Sin pensarlo más Kill corrió en dirección al grito, que estaba a unos cien metros de distancia, que para el príncipe de los alfa, era como dar escasos dos pasos. Los instintos agudos de protección natos que poseía, se intensificaron con una cólera naciente de sus dientes, su cuerpo percibió la intensidad del olor proveniente de la mujer que sus ojos no le permitieron conocer, no pudo ver más que un cabello enmarañado y la su espalda descubierta. Estaba siendo amenazada por un hombre con una navaja en mano.
El príncipe sin pensarlo más, le tomó el brazo al delincuente doblando los músculos que lo componen junto con el hueso tal cual hoja de papel, el grito de dolor del extraño invadió el ambiente nocturno de la ciudad en algún rincón oscuro, al sentir crujir su extremidad. Kil en realidad no había querido romperle el brazo, por lo que no pudo evitar hacer una mueca de lamento aun en la ausencia de luz.
— ¿Por qué los humanos son tan frágiles? —preguntó el príncipe con cierto hartazgo al saber que tendría que trabajar en medir su fuerza— Aunque ¿sabes de quién es la mano que te rompió el brazo? Siéntete halagado —le dijo el príncipe orgulloso al hombre que lamentaba en dolor.
La chica con los pasos torpes se apresuró a tomar sus bolsa del suelo y echó a correr, sin esperar a ver quién había sido su salvador, sentía un pánico enorme en el pecho que lo único que le dictaba su cerebro a sus piernas era correr, incluso si eso significaba dejar sus pulmones en el aire. Kil no había logrado ver el rostro de la mujer en apuros, a pesar de que el azul de sus ojos lo dejaban ver con más claridad que un gato en la oscuridad, sólo vió un cabello desastroso rebotando en el aire. Se apresuró a dejar al delincuente en un lugar donde no pudiera escapar y echó a correr tras de ella.
Para cuando llegó a la explanada principal lo único que pudo notar fue que había un olor intenso a café y pan de naranja proveniente de una cafetería que se encontraba a unos cuantos pasos de él, el príncipe pensó que debía de haber confundido el olor con el establecimiento frente a él, por lo que trató de relajar sus instintos animales y regresar sobre sus pasos con toda su fuerza de voluntad, en el fondo sabía que solo se estaba mintiendo, creando excusas para no reconocer lo que el olor en realidad representaba, la llegada de su “luna”, su alma gemela.
Había pasado un mes desde que el joven licántropo había llegado al mundo humano, había entrado en una depresión terrible, debido a que la calidad de su comida había bajado y ahora tenía que hacerse cargo él mismo… de él mismo, una ardua tarea que estaba aprendiendo a base golpes, si esto fuera una novela para chicas, tendrían una sensación de satisfacción orgásmica como cuando tu hermano o marido intentan lavar los trastes cocinar, barrer, mantener su casa ordenada, y terminan agobiados o sintiéndose super héroes. O si fuera una historia de chicos sería un relato de superación personal, donde los hombres se alabarían por sus grandes proezas en las artes domésticas mezcladas con el trabajo.
Sea como sea, Killian se deprimía cada noche al llegar del desagradable trabajo de lavar platos de otras personas, mientras él se conformaba con la comida de empleado, que era espantosa a comparación de la comida de los clientes del restaurante ¿por qué una palabra tan bonita como “stewart” tenía un significado tan feo como lavaplatos? y ahora gracias a eso tenía las manos arruinadas y no había quien le hiciera la manicura.
Se había quedado sin dinero en su primer mes de sueldo, entre pagar los cincuenta platos rotos que había deshecho en sus horas de aprendizaje y la renta que el encargado lo amenazaba cada que lo veía pasar, sin dejar de decirle holgazán. Por lo menos las cucarachas se habían ido y su pequeño intento de departamento olía bien, aunque era una tortura usar cloro para limpiarlo porque lo hacía estornudar como loco.
La luna llena estaba a un día de aparecer podía sentir su influencia sobre él más y más cerca cada vez, sus instintos comenzaron a crecer, como el descontrol que tenía al aplicar fuerza al tocar cosas simples como el cerrojo de la puerta del baño que quedó en la mano del muchacho, o que sus playeras le quedaban demasiado ajustadas pues sus músculos crecían y se veía más forma que nunca, para su desgracia ese día durante el trabajo terminó rompiendo otros cincuenta platos más que terminarían repercutiendo en su economía una vez más a final de mes, tenía que aprender a controlar su fuerza.
