Capítulo 5

1678 Words
No se olviden de seguirme en IG: @loslibrosdemica ____________________________ Amaia's POV Suspiro mientras evito rodar mis ojos. Tchaikovsky sonaba por los parlantes y juro que sentía mi membrana timpánica irritarse por cada segundo que pasaba; eso es algo imperceptible al igual que el tiempo volar en este salón repleto de niñitos con tiernos tutus o mallas. —¡Formen una fila, niños! —exclama esa voz. Paso la lengua por mis labios al ver que camina hacia el equipo de música para volver a poner la misma sonata que lleva retumbando por estas paredes desde muy temprano en la mañana. Dios, era insoportable. —Bebé, por favor, ponte el tutú y ven al frente a enseñarles la técnica —dice mi madre extendiendo en mi dirección el tutú rosa pastel. Asiento con calma porque sé que hacerlo de la forma contraria solo significaría doble sacrificio al volver a hacerlo y esta vez, correctamente. Con mi madre es todo perfecto o mejor no hagas nada. —Jack, deja de hurgar tu nariz, cariño —regaña mamá al rubio. Me ubico al frente de la clase y observo con picardía a cada de una de los aspirantes a bailarines, tenían entre cinco y seis años. A las mallas de danza agrégale dosis de ternura y torpeza, y eso daba por resultado a los pequeños alumnos de mi madre. —Grand plié —anuncia mamá, teniendo la atención de algunas por unos segundos. Y eso era todo. Repetir una y otra vez el ejercicio hasta cansar las débiles piernas de los niños, todo es mucho más fácil a esa edad. Veía con cansancio como un par de niñas se distraían y se empujaban entre ellas, riendo. Miro hacia la puerta, rogando en mi mente por la llegada de mi amiga. Ella sí ama hacer esto. Ella adora interactuar con niños, bailar esta aburrida danza, soportar esas antiguas canciones y sobretodo; hablar de su pasión con mi madre. Digamos que mi amiga se lleva mejor con mi madre, que yo. Solo tengo dos razones por las que estoy aquí. La primera y más importante es que mamá tiene una leve lesión de peroné y está totalmente imposibilitada de hacer movimientos bruscos. La segunda razón es que me encuentro supliendo a su ayudante, quien avisó llegar tarde pero jamás especificó que iba a llegar una hora tarde. Eso nos lleva a mi amiga, quien es la ayudante de mamá de las clases menores. Maia estudia bellas artes, específicamente danza pero adora danza clásica. Algo muy diferente a mi, que me inclino más a danza contemporánea o cualquier otro ritmo que no sea ballet. Conocí a Maia durante la primera semana de nuestro primer año de universidad. Casi cuatro años después, seguimos bailando codo a codo. —Al fin —murmuro al verla entrar con los pelos al aire, jadeando cual rinoceronte enfadado y tambaleándose al intentar ponerse correctamente su malla. Los niños dejaron de moverse para observarla y reírse a carcajadas de ella. Sonrío de lado, contagiándome de sus risas por un momento. —Lamento mucho la tardanza, señora Anderson —se disculpa aún respirando dificultosamente. Observo de reojo a mamá y la encuentro seria. Volvemos a su lema; si no será perfecto, no lo hagas. —¿Ya puedo irme? —pregunto para intentar cortar con la tensión.  Inmediatamente tengo la mirada azul de mi madre sobre mi, casi reclamando por mi tono que no oculta la emoción por largarme de aquí. Suspira. —Sí, ya puedes irte. Sonrío y camino apresurada para tomar mi bolso de entrenamiento. —¿Yo también puedo irme? —cuestiona una de las tiernas vocecitas. —No, Jack, tu no puedes irte —sentencia Maia al estar finalmente frente a la clase. Jack resopla y se cruza de brazos, enojado. Me quito el molesto tutú y luego de dejarlo sobre la banca, camino hasta la salida. —Adiós, mamá —articulo en silencio para no interrumpir la clase. Ella me responde con una sonrisa de lado. Una sonrisa algo triste que me deja un mal sabor en la boca. Ambas lamentamos no coincidir en gustos, pero no hay nada que se pueda hacer más que aceptarlo. Con un suspiro me retiro del salón, acomodando el bolso en mi hombro y rebuscando dentro un pantalón tipo jogging n***o. Observo ambos lados del extenso pasillo y me apresuro a ponérmelo junto con unas zapatillas blancas. Estaba a punto de ponerme un top que dejaba al aire mi vientre para luego quitarme la malla ya debajo de la camiseta, cuando veo a dos hombres entrar. Frunzo el ceño confundida al verlos, no todos los días se ven espécimen masculino en la academia. Al ver que se dirigen al salón donde estuve, no pierdo el tiempo y entro a un salón vacío. Mi teléfono vibra y emite un sonido discreto. Lo tomo y veo que mi amigo ya se encuentra fuera de la academia. Resoplo enojada por no poder cambiarme de atuendo, guardo nuevamente la camiseta al bolso para no perder más tiempo