Suzana Ferrari:
Llego a la discoteca Love Store en São Paulo. No soy mucho de discotecas, mi hermana Diana es más animada con esta parte, pero siempre hay una primera vez. Realmente necesito desahogarme esta noche, así puedo olvidar la desilusión amorosa, porque dicen que una buena bebida calma el alma de cualquiera.
Hoy tengo ganas de hacer la prueba.
Me doy cuenta de que la fila es enorme, pero paso delante de todos con Lívia, obviamente a muchas personas no les gusta.
—Suzana Ferrari, bienvenida —Veo a Miguel, un increíble y conocido guardia de seguridad de mi familia, siempre es los ojos de mi padre, cuando Diana viene aquí no la quita de la vista, probablemente me estará vigilando también.
—Miguel, esta noche voy a desahogarme —digo girando hacia un lado y él sonríe.
—Suzana Ferrari va a arrasar, diviértanse chicas —dice él.
Sonrío y entro con Lívia.
Veo que está lleno, entramos y vamos directo a la pista de baile.
—Vamos a divertirnos amiga, la noche es una niña —dice Lívia saltando a la pista y yo sonrío.
Empiezo a bailar y solo quiero olvidar el día de hoy, así que disfruto del momento. Después de varias horas bailando, voy al bar a tomar unos tragos de tequila. Empiezo a beber, pero cuando estoy en el cuarto trago siento que alguien agarra mis manos, miro y veo a Caio, un amigo de la infancia de mi familia. Él me mira, pero parece no gustarle lo que ve. Tuvimos un coqueteo en el pasado, algo pendiente que no funcionó, fue atrapado con la novia de mi hermano, y eso acabó con cualquier esperanza de tener alguna vez una relación seria.
—Sabes que no es bueno beber así —dice con su voz gruesa y ronca, que me eriza en un momento y me hace recordar el pasado.
Sonrío sarcásticamente.
—Caio, no empieces, además estoy irritada hoy —digo e intento tomar otro trago, pero él no lo permite.
—No, Suzan, no vas a beber nada más, basta —dice autoritario y yo me rio.
Me levanto y me planto frente a él, poniendo la mano en mi cintura.
—Y si quiero beber, ¿quién me lo va a impedir? —pregunto.
Caio sonríe y acerca aún más su cuerpo al mío, haciendo que mi respiración se vuelva irregular.
—Yo lo haré —responde en mi oído y siento una extraña sensación en mi cuerpo.
—No lo harás... nada —digo tratando de mantener mi voz firme.
Caio sonríe y aparta un mechón de mi cabello.
—¿Cuál es el problema, Suzan, estás nerviosa? —pregunta—. ¿Tu noviecito no está aquí hoy? —pregunta en un susurro.
—No. Terminamos —digo.
Él me mira sorprendido, pero veo en su mirada que está feliz.
—Hay hombres que no saben valorar lo que tienen —dice cerca de mi boca.
—¿Qué quieres, Caio? —pregunto con la voz ronca.
—Hace mucho tiempo que no hablamos, desde que volvimos de Canadá no nos hemos visto —dice.
—Han pasado nueve meses —concuerdo.
—Sí, empezaste a salir con un idiota —dice.
—¿Quién no es idiota, Caio? Dime quién no lo es. Y Daniel no es muy diferente de algunos hombres que conozco: imbécil, idiota y sin carácter —digo con desprecio en la voz.
Él sonríe sin darle importancia a lo que dije, me mira y se enfoca en mi boca, trago saliva.
—Ese lápiz labial rojo te queda hermoso —alaga—. Pero me gustaría quitártelo —dice pasando la mano por mi cintura y acariciando ligeramente mi espalda.
Siento que mi ropa interior se empapa solo con ese toque
«¿Por qué él tiene ese poder sobre mí en tan poco tiempo a mi lado?», pienso.
—Caio, sabes que no funcionamos —digo tratando de alejarme, pero él me sujeta con firmeza.
Caio tiene una loca en sus pies hasta el día de hoy, la zorra de Ana Paula. Ella está loca por él, incluso odio a esa mujer, porque era la prometida de mi hermano y lo engañó con Caio, bueno, al menos eso dicen, todavía sospecho si esa traición realmente ocurrió.
—Una noche sería suficiente para saciar un deseo de años —dice suavemente en mi oído.
Todos los vellos de mi cuerpo se erizan y como si una corriente eléctrica me atrajera a su mirada, me pierdo en sus ojos verdes.
Me quedo quieta mirándolo, pensando en lo bien que sería una noche con él. Caio parece entender mis pensamientos y acerca su rostro al mío y me besa, en ese momento siento que mi cuerpo no me pertenece. Caio tira de mi cabello y con una mano aprieta mi trasero, no resisto y gimo en su boca. Me entrego a un deseo de años, estaba saliendo con Daniel, pero cuando veía a Caio haciendo algo en las r************* , me enfurecía. Jamás engañaría a ese idiota como él hizo conmigo, pero la atracción era notoria.
—Ah —gimo en su boca cuando me aprieta el cabello.
Él detiene el beso y me mira.
