misma.
— Se acuesta con alguien, lo sé porque ayer encontré mucho semen y algo más en mis sábanas. Dormí en la tina de baño del asco. — Dijo y se fumó un cigarro. — Bien, voy al hotel.
—Ven te daré algo mejor.
《¿SEXO? 》
Mía se quedó en silencio unos minutos, luego vio a Logan ponerse en pie con una sonrisa amable en su rostro, ambos conectaron su mirada con la del otro y luego se dedicaron a analizar la situación; él se preocupaba por ser rechazado y ella por cometer un enorme pecado.
La mujer le siguió en su auto, Logan, conducía apresuradamente pero ella tampoco era fan de la lentitud a la hora de conducir y el resto de sus actividades cotidianas, luego de unos minutos llegaron a un portón n***o, condujeron hasta aparcar frente a una casa de cristal la mujer le observó fascinada, y después de unos segundos salió del auto.
Logan posó sus manos sobre su cadera y disfrutó de las angostas medidas de la mujer. Abrió la puerta de su casa y buscó algún tipo de emoción en su rostro, sin embargo, no encontró mucho.
— ¿Quieres algo de beber? — Preguntó el hombre después de mostrarle la casa.
— No, gracias.
Él asintió y abrió la puerta de su recámara, le dejó pasar primero y observar su habitación.
Logan programó el aire acondicionado y ella le observó unos segundos, le mostró el baño, los cajones y quitó las sábanas y algunas almohadas para que se acostara.
— Puedes usar esto, — Le dio un camisón que le quedaría, sin duda, como una bata. — y tocas el botón al lado izquierdo de la cama para oscurecer la habitación.
Mía se mostró aún confundida y tomó lo que le extendía, alisó la camiseta y con la mirada buscó el botón, lo encontró y dijo:
— ¿Te vas?—Logan asintió, tenía trabajo que hacer y una cita con su abuelo y su padre en el campo de golf. —No es necesario que me quede, además, mañana tengo que ir al hospital en la tarde.
— Me gustaría una siesta, pero, tengo pacientes. — Le dio un beso en la mejilla — Descansa.
—Logan, no me pienso quedar en tu casa.
—Eres mi amiga, no dormirás en la tina de baño y menos en un hotel.—Aclaró y le acarició el mentón antes de darle un beso en la mejilla.
Discutieron unos minutos hasta que Mía agradeció y aceptó la oferta que el hombre le hacía. Todo en la proposición que Logan había hecho es completamente decente y cómoda, nada parecido a lo que Mía esperaba cuando se puso los pantalones cortos y menos cuando habló de llevarle a su casa.
Mía le agradeció y Logan se despidió, la joven se cambió la ropa, se refrescó y quedó dormida en poco y Logan no tardo en dejarle tranquila y cómodamente. El joven le dio instrucciones a su ama de llaves para que le facilitara todo lo necesario y unos minutos más tarde volvió a la oficina para deshacerse pronto de sus pacientes.
La mujer se impresionó al abrir los ojos, eran las seis de la mañana y estaba abrazada al cuerpo ardiente de Logan, él se dio vuelta al sentir su respiración más agitada y le acarició la mejilla, Mía intentó fingir una sonrisa pero no le salió, Logan, sin embargo, esbozó una enorme.
— Buen día, ¿Quieres desayunar o almorzar? — Preguntó el hombre.
— Quiero carne. — Respondió y le acarició el pecho.
Él le miró a los ojos, luego se volteó; tomó el teléfono de la casa y se comunicó con su ama de llaves para que se pusiera a cocinar, al finalizar la llamada se volteó y observó a la incómoda chica, esta se disculpó y fue al baño, se enjuagó el rostro y le robó un poco de enjuague bucal e hilo, bebió un poco de agua y volvió a la cama.
Logan la arrimó a su cuerpo y ella pegó una de sus manos contra el fuerte y marcado pecho del hombre, sus ojos color miel y los azules del hombre estaban hundidos uno entre el otro.
Logan echó la cabeza hacia atrás dejándole algo desconcertada y sobre todo cuando repentinamente metió entre la curva del cuello de la mujer y repartió tres suaves besos.
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Logan unió sus dedos con los de la chica y musitó cerca de su oído:
—Soy un amigo, que se quiere meter bajo tus bragas. —La mujer sintió varias punzadas en su área vaginal y luego le buscó la mirada, Logan acercó sus labios a los de la chica y entre abrió su boca, ambos tragaban el aire del otro y escuchaban su irregular respiración. — Te quiero besar.
Dejó de mirar sus labios y los acercó un poco más, dejó que Logan rosara sus labios contra los de ella, pero siempre se apartaba, no tardó en pedirlo en voz baja un par de veces antes de bramarlo con determinación
— Bésame.
El hombre se inclinó y le rosó los labios, los tocó más de la cuenta, se podía decir que fue un beso casto y se posó encima de la mujer.