y salgo. Puedo ponerme luego. Al salir, camino hacia él quitándome el apretado y ridículamente prolijo peinado sobre la cima de mi cabeza. —¿Qué tal está Beethoven? —se burla al verme. Ruedo los ojos. —Ya vámonos —respondo subiendo sobre su motocicleta sin problema alguno. Aiden ríe pero obedece, y en un par de minutos nos encontramos dentro del salón que tanto me gusta. Aquí sí me siento yo. Camino a paso rápido y sin prestar demasiada atención a nadie en particular. Escucho voces femeninas susurrar mi nombre entre ellas, como si mi llegada les molestara y no las culpo porque la realidad es que soy una verdadera perra. Así es, soy una mujer con los egos por el cielo e igual de antipática. Sé de mis talentos, lo demuestro y eso al parecer molesta a la gente. Soy realmente competitiva y cuando quiero algo, lo consigo. Seguir tus sueños a cualquier costo te convierte en una perra para los ojos de los otros, y a mi me importa un buen kilo de estiércol lo que ellos piensen de mi. Eso les molesta también. Les molesta mi actitud, mi desinhibición, mi extroversión y tal vez también les molesta que realmente no me interesen sus molestias sobre mi persona. La gente está cada vez más susceptible y yo cada vez más desinteresada. Aiden se desentiende de mi al llegar para llamar la atención de todos y empezar a calentar. Mientras veo a todos sentados en el piso de madera me quito la malla que llevaba anteriormente, quedando en brasier y vistiendo la camiseta estilo top que decidí usar el día de hoy. Visualizo un espacio libre y camino hacia el, peinando mi cabello con los dedos. A los pocos segundos, Aiden me acompaña con una sonrisa que no me interesa devolver. Levanto la vista y compruebo, para mi fastidio, que muchos se encuentran echándonos un ojo. Según rumores de pasillo, el 90% de las personas en esta clase piensan que me revuelco con Aiden, lo que no está tan lejos de la realidad pero aún así no viene al caso mi vida s****l con la laboral. La relación "clandestina" que llevo con el castaño es más amistad que amorosa y si suceden cosas bajo las sábanas son solo algunos fin de semanas, y sin presiones. —Prepárate porque serás la primera en pasar —dice Aiden, llamando mi atención. Frunzo el ceño. —No creo que sea conveniente que yo sea la primera —Intento razonar pero sé que no funcionará. Él chasquea su lengua y se incorpora. —Lo practicamos anoche, te saldrá perfecto —sentencia, alejándose. Suspiro en silencio y me preparo a nivel muscular. Aiden insiste e insiste en hacerme centro de la atención, prácticamente es por su culpa que soy criticada. Bueno, mitad suya y mitad mía. —¡Arriba todos! Vamos a presentar los compases que hemos practicado en la semana. ¿Todos se sienten listos? Bueno, no me interesa —dice y todos ríen.  Ruedo los ojos. Me incorporo cuando me menciona.  Una de mis canciones favoritas del momento empieza a retumbar por la sala. Dejo que mi cuerpo fluir un poco, sintiendo el ritmo hasta que se acerca el compás que marca la coreografía. Es una parte de la coreografía, la última para ser más específicos. Se ensayan por parte, por compases y cuando se termina la canción, se ensaya desde el principio para darla por finalizada. Son como exámenes que se presentan y luego das el gran final. Luego, Aiden dice si apruebas o no. —Cinco, seis y... —exclama Aiden, observándonos frente al extenso espejo.  La coreografía dura menos de un minuto y logro terminarla de manera exitosa. No fue ni de cerca la más difícil que he bailado pero sí disfruté hacerlo, como todo lo que sea de bailes movidos.  —Lo hiciste perfecto —me felicita una de las estudiantes.  Reconozco su rostro pero no sé su nombre así que solo le guiño un ojo con una leve sonrisa, mientras me dirijo hacia donde dejé mis cosas para tomar mi botella.  No presumo mi talento, simplemente lo demuestro en la pista de baile. Es ahí donde todos me dejan presumir y me dejan ser libre pero también me critican.  Dime lo que criticas y te diré que careces. Mi cuerpo adquiere cierta soltura, sensualidad y concentración como en ningún otro momento del día. Nací para bailar y lo demuestro minuto a minuto de mi vida. Tal y como sucede siempre que termino de presentar siento miradas sobre mi. El no interactuar con mis compañeros genera cierto misterio sobre mi persona. A veces eso es bueno pero también es molesto.  Levanto la mirada y me encuentro con unos ojos verdes observándome sin ninguna pizca de vergüenza. Me abstengo de hacerle una pregunta borde y simplemente ruedo los ojos.  Tomo mis cosas y me retiro.  Haber llegado tarde a clases es una mierda pero al menos pude tener algo de movimiento en mi día. 
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