Era el día de luna llena y Kil le había pedido a su jefe que le diera el turno matutino, al siguiente día tendría su día de descanso si todo iba bien con su transformación. Había visto por la televisión una película de hombres lobos que le dieron algunas ideas de resguardarse para que no lastimara a nadie. Era sencillo, tan solo se tenía que atar a un árbol en medio del bosque en lo más solitario donde los humanos no pueden cruzar, con una cadena gruesa, un candado, y una mordaza para su boca que lo ayudaría a no causar tanto ruido.
Salió temprano del trabajo, rumbo a compra los materiales necesarios, iba con paso decidido, tenía que llegar a prisa antes de que la noche lo alcanzara y él perdiera la consciencia de sí mismo, aun no podía controlar del todo su estado en luna llena, a medio camino sin tener un rumbo fijo, se percató que no sabía dónde comprar lo que necesitaba.
Se detuvo en una esquina a pensar qué es lo que haría. En la esquina no se había percatado que había un grupo de mujeres trabajando, esperando por su presa con esos vestidos tan sensuales y entallados que despertaban lujuria en cualquier hombre, o en casos raros, en alguna mujer. Lo vieron como una presa de cacería dispuestas a hacerlo suyo, era joven, guapo, de músculos grandes, era perfecto en toda la extensión de la palabra, SIn embargo; quien se acercó primero fue un hombre con gustos extravagantes femeninos que lucían muy bien en él, tan bien que hacían que cualquier fémina sintiera celos de tan solo verlo.
— Guapo tú tan perdido y yo tan ubicada —Le dijo con voz sensual, Kil se estaba picando la nariz mientras veía nombres de tienda a su alrededor— ay, pero no seas tímido ¿qué buscas mi rey?
— ¿Uhhhh? ¿me hablas a mi? —Kil se señaló así mismo.
— ¿A quién más va a ser guapo? —le guiñó el ojo.
— Bueno estoy buscando un lugar donde pueda conseguir una cadena, esposas y una mordaza ¿tú sabes dónde las puedo comprar? —la cara de la persona hizo tan evidente su sorpresa que se llevó las manos al pecho mientras lo veía con lujuria.
— Te ves tan serio, quién diría que te gustan las cosas fuertes, ven conmigo conozco el lugar ideal cariño.
Kil salió veinte minutos más tarde de la tienda con lo necesario, satisfecho de sus compras mostrando su orgullo con una sonrisa complaciente en su rostro al mismo tiempo que sus manos portaban una bolsa que decía “The sado’s toys” acompañado de otra leyenda “s*x shop” en letras pequeñas en color fosforescente. La gente que pasaba a su alrededor solo murmuraba y veía con cierto morbo la bolsa tratando de imaginar qué podía contener dentro.
El príncipe estaba orgulloso de sus compras e irónicamente decidido a usar sus adquisiciones a como diera lugar, por lo que se dió prisa, para llegar al puente que lo llevaría fuera de la ciudad, había decidido llegar corriendo “como humano” a todos los lugares que él necesitaba ir, había desistido de volver a tomar taxi por el servicio “poco profesional” que brindaban por no tener dinero.
Caminaba a paso un tanto acelerado con la bolsa meciendo bajo sus dedos, mientras los rayos débiles del atardecer iluminaban el letrero dejando volar la imaginación de cada transeúnte, Kil no entendía porqué llamaba la atención, pero decidió hacer caso omiso.
Un estado de alerta repentino lo invadió, percibir lo que para él parecía una tortura al olisquear en el aire el aroma a “café con caramelo y pan dulce de naranja…” tan peculiar que lo sacaba de sus estribos, sus instintos que crecían cada vez más a por la cercanía de la luna llena, hicieron que buscara como un sabueso desesperado, no hubo necesidad de dar pasos, pues ahí se encontraba ella justo frente a él.
La sensación de sentirla y hacerla suya en ese momento de vulnerabilidad intensificó su líbido, jamás en su vida había sentido la necesidad de una adicción sin siquiera probarla, era un deseo en el aire que percibía a través de su nariz, su cuerpo reaccionaba con tenerla con urgencia, hacerla suya y que nadie más la tocara, sin embargo; al ver a esa mujer frente a él, sus ojos pudieron interpretar en ella un aspecto desaliñado, lo que le hizo desencadenar una guerra emocional sangrienta en su interior. El aroma que la muchacha despedía era tan particular que lo volvía loco ¿cómo era posible que una humana como ella le causara tanto deseo en él? ¿cómo era posible que él, el príncipe de los alfas, dejara llevar sus instintos con una simple humana como ella?
— ¿Eres tú, Eduardo? —preguntó la chica al aire con su dulce voz, palpaba el aire intentando buscar algo, pues solo veía una imagen borrosa frente a ella— Soy yo, Alora.