Capítulo 10: El heredero

1295 Words
Arturo cerró el libro y lo mantuvo entre sus manos con los ojos cerrados, casi como si esperará una lluvia de aplausos o alabanzas, pero solo hubo silencio. Su jardinero desde hace 20 años, Alfonso, no esperaba esa sombría lectura cuando su patrón lo mandó a llamar en la noche, esperaba algún regaño o llamado de atención por un trabajo mal hecho, pero no fue así. La hacienda estaba vacía, los pasos de Alfonso retumbaron por todas las paredes yendo en busca de su patrón. La casa estaba en casi en una penumbra total, la única luz que había era producida por las llamas de la chimenea que iluminan el lado izquierdo del rostro de Arturo, remarcando su ceño serio, pero parecía que era lo único que iluminaba, era un mundo oscuro donde lo único que existía era el lado izquierdo del rostro de Arturo. -¿Qué opinas?- Por fin preguntó Arturo, rompiendo el silencio y la temible atmósfera. Por su parte Poncho no sabía qué responder, ni siquiera terminaba de entender la pregunta ¿Qué opinó de qué? pensó ¿De la historia que todos conocemos? ¿Del viejo libro del que la sacó? ¿De la atmósfera que montó para contarla? Arturo mantuvo su mirada fija en Poncho, que estaba hundido en el sofá frente a él, esperando que el sillón lo tragará y desapareciera de esa incómoda situación, pero por supuesto que eso no pasó, Arturo no decía ni hacía nada más, esperaba una respuesta, lo único que se le ocurrió a Alfonso fue asentir con seriedad, pero Arturo no se inmutó, quería una respuesta hablada y Poncho lo sabía. -Pues está… muy bien- Dijo intentando sonar lo más serio y lo más interesado que pudo. -No lo entendiste ¿verdad?- Preguntó Arturo con decepción en su mirada- Esto- Dijo mostrando el viejo cuaderno de cuero gastado- Es el diario de Miguel Montes, el fundador de Monte n***o, mi tátara, tátara abuelo. Esté libro ha pasado de generación en generación en la familia Montes y ahora ha llegado a mí. -Oh- Dijo Poncho con un asombro fingido- Pues ¿felicidades? -¿Felicidades? ¿Acabas de felicitarme?-Preguntó Arturo, estaba muy molesto- Acabas de escuchar que estoy condenado y solo se te ocurre decir: felicidades. Poncho se estaba hartando de esa situación y la cortesía se le estaba acabando. Se levantó del sillón y dio un par de pasos hacia la puerta, esperando que lo dejaran ir. -No sé qué espera que diga, Señor- Dijo Poncho. Arturo se levantó del sillón y se colocó enfrente de él, evitando que pueda huir. -Espero que entiendas en el peligro que estoy, en el peligro que estamos- El tono de Arturo cambió, ahora era un tono de severa preocupación. -¿A que se refiere?- Preguntó Poncho, por primera vez en toda la noche una punzada de temor se clavó en él. -Tus hijos y los hijos de tus hijos, todo aquel que te acompañe y todo aquel que te siga, caerán cuando llegue la sedienta bestia.- Citó Arturo, mostrando el libro a Alfonso.- Creo que esta profecía no se refería al trágico final que tuvo mi abuelo, se refería al trágico final que va a tener el pueblo. -¿De qué habla? -Hablo de que ya apareció la sedienta bestia ¿te das cuenta? El Heraldo. Un monstruo totalmente desconocido, nunca antes visto que ha llegado dando señales del fin de una sequía. Su primera víctima fue en un río…la sedienta bestia. -¿pero por qué piensa que puede referirse a todo el pueblo? -Todos en el pueblo somos la estirpe de Montes o de alguien que lo siguió. Todos vamos a estar condenados cuando la sedienta bestia nos lleve a todos.-Dijo con voz profunda y firme, parecía que recitaba el antiguo testamento.