— No quiero que le engañes. — Dijo Logan en su oído. — Quiero que le dejes, luego te voy a dar el mejor sexo de tu vida, — Comenzó a rosar su sexo con el de la chica quien posó sus manos sobre sus hombros.— Nunca tendrás un problema como el que tuviste con él, porque vas a estar más saciada que nunca. —le mordió la oreja.
— Si no me vas a dejar llegar...— Dijo medio jadeando y él le rosó con mayor fuerza.
— Oh...
— Vas a acabar. —Le aseguró mientras se rosaba con mayor rapidez contra su clítoris.
La fuerza con la que ella clavaba sus dedos contra su piel le hacían ejercer mayor presión y la satisfacción rápidamente recorrió su todo su cuerpo ante el placer que le daba, le agregó unos mordiscos a sus pechos.
— Señor, el desayuno está en la terraza. —Se escuchó desde la puerta al ama de llaves decir.
— Gracias, Nina. — Tomó las manos de la mujer bajo su cuerpo y la hizo ponerse en pie con un rápido movimiento, la mujer se tambaleó y se acostó sobre su pecho. — Solo debes decirme cuando estés lista.
— Ya. Caminaron a una corta distancia y se sentaron a desayunar un bistec con papas.
— Voy a ir a casa, tal vez está con su amante. — La mujer se puso en pie y dejó medio plato lleno.
— Termina la carne.
— No quiero, estoy llena.
— El otro día te comiste menos de medio emparedado, yo lo acabé. — La mujer partió un pedazo más de carne y se lo llevó a la boca.
— Empácalo, lo como más tarde en mi casa.
— Me gusta dormir contigo.
— Eso es demasiado romántico y no me gusta. — Él esbozó una sonrisa.
— Solo te gusta el placer, no quieres darle tu corazón a nadie Mía — La mujer asintió.
No podía mentir y decir que se había enamorado de su esposo o que lo estuvo en algún determinado momento porque lo único que le gustaba de él era lo que ahora no podía levantar. La mujer se acabó de vestir y bañar, agradeció a su amigo especial por el hospedaje que le había brindado y luego se fue de la casa del chico.
Condujo hasta su departamento y al llegar a su edificio entró a su departamento sin zapatos como un ladrón ¡y sí que encontró! Mínimo una fiesta《No te invitaron a la fiesta en tu casa tontita》escuchó unos jadeos, llamó a la policía, al cerrajero y a su abogado.
Caminó hasta la habitación procurando hacer el mayor silencio posible para no ser descubierta, al fin y al cabo el pescado debía ser él y no ella. Tomó asiento encima de un baúl para observar cómo su marido disfrutaba de una relación s****l sin rigidez, con un m*****o erecto y fiereza, aspectos ausentes en su matrimonio porque las reservaba para su amante.
Pablo apretó las nalgas del hombre al que se enculaba con fuerza, y el segundo esbozó fuertes sonidos, Mía negó con la cabeza impresionada con la escena, era una de las más extrañas situaciones que había presenciado en su vida y se sentía culpable al no estar celosa, herida o desolada, porque de haber sido una mujer a quien su esposo... No, tampoco hubiese hecho nada más que seguir viendo como su marido penetraba a otro hombre como nunca le había hecho a ella y con gran maestría le tocó los huevos el hombre que yacía bajo el cuerpo su esposo pidió un poco más, ambos jadeaban, gemían y gruñían como locos.
Mía decidió ponerse en pie e ir hacia la puerta, había llamado al cerrajero, la Policía y su abogando; no quería que interrumpieran a la feliz pareja.
— Se está enculando a un hombre.—Jack era un viejo amigo de la mujer, compartieron un muy breve romance y después de tranquilamente dejarlo, decidieron simplemente ser amigos, asunto en el que eran más que buenos, se habían apoyado en momentos completamente extraños, comprometedores, triste e incluso felices.
— Lo siento, cariño.
— Me voy a desmayar de la impresión y la tristeza.
Él sonrió y la vio empezar a temblar las lágrimas le salían y él frunció el rostro y le tomó de los antebrazos, la ayudó a tomar asiento y preguntó en dónde se encendía las cámaras, ella le informó que ya estaban encendidas por lo que se fue directo a la cocina por un vaso con agua y azúcar.
Mía estaba viendo sus manos moverse agitadamente y seguía observando las cosas a su alrededor.
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Tenía treinta y oficialmente estaba sola.
Siempre quiso eso estar sola, pero no tuvo las agallas para hacerle frente, estaba sola desde hace mucho tiempo; había perdido a su padre, su mamá había fallecido y su esposo, finalmente había entendido por qué no podían mostrarse enamorados, felices y cómodos, esto se debía a que llevaban vidas tan separadas que no podía sentirse mal al verle con otra persona.
Mía había perdido toda compañía.
¿Era una mala racha? o ¿El destino jugándole una pasada?
No sabía cómo llamarle pero era un tema agotador, y terrible.
— ¿Disculpe señora, un robo? — Preguntó el policía desde el umbral de la puerta.