—Ven conmigo a otro lugar. Te haré olvidar a ese idiota, solo con una noche —dice con la voz ronca. Me atrapo en esos ojos verdes y no puedo decir que no, así que solo asiento con la cabeza.
En ese mismo momento, Caio entrelaza nuestros dedos, me arrastra y salimos juntos de la discoteca, vamos a un hotel cercano. Caio hace los registros y subimos a la habitación entre besos y abrazos. Cuando se abre la puerta de la habitación, salto a su regazo y él me lleva hasta la cama. Cae encima de mí, levanto una de mis piernas y él la sostiene con su mano. Caio pasa su mano por encima de mi pecho mientras chupa mi cuello.
—Caio, necesito ser follada —pido—. Mi tanga ya está empapada y necesito derramarme de la excitación que siento por ti —hablo con voz desesperada, realmente necesito sentirlo dentro de mí.
Él me mira y sonríe. En este momento ya no razono más, impulsada por la rabia de mi ex y excitada por el deseo que siempre he sentido por Caio, será solo una noche, pero quiero que dure lo suficiente como para olvidar mi propio nombre.
—Vamos sin prisas —Él dice.
Desliza una mano entre mis piernas, se introduce debajo de mi vestido y llega a mi tanga, la empuja hacia un lado y encuentra mi clítoris.
—Wow, estás muy mojada, voy a disfrutar de este momento —dice con voz perversa.
Vuelve a besarme mientras su dedo trabaja con agilidad en mi intimidad, quiero cerrar las piernas, pero él no me lo permite.
—¡Oh, Caio, fóllame! —pido.
Besa mi cuello y baja por mi cuerpo.
Mi vestido tiene tirantes, Caio comienza a bajarlo y encuentra mi sostén, sonríe de forma traviesa al ver mi pecho y abre el cierre frontal de mi sostén. Sujeta mi pecho con su mano fuerte, lame alrededor del pezón y después succiona con fuerza, mientras con la otra mano pellizca el otro pezón.
—¡Dios mío! —jadeo.
Él acelera, chupa y muerde mi pecho con fuerza, y al mismo tiempo que siento dolor, siento placer. No puedo resistir y acabo corriéndome solo con él chupando mis pechos y estimulando mi clítoris, me sorprende porque nunca me había pasado esto. Caio me mira y sonríe convencido, me levanta un poco para que me quite el vestido y luego baja un poco más.
Traza un camino con su lengua y se detiene justo frente a mi v****a, veo el momento en que rasga mi tanga y empieza a lamer mi intimidad. Él sostiene mi trasero para mantenerlo levantado y abierto para él mientras chupa y muerde mi clítoris hinchado. Caio mete dos dedos dentro de mí, me folla sin delicadeza, sin calma, con fuerza y de manera intensa.
Simplemente increíble, todo lo que necesito es definitivamente una buena follada. Sujeto las sábanas y mis gemidos son fuertes de placer, siento cómo se contrae mi sexo, no tardo mucho en correrme con fuerza llamando su nombre.
—¡Oh, Caio! —grito.
Él se traga todo mi placer y se levanta de nuevo de la cama. Caio se quita toda su ropa y yo me quedo babeando por su cuerpo moreno y musculoso; él mira dentro de mis ojos y sonríe convencido, porque sabe que me tiene babeando por él. Yo acabo sonriendo tontamente por la situación, cuando vuelve a subirse sobre mí se acomoda entre mis piernas, toma mis manos y las sujeta sobre mi cabeza mientras me penetra fuerte y duro.
—¡Dios mío! —jadeo.
—Eres muy deliciosa —responde lleno de deseo.
—¡Más fuerte, más fuerte, Caio, fóllame con fuerza, fóllame duro! —pido.
—¡Así me gusta, fuerte y duro!
Caio acelera el movimiento y siento que esta cama va a romperse porque la presión es mucha. No resisto y exploto en otro orgasmo, Caio me permite sentir todo el placer, pero no se detiene ahí, cambia de posición y me hace sentar sobre su pene. Me apoyo en su abdomen y me muevo con más fuerza, agarro su pene con mi v****a y él gime llamando mi nombre.
—¡Joder, Suzan! —maldice.
—Joder, quien lo dice soy yo, con esta maravillosa polla tuya —digo subiendo y bajando con fuerza.
Las clases de yoga definitivamente me ayudaron a tener fuerza y flexibilidad. Caio se levanta conmigo en brazos y me lleva a la bañera del hotel que está en el balcón y allí vuelve a follarme con fuerza.
Solo puedo decir una cosa, fue el mejor polvo de mi vida, me vine, grité y gemí toda la noche, pero por la mañana me desperté sola, porque Caio no estaba allí. Él me dejó como si fuera cualquier otra, una puta barata que él compró. Me siento triste porque ni siquiera tuvo la delicadeza de esperarme al despertar y no quiso despedirse, si al menos no nos conociéramos o no hubiéramos tenido algo en el pasado…
Realmente fue solo un polvo de una noche, como se esperaba. Siempre supe esto, que él quería un momento, una diversión.
Solo no sabía que esta noche tendría consecuencias, y que saldría de esto rota.