- Durante años mis antepasados han guardado y atesorado este diario, nunca se donó a ningún museo ni se mostró al publico, eso es por que todos pensaron que en este libro, en las memorias de mi abuelo se ocultan los secretos del pueblo. Mi padre me advirtió de varias señales que vienen marcadas a lo largo del diario, la que te leí fue solo una de ellas, la más obvia e importante, pero que no te quepa duda que aquí se habla de la ruina del pueblo y de todo aquel que en él habite. -Pe pero, Señor- Dijo Alfonso temeroso, buscando cualquier razón o motivo para evitar enfrentarse a la realidad que su patrón le narraba. -Además tu familia tampoco es ajena a esta historia ¿te diste cuenta? No, Alfonso no lo había notado. -Uno de tus ancestros también es mencionado en el fragmento que te leí- Los ojos de Alfonso se abrieron por el asombro, fue como recibir el diagnóstico de una enfermedad terminal.- Antonio Portillo, me parece que es tu tatara, tatara abuelo, materno ¿no?- Alfonso sabía que su abuelo fue parte del grupo de exploración principal que llegó al pueblo, pero no sabía que era tan cercano a Montes- Mi abuelo le salvó su vida y en agradecimiento, le juró lealtad a la familia Montes. Si alguien está tan condenado como yo, eres tú. Las palabras de su Señor, el tenebroso ambiente y los sucesos del pueblo acabaron ganando sobre el razonamiento de Alfonso, el temor se había apoderado de él. -¿Y qué vamos a hacer? ¿Debemos hacer un plan, tal vez debamos irnos del pueblo. -¿Y dejar que el pueblo perezca? No señor, prefiero morir aquí con el legado de mis ancestros. Además no creo que sirva de nada, esto es mucho más grande que cualquier de nosotros Alfonso ¿no lo ves? te seguirá a donde sea que vayas. -Pero Señor, yo tengo una esposa y dos hijas, no puedo quedarme a morir aquí ni en ningún otro lugar. -No lo haremos amigo mío- Dijo Arturo colocando una mano en el hombro de su acompañante y guiándolo de regreso a la fogata- Aún podemos hacer algo, debemos matar al monstruo, antes de que él acabe con nosotros. Intenté advertirle a Moisés, pero ese idiota, esta cegado por la codicia, nunca puedes contar con un político en tiempos de reelección. Tendremos que hacerlo por nuestra cuenta, buscaremos ayuda de todos los que entiendan la importancia y juntos romperemos esta maldición- Dijo levantando el libro y viéndolo con desprecio- pero necesito saber que cuento contigo, mi querido amigo. Te prometió que no te dejare a merced de la bestia, yo soy el heredero del primer cazador de monstruos, solo yo puedo guiarte a él. Tenía razón, todos sabían que Miguel Montes fue el cazador original, el mejor de todos, el único capaz de domar la Montaña Negra, si alguien era capaz de cazar al Heraldo y romper la maldición de su familia y el pueblo, ese debía ser su heredero, el mismísimo Arturo Montes. -Sí señor, haré lo que usted me pida.- Dijo Poncho. -Muy bien, pero este trabajo necesita más de dos personas. Busca a más hombres, hombres listos, fuertes y de confianza, cuéntales lo que te acabó de decirte y si no están convencidos, tráelos conmigo, yo les contestaré sus preguntas y todas las dudas al respecto. -Está bien, haré todo lo que usted me pida. Poncho salió esa misma noche a buscar a quien sea capaz de escuchar el mensaje del heredero. Esa misma noche, Arturo Montes recibió a otros 5 hombres, Alan Saavedra, León López, Martin Carrillo, Ernesto Hurtado y Ubaldo Martínez, todos descendientes de la exploración original. A cada uno por separado les leyó las primeras entradas del diario de Montes, y después de la explicación huyeron de la hacienda, jurando lealtad a Montes y yendo a buscar más aliados para la causa.
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