Suzana Ferrari:
Hoy no es un buen día, ¿sabes ese momento en el que ves que todo va a salir mal? Eso es lo que está pasando ahora. Soy artista plástica, me gusta que mi trabajo se realice con perfección, pero hoy no estoy lográndolo, lo estoy intentando, pero nada sale como me gustaría, parece que por más que me concentre en mejorar mi dibujo, todo sigue yendo mal.
¡Maldita sea!
Mi nombre es Suzana Ferrari, soy la hermana del medio de tres hermanos. Vitor es el mayor y Diana la menor, o sea, soy el punto medio, ¿sabes? Mi papá dice que soy la hermana más sensata, en serio, no estoy de broma, mi papá incluso suele decir que entre sus hijos soy la única que tiene la cabeza en su lugar, la más centrada que no vive en el mundo de la luna, que piensa en todas las decisiones para tomarlas con calma y sabiduría.
Lo peor es que tiene razón, me gusta tener mi vida en orden, mis proyectos bien encaminados. Para mí la organización lo es todo, en cualquier área de mi vida, pero no confundas mi autocontrol con ser tonta, porque también me conocen como la hija más difícil, esa que no perdona fácilmente y nunca olvida nada ya sea bueno o malo. Algunos incluso me llaman rencorosa, pero lo entiendo, tal vez eso es lo que soy; puedo vivir con eso, porque ser una persona metódica y organizada no me convierte en una idiota.
Mi papá dice que siempre fui la hija más difícil de tratar por mi personalidad fuerte.
¡Y realmente lo soy!
Y no hago el menor esfuerzo por cambiar.
Me gusta tener el control de las cosas y no acepto todo lo que se me impone sin antes pelear largamente.
—Suzan, se ve hermoso —Entra mi colega Lívia a mi sala hablando del dibujo que estoy intentando hacer en la pantalla.
Lívia y yo nos conocemos desde que éramos niñas, siempre hemos sido muy cercanas, ella también es artista plástica y amamos nuestra profesión.
—Todavía creo que falta algo —digo mirando el dibujo que aún no me satisface.
Ella sonríe.
—Siempre perfeccionista, Suzan —comenta poniendo su mano en mi hombro.
—Sí, mi madre era así, creo que heredé eso de ella —digo encogiéndome de hombros.
Cada vez que me llaman perfeccionista recuerdo a mi madre, lamentablemente se fue cuando yo era una niña, aún recuerdo su cabello rubio y su mirada sincera. Mi papá nunca nos dejó faltar nada, pero sé lo mucho que me hizo falta una madre en mi vida y en mi adolescencia. Todos los adolescentes de la escuela con sus madres y yo no tenía. Era horrible, la extraño tanto.
—Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? —dice incómoda—. Pero tú tienes su talento y decidiste seguir su profesión, y eso es lo que importa —trata de reconfortarme.
—Realmente tienes razón —digo intentando poner una sonrisa amigable en mi rostro.
—Mira quién es la mujer más hermosa de Brasil —Miro y veo a mi novio hablando, Daniel es el amor de mi vida. Estoy enamorada de él.
—Voy a dejar a los tortolitos solos —Lívia guiña un ojo y se va.
Sonrío encantada al ver al amor de mi vida frente a mí.
—Y también el novio más guapo —Me levanto de mi asiento y le doy un beso.
Daniel y yo llevamos saliendo un tiempo, me atrevería a decir que pronto estaremos casados, al menos eso espero.
—¿Salimos esta noche? —pregunta.
Sonrío de lado, sabiendo que podemos tener una pequeña discusión como la última vez.
—Necesito terminar esta pantalla —digo señalando mi dibujo.
Él bufó frustrado y comienza a alejarse.
—Eso siempre es más importante, ¿verdad? —pregunta irritado.
—Claro que no —refuto intentando acercarme a él, pero él hace un gesto con la mano para que me quede en mi lugar.
—Sí lo es —afirma—. Siempre lo es, ¿sabes qué?, déjame hacer lo que tengo que hacer —dice moviendo la cabeza negativamente y me da la espalda para irse.
—No es así, prometo compensarte... —digo acercándome a él y abrazándolo por detrás, pero me aparta.
—Tranquila —dice sarcásticamente mientras se voltea hacia mí—. Otro día salimos, disfruta de tu trabajo, seguro que es más importante que yo.
Ni siquiera espera mi respuesta, simplemente se va sin pensarlo dos veces. Me quedo destrozada, pero realmente necesito terminar este trabajo, sé que esta situación es difícil, pero Daniel necesita entender.
Trabajo durante horas hasta terminar la pantalla, salgo de la galería tarde en la noche, pienso en ir directamente a la mansión, pero primero voy a buscar unos deliciosos panecillos de queso en mi panadería favorita que está abierta las 24 horas.
—Lívia, ¿quieres venir a la panadería conmigo, voy a comprar unos panecillos de queso que seguro que el Sr. Antonio ya ha hecho? —le pregunto.
—Tú y tus panecillos de queso, voy contigo —dice rodando los ojos—. Sabes que yo también no puedo resistirme a esos panecillos de queso —Rio ante sus palabras.
Ella entra en mi coche, enciende el equipo de sonido y vamos a la panadería. Allí vamos directo al mostrador de atención.
—¡Chicas, buenas noches! ¿Lo de siempre? —pregunta el señor Antonio.