— Mi marido está con otro hombre, —Respondió la mujer con la mirada algo perdida.— pensé que le habían hecho daño pero creo que está muy bien, sí, está mejor que yo.—la mujer abrió y cerró la boca varias veces antes de caer al suelo.
El policía y Jack corrieron en su rescate, luego ella se disculpó.
— ¿La cerradura del 998?
— Sí y un cambio de pin pidió el abogado. —Le hizo policía una seña. — ¿Puede hacer que se vaya el señor con el que se encuentra el esposo de la señora? — El hombre asintió y nuevamente se cayó la dama al suelo golpeándose la cabeza, Jack se agachó a tomar a su amiga y le levantó.
El novio de la segunda mujer de la casa creó un terrible aspaviento por lo que ella se puso a llorar y sus nervios se alteraron peor.
— Cuida tu presión...—Le recordó Jack.
— Es una perra arpía. — espetó. — ¿En serio creías que Pab podría estar contigo? Una frívola y terrible mujer. ¡Já! Estás tan mal que nadie te soporta, tu madre está muerta y tu padre te huye, eres una zorra desafortunada. ¡Perra!
— Sal, Gerardo. — Pidió Pablo antes de acercarse a su esposa. — Nena, yo... Estoy algo drogado.
— ¿Metiste a mi casa drogas?
— Señor, deténgase. — Dijo el policía al novio de Pablo. — Y usted a la pared. — Le dijo y le arrinconaron contacto la pared la mujer bebió lentamente un poco de agua.
— ¿Esto es harina o coca?—preguntó Mía impresionada por lo que Pablo había hecho.
Serle infiel se lo compraba.
Con otro hombre; muy Pablo.
¡Serle infiel, con otro hombre y meter drogas a su casa!
La parte de las drogas exactamente era lo que no podía creerse, su padre había sido un hombre abusivo con su madre por culpa de las drogas y Pablo le haba criticado desde pequeño por ello, así que Mía no podía entender cómo a Pablo la vida se le había ido de las manos de aquella forma, sobre todo, por qué le estaba humillando de esa manera y a él mismo.
— Harina. — Respondió el hombre.
— Van a la cárcel. — Dijo el policía luego de examinar rápidamente el contenido de la bolsa.
—¿Yo, por qué?—Preguntó el futuro ex esposo de Mía.
— Comprarlo es tan ilegal como venderlo, —les esposó y los sacó del departamento.
— Jack, yo lo amo tanto. Yo lo adoro. — Dijo antes de desmayarse.
La joven ya había dramatizado un poco, necesitaba convencer al juez de que había sido perjudicada en todos los sentidos y lo mal que se puso ene se momento, por eso sus desmayos, pero el dolor de cabeza, las náuseas, los temblores eran completamente reales. Jack le conocía y se preocupó por lo molesta que debía sentirse pero no se sentía tan intranquilo al recordar lo bien que se le daba el drama a su mujer.
El joven abogado llevó a su amiga al hospital, Mía habló todo el camino de lo asqueada que estaba, no le amaba, no le importaba, lo único que parecía importarle era todo el buen sexo que había perdido por culpa de Pablo del que se atreviese a usar su casa, su cama y su dinero para tantas estupideces.
Jack se rió de la mayoría de locuras que bramó su amiga, sabía que ese dolor, tristeza, esfuerzo y devoción matrimonial, se dio solo porque las cámaras del edificio y apartamento estaban encendidas, pero en cuanto se me escaparon un par de lágrimas supo que el dolor de su amiga iba más allá de su matrimonio, junto a Pablo se iba la última pieza de su familia.
Era un estúpido con certificado y todo, pero había sido su amigo, su compañero de vida y en algún momento había sido su amor, el joven que el apoyaba en todo momento, el que le calentaba los espaguetis baratos para que comiera algo mientras estudiaba, al que no le importó su aspecto físico y se casó con ella, el que le acompañó a enterrar a su madre y le convirtió fisicamente en la mujer que era.
Mía volvió a cerrar sus ojos y su boca al estar cerca de las instalaciones del hospital y él se fingió preocupado. Alejandro revisó a la chica que podría ser su hija y le cuidó con cariño, Mía era una de esas compañeras de trabajo que con esfuerzo se convierten en familia y son admiradas, con mucho amor y respeto le recibieron sus compañeros en el hospital.
— ¿Qué le ha sucedido?
— Un ataque de ansiedad. — Respondió y se volteó para encontrarse con su sobrino. — ¿Se conocen?
— Somos amigos.
— Está casada—Respondió Alejandro y su sobrino repitió la palabra amigos antes de comentar:
— Ya no tiene esposo. Cuando tu esposo le da por el culo a otro hombre el divorcio es casi instantáneo. Mejor aún cuando es arrestado por posesión de drogas, inmediato. — Aclaró Jack.
— ¿Está fingiendo?—preguntó Alejandro.
— Su matrimonio se acaba de arruinar y eso duele. — Jack explicó y ambos hombres negaron con la cabeza.
Luego los tres abandonaron la habitación.