RIXON Tres semanas después de casarme con Julie Peters, me di cuenta que es una mujer sumamente excepcional. Cada mañana, incluso antes de que despierte, ella ya está en la cocina bailando como si no hubiera un mañana, cantando esas canciones de adolescentes con una camisa mía, la que me quito todas las noches sin importar de qué color sea, siempre la usa la mañana siguiente para preparar el desayuno. Como ahora, que está haciendo panqueques, meneando ese trasero que me canso de tocar por las noches el cual ella piensa que no recuerdo o que no veo en absoluto. Me cruzo de brazos en el marco de la puerta. Contornea las caderas yendo y viniendo, en su cabeza un moño desordenado sostiene su melena y su voz canta la canción en voz baja. Julie y yo nos llevamos bien, demasiado bien par