El señor Antonio es un señor de 65 años y es el dueño de la panadería. Ama lo que hace y admiro mucho que un hombre de su edad siga al frente del negocio, a pesar de que sus hijos le digan que necesita descansar porque ya no tiene edad para eso.
—Claro —respondemos juntas.
—Genial, enseguida les traigo unos panes de queso calentitos —responde amable y se retira.
Estoy esperando mis panes de queso mientras tomo un chocolate caliente, cuando una camiseta llama mi atención y veo un poco más lejos, al fondo de la panadería. Entrecierro los ojos y veo a mi novio conversando con Carol. Ella es una zorra que se insinúa a todo el mundo. Es extraño porque Daniel no suele hablar con ella, al contrario, siempre dice que es una puta y que los chicos comentan cosas horribles sobre ella. Me sorprendo al verlo tan cerca de ella, observo la situación para ver hasta dónde llega. Nada me preparó para ver a mi novio girar su cara hacia ella y darle un beso de telenovela, un beso que me deja sin aliento. En ese momento siento como si mi alma saliera de mi cuerpo, amo a ese hombre y verlo en brazos de otra persona a la que suele juzgar tanto me duele demasiado. Pasaron unos minutos sin que pudiera reaccionar, solo observando el cariño que se profesan. Estoy completamente paralizada mirando a la pareja allí adelante.
—¡Dios mío! —escucho a Lívia decir, impactada, mirando en la misma dirección.
La miro sorprendida, pero pronto una sonrisa maliciosa se dibuja en mi rostro.
—Esto no se quedará así —digo.
Me levanto de la silla y camino hacia la pareja enamorada.
—Suzan, no vale la pena —intenta detenerme Lívia, pero nada me impedirá acercarme a la pareja en la esquina.
—No te preocupes, amiga, solo quiero desearles felicidad —respondo con sarcasmo.
Me acerco a ellos y comienzo a aplaudir, llamando la atención de todos en la panadería, pero no me importa, no me importa hacer este pequeño espectáculo. Mi novio mira hacia atrás y puedo ver la sorpresa en su mirada; Carol tiene una sonrisa burlona en su rostro, una sonrisa que tengo ganas de borrarle de un golpe, pero no voy a rebajarme a ese nivel.
—Suzan, esto no es lo que... —él habla acercándose a mí, pero no lo dejo terminar y le doy una bofetada, mi mano llega a arder porque el golpe fue fuerte.
—No existe el "no es lo que pienso" —digo con comillas—. Vi y sabes qué, te mereces a una mujer como ella —hablo despreciando a su acompañante.
—¿Quién te crees para hablar así de él? —Carol viene hacia mí, pero Lívia se interpone.
—No vas a querer hacer eso —responde.
—Mira quién habla —Carol responde con sarcasmo.
Sujetó el brazo de Lívia, quien me mira y se aparta para que pueda enfrentar a Carol.
—No te estoy hablando a ti y no me rebajaré al nivel de ustedes y terminar peleando en una panadería, pero ¿sabes qué? —miro a Daniel y sonrío—. Al diablo contigo, olvídame. Jamás te aceptaré de vuelta, porque esta pequeña aventura tuya terminará en algún momento, y te acordarás de nuestros momentos juntos, pero lo siento mucho por ti. Espero que vivas con tu arrepentimiento porque eso ocurrirá en algún momento —digo dándoles la espalda.
—Suzan, podemos hablar, mi amor, por favor, escúchame —pide deteniéndome en mi salida de la panadería.
Lo aparto con fuerza y lo miro a los ojos desorbitados.
—No soy una mujer para compartir hombres, y mucho menos uno sin carácter. Solo te daré una advertencia, Daniel, espero que nunca vuelvas a acercarte a mí, porque te arrepentirás —hablo pasando por su lado, sin importarme sus palabras de protesta.
Salgo de la panadería sin siquiera llevarme mis panes de queso, y Lívia viene detrás de mí.
Cuando entro a mi coche, me desmorono en lágrimas, pero entiendo que desafortunadamente, hay cosas que no están destinadas a salir bien, aunque pensara que Daniel sería mi futuro esposo.
¡Maldita sea!
—Amiga, tranquila —Lívia habla consolándome.
—Menos mal que no llegué a casarme con él —digo limpiando las lágrimas de mis ojos—. No quiero saber más de él, nunca más, ya es pasado —digo intentando convencerme de eso.
—Así se habla, amiga. Él es pasado. ¿Sabes qué? Vamos a divertirnos. Hoy es viernes por la noche y necesitas desahogarte. Suzana Ferrari está soltera ahora, Brasil —propone tratando de animarme.
—No sé si ir a una discoteca...
—Es una gran idea, amiga. Nada como una noche en las discotecas de São Paulo para animar a cualquiera después de una traición —dice sonriendo hacia mí.
Lívia siempre es así, tratando de animarme, sin importar la situación que esté pasando. Termino riendo, porque Lívia es así, siempre dice que todo se resuelve con una buena fiesta, me hace recordar a mi hermana, que está loca como ella.
—Tienes razón, entonces vamos —acepto tratando de convencerme de que esta será la mejor opción.
Disfrutaré mi vida de soltera, creer en los hombres solo trae desilusión. Un día Daniel se arrepentirá de lo que me hizo, pero deseo que muera en su arrepentimiento. Siempre fui la hija perfecta, creo que ha llegado el momento de cambiar un poco eso.
Solo no sabía que en esta fiesta mi vida daría un giro tan grande, que a partir de ahí sería imposible retroceder en los eventos de esa noche.